Por Moisés Sánchez

Ocuituco, Mor., 22 de septiembre. – En la entrada de su casa, Alejandra Alonso miraba, con sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, cuando un grupo de casi 10 jóvenes ingenieros provenientes de Guerrero inspeccionan su casa, agrietada, rota, inhabitable.

Voltea a todos lados, como buscando algo de esperanza, al igual que su pequeño hijo de 10 años, que se aferraba a ella; sólo encontraron grietas en las paredes y el trabajo de toda una vida perdido.

El martes 19 de septiembre, un sismo de 7.1 grados en la escala de Richter se originó en Axochiapan, y a 54 kilómetros de ahí sacudió Ocuituco, derrumbó el campanario de la iglesia de San Juan Bautista, tiró bardas y estropeó decenas de viviendas, entre ellas la de Alejandra y Cesar Sánchez.

Ver su casa en estado crítico la hace dudar, tiene la certeza de que el sismo fue bastante fuerte, pero desconfía de la información oficial, duda que el sismo haya sido de 7.1, pues perdieron su patrimonio, que hace apenas 5 años habían construido, “perdimos todo, toda una vida de trabajo”, lamentó.

Parada frente a algunas pertenencias llenas de polvo y guardadas en cajas, Alejandra llora porque su hogar y el de su hija de 13 y su hijo de 10, construido con 20 años de ahorros, no servirá más. Por fuera y por dentro las grietas invaden la vivienda y la estructura se volvió inestable.

“Somos personas de mucho trabajo, no descansamos, sábados y domingos de trabajo. Soy dentista y mi marido profesor jubilado que ahora se dedica al campo. La casa difícilmente se recuperará, necesitamos buscar recursos para levantar el patrimonio, estamos en la incertidumbre”, dijo tratando de guardar la compostura, pero la tristeza le cortó la voz.

Su pequeño miraba la casa, la puerta que impedía el paso de la calle a su patio, que ahora sólo es de adorno, porque la barda que la sostenía se vino abajo, y lloraba a la menor incitación. Los ingenieros que examinaban la casa salieron muy pronto: “Pasaremos el reporte a Protección Civil”, fue todo. El niño rompió en llanto y padre trataba de consolarlo, “tranquilo, vienen a ayudarnos”, de le dijo sin éxito.

El hogar de Alejandra y Cesar está ubicado en la calle Leandro Valle número dos, a menos de 300 de la iglesia de San Juan Bautista, cuyo campanario y bardas quedaron en el suelo, y de la explanada municipal, donde la ayuda llega por montones, pero Alejandra aseguró no haber recibido ningún tipo de apoyo.

“No sabemos si las autoridades nos van a ayudar o no, en nuestro municipio hasta pensamos que están saqueando, dicen que sí llega mucha ayuda, pero el ayuntamiento no la entrega”, lamentó.

Su situación es incierta, no sabe qué o cómo le harán para volver a tener un patrimonio, por mientras, se mudarán, con lo que puedan, a casa de su suegra, tan sólo a unas cuadras calle arriba, cuya casa respetó el temblor.