Por Uzziel Becerra

A 51 años de la matanza de Tlaltelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas, diversos grupos de jóvenes y estudiantes tienen la osadía de manifestarse, utilizando diversos medios, pacíficos y violentos, con la intención de dar un mensaje: ni perdón ni olvido a los acontecimientos que representan esta fecha, sin embargo, no se debe olvidar el espíritu del movimiento estudiantil, que buscó la democratización del país, la garantía del derecho de asociación, del derecho de libre expresión, libertad de prensa, libertad de pensamiento, los límites al poder público y la inclusión de la ciudadanía en la deliberación de los asuntos públicos.

Respecto al 2 de octubre del 68, debemos recordar que este conflicto dio inicio el 22 de julio del 68 con una pelea entre estudiantes de la vocacional 2 y la preparatoria particular Isaac Ochoterena lo que puso de manifiesto una rivalidad entre el Instituto Politécnico Nacional y las preparatorias incorporadas a la Universidad Nacional Autónoma de México. En dicho conflicto intervino la policía y elementos de seguridad pública, los cuales mantuvieron agresiones permanentes a los estudiantes, lejos de restablecer el orden debido.

Ante tal acontecimiento el rector de la UNAM, Barros Sierra, izó la bandera nacional a media asta en señal de luto por los hechos acontecidos los días anteriores, encabezando una manifestación desde Ciudad Universitaria hasta Avenida Universidad de la hoy Ciudad de México, concluyendo con un mensaje donde se manifiesta la inconformidad de los hechos suscitados en los enfrentamientos entre policías y los estudiantes del IPN y la UNAM. Así, el giro que tomó el movimiento estudiantil de protesta contra un Estado represor, hegemónico y autoritario se dio con el Consejo Nacional de Huelga conformado por estudiantes y maestros de la UNAM el IPN, además de las escuelas normales, el Colegio de México la Universidad de Chapingo, así como privadas como la Iberoamericana, La Salle entre otras.

El pliego petitorio de este movimiento estudiantil contenía los siguientes puntos: 1. libertad a los presos políticos; 2. derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal que instituía el derecho de disolución social; 3. desaparición del cuerpo de granaderos; 4. destitución de los jefes policiacos; 5. indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto estudiantil; 6. deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos. Todos correspondientes a la coyuntura política y jurídica, en la que el Estado Mexicano, a pesar de haber firmado y ratificado diversos convenios internacionales como la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, de 1948, ratificado por México en 1957, violó flagrantemente derechos humanos, antes garantías individuales, así como diversos instrumentos y principios del derecho internacional.

Y así tras diversos intentos de diálogo y negociación iniciados aparentemente por la Presidencia de la República y, posteriormente, deslindándose del diálogo público, es que los estudiantes del movimiento del 68 convocaron nuevas manifestaciones para celebrar la independencia del país el día 15 de septiembre y dando inicio a una batalla cívica en forma de una manifestación de silencio, a la que el presidente Gustavo Díaz Ordaz estaba empeñado en detener a través de la represión la desaparición forzada y la infiltración de grupos del ejército en los movimientos.

Con este antecedente, la tarde el 2 de octubre miles de estudiantes y trabajadores se reunieron en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco de forma pacífica y ante esta manifestación se infiltró el Batallón Olimpia, vestidos de civiles y con un guante blanco en la mano izquierda, quienes dirigiéndose al edificio Chihuahua ordenaron a los oradores del movimiento tirarse al piso y aproximadamente a las 18:20 hrs, al aparecer luces de bengala como señal a los francotiradores del Batallón Olimpia, se abrió fuego dando inicio a la masacre hacia los estudiantes reunidos en aquel lugar. Esta acción del Estado Mexicano ha sido clasificada como genocidio, es decir, como un crimen perpetrado por el Estado contra su población o contra los ciudadanos, sin embargo, hasta el año 2006 se ha reconocido la responsabilidad estatal para la reparación del daño a las víctimas y familiares.

En memoria de los estudiantes víctimas del Estado se utilizan los elementos simbólicos del 2 de octubre, exhibiendo la represión, la violación a derechos humanos y las manifestaciones autoritarias del Estado Mexicano, que en reiteradas ocasiones y en diversas fechas con distintas poblaciones, ha actuado con negligencia y con abuso de autoridad, realizando desapariciones forzadas privaciones de la libertad y de la vida. Es en esta fecha en donde todas las víctimas del Estado caben en un mismo conducto, pues todas pueden ser escuchadas al unísono y con la fuerza necesaria para que la autoridad, aunado a la conmemoración de la fecha y la condena de lo acontecido, puede ser una reflexión profunda del papel que toman los Derechos Humanos su garantía de protección para nuestros tiempos.

En específico los estudiantes de las universidades autónomas, así como de los de las universidades metropolitanas, deben reflexionar respecto del fin último que persiguieron los estudiantes que dieron su vida en la Plaza de las Tres Culturas: la consolidación de la democracia, la garantía del Estado de Derecho, la búsqueda de una sociedad libre en la cual pudieran expresarse, asociarse e informarse de manera imparcial, objetiva y con diversidad de fuentes de información, alternas a las oficialistas o del Estado; el respeto y garantía de la Autonomía Universitaria así como las exigencias de una universidad digna y a la altura de las necesidades de los estudiantes.

En el Estado de Morelos los estudiantes de la máxima casa de estudios, dirigidos por su Federación de Estudiantes Universitarios de Morelos participaron en una manifestación pública en la cual se les exigió a los legisladores la aprobación del aumento al presupuesto de la Universidad para que se siga garantizando su derecho a la educación de manera efectiva, ya que los derechos humanos pueden vulnerarse tanto por acciones del estado como por omisión del mismo. Por las condiciones financieras específicas de la UAEM, el discurso de protección a derechos humanos y de la atención de las autoridades al sector estudiantil, se actualiza el sentir en este 2 de octubre, no olvidando que las luchas y causas universitarias son las luchas y causas de las sociedades en las que estamos inmersos. Que la Universidad Autónoma del Estado de Morelos siga produciendo, capacitando y formando estudiantes de alto nivel, cultos e informados; pensantes, capaces, críticos y valientes para exigir sus derechos; para cumplir sus obligaciones y para asociarse de forma pacífica con el fin de plantear mejores condiciones de vida, no sólo de los estudiantes sino de la sociedad morelense; que no olvidemos el 2 de octubre.