Por: Uzziel Becerra
En todo sistema democrático existen perdedores y ganadores, una regla general es que las mayorías del presente pueden ser las minorías del mañana y viceversa. Tras la tercera alternancia en el país, con la aplastante victoria de Morena, se modificó radicalmente la correlación de fuerzas políticas a lo largo del territorio nacional, desde el nivel federal hasta los ámbitos estatales y locales. Sin embargo, mientras el presidente concreta acciones de su propia agenda, la oposición no logra articularse, estructurarse o encontrar estrategias suficientes para jugar su papel como contrapeso al poder en turno. Lo anterior es relevante porque la calidad de una democracia requiere de una oposición responsable y funcional.
Por cuanto al sistema presidencial, en la lógica de una elección se presenta un fenómeno al que Juan Linz llama de suma cero o de ganador único, logrando que el presidente, por el énfasis en sus atribuciones y funciones preponderantes, acapare todos los cargos en disputa en la práctica. En ese sentido la literatura politológica estudia dos problemas en la relación Ejecutivo-Legislativo: el de los gobiernos divididos y el de los gobiernos imperiales. El primero alude al fenómeno que desde 1997 vivimos en el país, una presidencia cuyo partido no era mayoritario en el Congreso, lo cual se convierte en un obstáculo para la consecución de objetivos de una administración si no hay grados de institucionalidad altos, pues se presenta una parálisis decisoria para el Ejecutivo. En cambio, la forma de gobierno imperial implica lo contrario, presidentes cuyo partido tiene también mayorías aplastantes en el Legislativo y, por lo tanto, genera altos grados de capacidad decisoria, prácticamente sin limitaciones. Aunque pareciera que este último es deseable, (de nuevo) sin altos grados de institucionalidad, el Ejecutivo no tendría límites o contrapesos, los cuales son imprescindibles en todo régimen democrático.
El ascenso de Morena, encabezado por López Obrador y la constitución de mayorías en ambas cámaras evidencia un modelo de gobierno imperial en el que las fuerzas de oposición no han sido capaces de hacerle frente al Ejecutivo, a las iniciativas en el Legislativo, así como en distintos órdenes de gobierno. En el ámbito local, los gobernadores y presidentes municipales entran en la lógica de división o fragmentación de poder y, si se articulan lo suficiente, pueden ser trascendentes y relevantes como contrapesos al poder presidencial. Así lo hizo la Conferencia Nacional de Gobernadores (CANAGO), al establecerse como un bloque homogéneo y fortalecido por la debilidad del poder presidencial en la primera alternancia, negociando demandas e intereses locales. Lo anterior es relevante porque los Ejecutivos municipales buscaron recientemente, bajo la misma lógica, aparecer en la escena pública, sin tener éxito.
Al menos 200 alcaldes, del PAN, PRI, PRD, entre otros, intentaron ingresar al Palacio Nacional este martes con el objetivo de manifestar al presidente su inconformidad por los recortes presupuestales en materia de infraestructuras y en seguridad pública contemplados en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación. La marcha fue encabezada por Enrique Vargas, Presidente Municipal de Huixquilucan, Estado de México, y presidente de la Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC) quien manifestó a grandes rasgos que exigen 6 mil millones para FORTASEG, el apoyo a los Pueblos Mágicos, Mineros y recurso del Ramo 33 para diversos proyectos. Lo anterior porque, en cuanto a seguridad pública municipal, el FORTASEG sería reducido en 2 mil millones este próximo año, aunado a la cancelación de programas coordinados por los ayuntamientos y financiados por el Gobierno Federal.
La Conferencia Nacional de Municipios de México (CONAMM) también hizo entrega de un pliego petitorio relacionados con modificaciones al Proyecto de Presupuesto de Egresos, entre los cuales se encuentran las participaciones para los ramos 28 y 33, el subsidio para el Desempeño en Materia de Seguridad, el rediseño de la Ley de Coordinación Fiscal para modificar las fórmulas de Participaciones y Aportaciones Federales, así como incrementar el Fondo de Apoyo al Migrante, para dar respuesta a la crisis migratoria que viven varios ayuntamientos del país.
Pese a que la coordinadora de Atención Ciudadana de la Presidencia, Leticia Ramírez, ofreció una mesa de negociación en la Secretaría de Gobernación, cuya titular es la exministra de la Corte, Olga Sánchez Cordero, los presidentes municipales reunidos decidieron hacer presión por medio de empujones y gritos con la intención de entrar por la fuerza a través de la “Puerta Mariana”, provocando que la policía militar que resguardaba el área arrojara gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes. El vocero de la Presidencia señaló que se arrojó el gas porque “estaban en riesgo los trabajadores que están restaurando el edificio”, “para evitar que siguiera la presión de la gente”. De esa forma, lo Ejecutivos locales no lograron objetivo alguno.
Mientras que los Alcaldes manifestantes advirtieron que regresarían a las afueras de Palacio Nacional con tumultos para continuar exigiendo sus pretensiones, el presidente López Obrador calificó el acto como una provocación encabezada por el PAN, denigrando así la legitimidad de los peticionarios, precisando que, en materia presupuestal, es la Cámara de Diputados quien discute y modifica la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación para el próximo año. Asimismo, se negó de antemano a realizar negociaciones “en lo oscurito” para dar dinero a los gobiernos locales.
De esa forma, en torno al gobierno imperial de López Obrador, cercano al modelo presidencialista del PRI posrevolucionario y hegemónico, la oposición está ausente, desarticulada, sin incentivos suficientemente fuertes para conglomerar un bloque unificado, y sin una estrategia mediática y comunicacional lo suficientemente efectiva como para cobrar relevancia en la arena pública. Lo que tenemos hoy son partidos políticos con crisis en su vida interna, sin liderazgos que llamen a la disciplina partidaria, y sin capacidad de convencimiento para con los ciudadanos. Lo anterior es preocupante, pues la calidad de nuestra democracia depende también de su capacidad para ser una oposición funcional y responsable, marcando una agenda tendiente a la rendición de cuentas, transparencia y la gobernanza. Sin esos elementos en la agenda de la oposición, seguirán estando ausentes e irrelevantes para la vida pública del país en nuestra coyuntura.
Respecto a los conflictos internos de los partidos, Morena también ha tenido dificultades para reagruparse y generar liderazgos unificadores. Siendo López Obrador el elemento cohesionador que dio origen y sentido al partido, ahora en el gobierno, no hay mando suficientemente fuerte para generar disciplina partidaria. Los recientes hechos violentos en las asambleas distritales del partido de Regeneración Nacional en busca de su nueva dirigencia, evidencian que, en el ADN de Morena persisten las “tribus” típicas del PRD, caracterizadas por su alta polarización y su lógica como facciones de partido, lo anterior como consecuencia del tránsito de militantes y liderazgos políticos del PRD, PRI y demás partidos satélite, a las filas de Morena, con sus viejas prácticas, pero sobre todo con los mismos intereses en pugna. Si no logran disciplinarse a tiempo, veremos disminuida su capacidad organizacional para efectos de los próximos comicios y, posiblemente, el reajuste de la configuración política local en su perjuicio.