Foto: Tony Rivera/CiudadanosMx

Por Leticia Villaseñor

Cuernavaca, Mor., 18 de septiembre.- El emblemático edificio de la torre Latino de Cuernavaca luce abandonado a su suerte, sólo una pequeña flotilla de trabajadores se observan en lo alto del sexto piso con marros y barretas en mano. A un año del terremoto, el escombro del torreón que se vino abajo aún permanece en las alturas y 63 familias que habitaban el lugar no pueden regresar a lo que alguna vez fue su hogar.

Don Moisés comanda el equipo de remoción de escombros, sus cinco empleados cortan varillas, hacen palanca con las barretas y usan pistolas de aire para echar abajo las toneladas de escombros a lo que se redujo el torreón y el séptimo pido de la Torre, un conjunto de cuatro edificios cuya construcción inició en los años 40.

La calle Degollado está cerrada a fin de evitar cualquier percance con la caída de piedras, cemento, polvo, varillas y metal retorcido. Para llegar hasta donde Moisés hay que subir por las escaleras de emergencia, pasar por un departamento que abarca prácticamente todo el piso que está apuntalado con estructuras metálicas que tardaron un mes en colocar.

Hay que pasar por un estrecho pasillo junto a una ventana que permanece abierta y provoca una sensación de mareo.

La imagen siguiente es una enorme recámara que aún tiene colgada ropa de sus propietarios en un clóset medio colapsado. Los huecos en el techo dejan ver el cielo azul de Cuernavaca. También las grietas que recorren hasta el último piso de ese edificio.

Luego hay que subir por una pequeña mesa de centro, trepar por el marco de una ventana y bajar por lo que fue la protección de la misma. El olor a humedad y polvo inunda el ambiente. De repente un estruendo cimbra la estructura del viejo edificio, son los escombros que de manera controlada echan abajo hacia la calle los trabajadores sostenidos por arneses.

El trabajo debe hacerse de esa forma, de otra manera se corre el riesgo de que el peso y las vibraciones provoquen mayores afectaciones.

Dos semanas es el periodo en el que tienen contemplado para quitar el escombro que a decir del administrador del lugar, José Antonio Gumler, ninguna autoridad, ni local ni federal pudo o quiso quitar.

A finales del año pasado, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) inició con las labores, mes y medio después la empresa les informó que no trabajarían más porque la instancia federal no cubrió pago alguno y el edificio que albergó en sus inicios un hotel quedó abandonado.

La buena voluntad de un ingeniero, al que sólo reconoce domo Del Valle, integrante del Colegio de Ingenieros, le permitieron al administrador la realización del dictamen en el que se señala a que el edificio no tiene daño estructural, pero la carga del escombro de una cisterna volada que de manera indebida gestiones anteriores hicieron en la parte más alta de la torre colapsada, el torreón y por lo menos un par de elevadores que pesan una tonelada cada uno, además de los aguaceros del temporal, añaden una carga excesiva a la estructura, que en una de sus esquinas se está abriendo al ceder poco a poco al peso.

El mismo ingeniero Del Valle fue quien contrató a la compañía de don Moisés, oriundo del municipio de Emiliano Zapata que se especializó en trabajo de demolición en Estados Unidos.

La preocupación del administrador se  centra por el momento en la remoción de escombro y el derribo de lo que queda del sexto piso, que colapsó a medias. Luego habrá que sortear una enorme grieta de techo a piso de un extremo de la torre aledaña a la de mayor daño, que colinda con una pequeña propiedad cuyo techo es de lámina.

Para rehabilitar el conjunto, declaró José Antonio, se requieren 20 millones de pesos que tajante aseguró no tienen. En la cuenta sólo hay unos 100  mil pesos.

Con ello las 63 familias podrán regresar a sus casas o bien rentar sus departamentos cuyo costo descendió de ocho a 10 mil pesos, hasta los tres mil pesos, pero ante las condiciones del lugar, simplemente no hay quien se anime a rentar un departamento en esas circunstancias.

José Antonio pidió el apoyo de autoridades de toda índole, entrantes y salientes, incluso de ayuda internacional para el rescate del edificio emblemático de la ciudad de la eterna primavera, ante lo que consideró un completo desdén de los gobernantes.

El 19 de septiembre del año pasado, el derrumbe de la torre acaparó la atención de medios al considerarse por un breve lapso de tiempo como el mayor daño que sufrió el estado. Las labores de rescate se centraron en el rescate de una joven que resultó herida al quedar atrapada entre los escombros, así como los usuarios de una ruta, donde perdió la vida un joven.

Unas tres horas después, cuando el servicio de internet se restableció de manera intermitente, trascendió el daño que sufrió el municipio conocido desde entonces como la zona cero, la de mayor daño.