Por Uzziel Becerra

Durante esta semana un contingente del Frente Nacional Anti Andrés Manuel López Obrador (FRENAA) llegó al Zócalo Capitalino para instalar un plantón de protesta contra las decisiones del gobierno federal y exigiendo la renuncia del presidente de la República. Sin embargo, el gobierno de la CDMX colocó vallas metálicas y policías de contención a la mitad de la Plaza de la Constitución, registrándose momentos de tensión entre las autoridades capitalinas y los manifestantes. Con lo anterior, el presidente ha aprovechado para homologar las críticas contra sus opositores y ha evidenciado que, en efecto, la oposición sigue mostrándose débil y sin liderazgos competitivos.

El Frente Nacional Anti-Amlo, según su la información de su portal en internet, es un movimiento ciudadano y pacífico que busca “actuar ya para quitar a Andrés López del poder, usando herramientas jurídicas, de presión social y de medios”, encabezado por 67 liderazgos entre los que destacan Gilberto Lozano, Pedro Ferriz, Rafael Loret de Mola, Juan Bosco Abascal y Pedro Martín Bringas, exaccionista de Soriana que dio a conocer su apoyo a la causa reciente en redes sociales. Dicho movimiento tiene como antecedente al Congreso Nacional Ciudadano, una organización dirigida por el empresario regiomontano Gilberto Lozano, dedicada a criticar los excesos e inconsistencias de los gobiernos en turno, bajo la bandera de que el pueblo (empresarios y trabajadores) es el que manda y los políticos “son nuestros empleados”.

Por la agenda que el propio FRENAA ha socializado, el posicionamiento en términos ideológicos del movimiento es la extrema derecha, pues la sola idea de plantear una dimisión forzosa, sin los canales institucionales para plantearlo y sin vía constitucional que lo posibilite, visibiliza el surgimiento del extremismo. Bien decía Norberto Bobbio que en una democracia solo prevalecen las posiciones moderadas, y que los extremismos están destinados a morir en una democracia consolidada. Pero la polarización social podría levantarlos, y el aumento del número de simpatizantes del FRENAA evidencia que dicho movimiento busca consolidarse más allá de un mero grupo de presión, pero hasta ahora no se han decantado por aliarse con un partido político o constituirse como asociación política nacional.

Debemos recalcar que la exigencia de la renuncia de López Obrador es un completo despropósito. ¿Qué posibilidades hay de que quien compitió tres veces la contienda electoral y luchó 18 años para llegar a la silla presidencial podría renunciar a dirigir el Ejecutivo Federal por manifestaciones y protestas sociales? Ni si quiera Peña Nieto con los niveles más bajos de aprobación, las investigaciones por corrupción y sin legitimidad política lo hizo. Andrés Manuel López Obrador no renunciará. La opción que el FRENAA buscará impulsar será la revocación de mandato, buscando movilizarse a lo largo del país para convencer a la población de pronunciarse a favor de revocar a AMLO. No obstante, en ese escenario, el FRENAA se enfrentará también con los grupos de presión que MORENA ha construido para movilizarse a favor de las causas del gobierno federal, como en el caso del conjunto de consultas populares y los censos de población.

Por otra parte, gracias al contexto de hegemonía discursiva en el que el Presidente domina los temas de la agenda y el lenguaje político utilizado en los medios de comunicación, los movimientos reactivos y extremistas solo apoyan la construcción de narrativas de homologación para descalificar a la oposición al gobierno, es decir, poner en el mismo saco a opositores críticos de los sectores académico, científico, literario, cultural y ahora a los miembros del FRENAA con un franco posicionamiento desde la extrema derecha. De esa forma, lejos de perjudicar al gobierno, el Frente termina beneficiándolo para afianzar su estrategia de intimidación contra la masa crítica.

En efecto, la habilidad política del primer mandatario mexicano resulta evidente al aprovechar la manifestación de FRENAA para recomendar a su oposición agruparse en un “bloque conservador reaccionario”. Dicho pronunciamiento es consecuente con el supuesto escrito en el que se constituían diversos partidos políticos y organismos constitucionales autónomos como “Bloque Opositor Amplio” o BOA, en el que todos los aparentemente suscritos se deslindaron y acusaron una estrategia de desprestigio y difamación desplegada desde la Presidencia de la República. Ahora, con el movimiento FRENAA, el gobierno federal tiene la oportunidad de presentar a la oposición en un solo bloque, calificándolo como conservador y reaccionario, e incluso provocándolos a impulsar la revocación del mandato para que “voten si quiere que continúe el régimen de privilegios y corrupción”.

No podemos dejar pasar la oportunidad de enfatizar que los férreos opositores al proyecto de López Obrador tienen tanto derecho a manifestarse como lo tuvieron en su momento los simpatizantes del proyecto lopezobradorista en los sexenios de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto. El derecho a la libre expresión, manifestación de ideas y preferencias políticas no debe tener limitantes desde el gobierno en una democracia, para cumplir los ideales del Estado de Democrático de Derecho. La protesta social es un derecho, incluso la animadversión al gobierno de López Obrador puede y debe ser expresada, pero plantear su dimisión forzosa y reducir los problemas del país en la figura presidencial es ingenuo y pernicioso. Solo los movimientos extremistas podrían mantener un discurso de esa naturaleza.

Respecto a la oposición, el politólogo italiano Gianfranco Pasquino define que existen por lo menos tres funciones de la oposición política: 1) expresarse sobre la toma de decisiones gubernamentales, generales o específicas sobre la dirección de políticas públicas o asuntos legislativos, 2) ejercer funciones de control de gobierno en turno, utilizando recursos jurídicos y políticos para buscar contener el despliegue de los grupos en el poder, y 3) prepararse para la alternancia en el poder, es decir, toda oposición tiene la responsabilidad de ostentarse como una oposición de gobierno que aspira, en efecto, a ser gobierno por la vía de los procesos electorales posteriores, ese es su objetivo natural, su función. Por lo tanto, el rol de la oposición define, en gran medida, la calidad de la democracia.

Sin embargo, la crisis de la oposición política mexicana es evidenciada con el regreso del excandidato a la Presidencia, Ricardo Anaya Cortés, mismo que ha decidido regresar a la vida pública (en busca de los cargos de elección popular) para hacer contrapeso al gobierno de AMLO, que señalan ha sido peor incluso que los del Partido Revolucionario Institucional. Y aunque el diagnóstico que brevemente plasmó Anaya sobre las múltiples crisis del país son coincidentes con las que han señalado diversos expertos e intelectuales, en términos políticos falta legitimidad social para acompañar el conjunto de señalamientos y acusaciones con una visión de gobierno alternativa. El regreso de candidatos presidenciales, tanto Anaya como la búsqueda de Felipe Calderón a los cargos públicos desde otra opción política partidista, relata la incapacidad para renovar las élites partidistas, así como para construir proyectos alternativos de gobierno claros y convincentes para la ciudadanía.

Si los ciudadanos queremos salvaguardar la democracia debemos ser conscientes de que los extremismos no tienen cabida, sino que la moderación es la única vía para dialogar y discutir los asuntos públicos complejos, moderación que incluye no solo posiciones individuales sino colectivas y partidistas. Asimismo, esos partidos y liderazgos políticos deben reconocer que, frente a las estrategias y narrativas gubernamentales, hace falta renovar a sus élites de forma urgente, rediseñar los proyectos de nación para ser entendibles y adaptables a las necesidades actuales, así como reestructurar las estrategias de competencia político-electoral para ir más allá de lo reaccionario. Si se logra elevar la calidad de la oposición, el nivel del debate público y la participación de la participación de la ciudadanía en torno a la rendición de cuentas y transparencia gubernamental, se elevará el nivel de la democracia misma.

* Representante del CEA de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas en Morelos. Secretario de Asuntos Políticos en el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública Sección Morelos. Consejero Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAEM. Representante de Morelos en el Congreso Nacional Universitario. Auxiliar Jurídico en el Corporativo Paredes.

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