Por JUSTINO MIRANDA

Cuernavaca, Mor., 19 de octubre.- El día que le diagnosticaron cáncer de mama sus pensamientos fueron invadidos por la imagen de la muerte. Fue una sensación muy fuerte que vulneró sus emociones y echó a llorar. La psicóloga Karina Durán la vio desahogarse y se mantuvo a su lado hasta que Catalina, la paciente, cesó su angustia y secó sus lagrimas.

Al otro día Catalina, de entonces 48 años de edad, habló con su hijo de 17 años. “Mira hijo por lo que me llegue a pasar tu no te detengas, sigue adelante, estudia y no te quedes atrás porque tienes que seguir con tu vida. Vas a tener familia y recuerda que en algún momento debes impulsar a tu mujer a que se explore, se revise”, aconsejó Catalina, una mujer oriunda del poblado indígena de Ocotepec, norte de Cuernavaca.

Su hijo, el menor de tres, lloró con ella pero Catalina levantó sus ánimos cuando le dijo que haría todo lo que estuviera en sus manos para seguir estando a su lado.

Así lo hizo y al otro día acudió al Centro de Atención para la Salud de la Mujer (CAPASAM) para comenzar su tratamiento que incluyó la confirmación del cáncer por un oncólogo, luego le extirpación del seno, más adelante participó en un programa de quimioterapias y finalmente se sometió a 25 radiaciones.

Todo su esfuerzo y dedicación para atender su enfermedad lograron salvar su vida, retomar sus actividades e incorporarse como voluntaria en el programa de detección temprana del cáncer de mama en Morelos. Viaja con el equipo del Sector Salud a los sitios donde instalan las unidades móviles y habla a las mujeres de su experiencia.

A las candidatas del examen de seno cuenta que un día le hablaron de un programa para detectar y prevenir el cáncer de mama. Era una unidad móvil, le contaron, que traía un mastógrafo y con un examen podrían detectar si era portadora del cáncer de seno. Finalmente la convencieron y se sometió a la revisión de las glándulas mamarias pero no acudió por sus resultados.

“Me hice una mastografía pero no fui enseguida por mis resultados pero cuando me empecé a tocar sentí una bolita abajo de la axila y después se me recorrió a la punta del seno, ahí noté que mi seno ya no era algo normal. Me empecé a tocar y sentir la bolita y opté por exprimir, presionar un poco y me salió un líquido.

“Me vine a CAPASAM a ver mi mastografía pero me dijeron que no me la podían dar, que me debían hacer un ultrasonido y un doctor me dijo que me haría una biopsia y fue el primero que me dijo que tenía cáncer”, cuenta Catalina.

Ahí comenzó su recorrido con varios médicos y especialista siempre con el apoyo de la

sicóloga Karina Durán, quien ayudó a acelerar el tratamiento y así consiguió la cita más rápido con el oncólogo.

Con otros estudios confirmaron que se trataba de cáncer y la enviaron a quimioterapias, después le retiraron el seno.

“Se pierde parte del cuerpo pero gracias a Dios sigo viva. Hay personas que no lo hacen porque les da pena explorarse y decir que tienen algo raro”, dice Catalina.

Catalina tiene ahora 50 años, un matrimonio de 27 años, y tres hijos con edades de 26, 25 y 19 años de edad, todo ellos, dice, la ayudaron a sortear este capítulo de su vida.

Su experiencia con la enfermedad le permite observar que hay mujeres que se aferran a estar completas de cuerpo pero Catalina asegura que vivir sin un seno, es como vivir sin un pié. “Ya no somos como muy normal pero se vive sin un seno, tranquilas”, dice.

¿Por qué dice que ya no se vive tan normal?

“Decimos eso porque cuando se platica que tuvimos cáncer de seno lo primero que hace la gente es bajar la mirada hacia los senos para ver si se ven mal, si se tiene un seno más grande que otro. Eso es la incomodidad que de repente nos hace pasar la gente, pero también pasa, nos acostumbramos”, cuenta.

Catalina habla de una falta de cultura para tratar con los pacientes con senos extirpados. Ella, dice, podría caminar sin ningún relleno porque ya se acostumbró pero hay pacientes que no lo ven así, lo ven raro o dicen ‘cómo voy a andar sin blusero’; todavía hay gente que les parece muy grotesco”, afirma.

¿Considera que los programas de autoexploración deben ser mas fuertes?

Ahora hay más información, también campañas. Hemos ido a campañas pero es muy poca la gente que acude, que cree que en estas campañas. Todavía hay gente que se rehusa a exportarse, hacerse los estudios, que alguien mas las toque. Todavía hay gente muy reservada, incrédula.

¿Cómo les decimos a las mujeres que viven en pueblos que se ayuden?

Todavía hay lugares donde muchos hombres cooperan para que las mujeres no se exploren. Todavía hay hombres muy machistas que les dicen ‘cómo te va a ver o tocar otro hombre’. Todavía hay mujeres que creen en eso y siendo sus maridos le hacen caso. Que traigan a sus esposos, aquí nunca han impedido que pasen los acompañantes”, afirma.

La entrevista es acompañada por la sicóloga Karina Durán, responsable de apoyar a los pacientes con cáncer de mama y con casi cuatro años de trabajar en el CAPASAM. Dice que cada caso es particular pero todos los pacientes son sensibles porque las noticias son muy fuertes y están asociadas a la idea de la muerte.

“Me toca lidiar con ellas y a contrarrestar esa ideas con expresiones de ‘no te vas a morir’, y mientras no nos digan que alguien esta en fase terminal siempre va a ver hago que hacer”, dice.

“La mayoría tienen miedo por ellas, sus hijos, por sus familias, por lo que va a implicar, por perder un seno, pero al final trabajamos con ellas para convencerlas de que hay mucho por hacer y aferrarse a la vida”, cuenta Karina.