Por Leticia Villaseñor
Foto: Máximo Cerdio
Cuernavaca, Mor., 23 de abril.- La cancha techada se cubrió de globos blancos y sobre la malla que la separa del campo de futbol fueron colocadas decenas de cartulinas blancas con mensajes de despedida de los Cobra, los compañeros de Axel que volcaron sus sentimientos por la repentina partida.
“Tal vez ya no estés aquí pero te quedas en cada uno de nosotros, tus amigos y compañeros, nos dejas una sonrisa, en mi corazón dejaste una gran amistad. Eres y serás un gran jugador. Sé que allá en el cielo jugarás con otros angelitos. Te vamos a extrañar. Gran jugador y un gran amigo”, escribió una de sus compañeras del equipo de basquetbol de nombre Jessica.
Axel perdió la vida la madrugada del pasado lunes cuando tres impactos de bala hicieron blanco en su cuerpo. El niño asistió con su madre a la fiesta de la Resurrección del poblado de Atlacumulco, en Jiutepec. Poco antes de la medianoche salió con su hermana de una tienda, donde trabajaba, con rumbo a su casa. En las inmediaciones de su hogar el pequeño fue alcanzado por las balas de una presunta riña. La madre del niño lo llevó al hospital a bordo de un taxi, donde más tarde perdió la vida.
Esta tarde se realizó el oficio religioso. Al concluir, la carroza partió hasta el campo de futbol, a pocas cuadras de distancia, donde el féretro blanco que guardaba el cuerpo de Axel fue recibido entre aplausos de los niños, sus padres y familiares del menor.
Pero el homenaje rompió la fortaleza de la madre, quien cayó de hinojos en mitad de la cancha, entre gritos de dolor. La mujer fue ayudada por sus familiares y la colocaron a un lado de la cancha tratando de confortarla. Se quedó en el piso sin fuerza para levantarse mientras uno de los asistentes echaba aire con su sombrero sobre su rostro.
Nada calmó el llanto de la madre, que desgarró el ambiente. Los niños se colocaron alrededor del féretro y gritaron tres veces el nombre de Axel, con sus manos sobre la caja de metal. Aún quitándose las lágrimas del rostro iniciaron el partido, su último partido.
A cada rebote, cada enceste, cada falla, los gritos de la madre resonaron en el lugar. El entrenador, un tipo robusto de gesto duro, aplaudía el esfuerzo y motivaba a sus alumnos a seguir, a concentrarse.
A punto de concluir el breve partido, el padre de Axel se abalanzó al féretro entre gritos, implorando por un milagro.
La madre levantó la parte superior de la caja, le gritaba a su hijo que se levantara y jugara mientras su hermana abrazó el féretro con su padre.
En la cancha los niños pararon el juego, impactados por la escena y las lágrimas de nueva cuenta invadieron sus rostros. Fueron abrazados por sus padres y como un último gesto, el entrenador de nueva cuenta los instó a seguir. Secándose las lágrimas con sus camisetas y tratando de reconfortarse entre sí, regresaron a la cancha para hacer un último rebote.
Axel era un niño que no le hacía daño a nadie -dijo doña Manuela, abuela del menor-, se dedicaba a su escuela, venía de la iglesia esa noche, lo alcanzaron las balas de una delincuencia que ha tomado las calles, les pido a las autoridades encargadas que hagan algo para dar con quienes le arrebataron la vida, imploró.
El homenaje en la escuela primaria y el entierro se realizó de forma privada.