Por Oswald Alonso

Quienes lo conocen profesionalmente, aseguran que Juan Salazar Nuñez, jamás se ha destacado por el litigio en los tribunales donde se supone se forjan los grandes abogados. En la academia, tampoco le ubican como un pensador  capaz de debatir las reformas legales que necesita un país. En la administración pública, quienes han trabajado con él, lo juzgan como un abogado tibio, que busca no confrontarse con nadie –menos con los hombres del poder- .

Juan Salazar Núñez, dicen otros que le conocen muy bien, es un abogado que sabe estar con los hombres del poder, les sabe aplaudir sus  malas bromas; tiene una  cualidad: sabe estar en el momento justo de las decisiones con los hombres que las toman –siempre que él sea el beneficiado- .

Esta tesis  se confirmó la semana pasada cuando  el Poder Legislativo le nombre Fiscal Anticorrupción.

Se trata de un nombramiento de fantasía. ¿Quién en su sano juicio político, pensará que este abogado Juan Salazar, investigara o castigará los actos de corrupción en la administración a la que él perteneció?

Se en automático en juez y parte. Por un lado tomo decisiones en un gobierno estatal, y ahora por otro lado, simplemente renuncia a formar parte de una administración para ser el juez que pretende combatir la corrupción y castigar a los servidores públicos.

Es un caso digno de tesis para las ciencias políticas, para el estudio de un fenómeno presente: la simulación  y la misma corrupción. El Sistema Anticorrupción del que tanto se habló en la pasada legislatura que  promovió y presumió la legisladora Lucia Meza, simplemente ya fue vulnerada por  quienes lo crearon.

El sistema anticorrupción ya fue corrompido desde la designación del fiscal a modo de una administración. Se trata de una vil y mala copia de lo que hizo el presidente Enrique Peña Nieto, al designar a Virgilio Andrade Martínez  secretario de la Función Pública.

Virgilio, en su primera prueba de fuego mostró de qué lado estaba. Exoneró a Peña Nieto  en la investigación de conflicto de intereses por la adquisición de La Casa Blanca por parte de su esposa Angélica Rivera.

Juan Salazar  se convirtió de inmediato en el Virgilio de Morelos. Todos los profesionales del derechos lo saben: Juan no es el fiscal de hierro que necesita esa institución, más bien, se trata, de un abogado que ha mostrado estar con el poder,  hecho de un material maleable, manejable y transformable,   servir a los más bajos intereses políticos  de las administraciones.

En consecuencia, no esperemos nada de Juan Salazar,  estará ahí cobrando sin cumplir con su mandato.  Tenemos que reconocer que el poeta en silencio (Javier Sicilia) tenía razón cuando dijo que el sistema político de este país ya dio todo lo malo que tenía que vomitar.

Toca abrir con una guerra intelectual,  un nuevo sistema de convivencia donde los ciudadanos hagamos a un lado a los ejecutores de la corrupción  que están incrustados como Juan Salazar, en la estructura de toma de decisiones.