Por: Uzziel Becerra

La famosa frase atribuida a Francisco I. Madero con la cual impulsó el movimiento anti-releccionista y la conclusión del porfiriato en la revolución mexicana, sigue latente en la memoria colectiva de los mexicanos y en la de los principales actores políticos del país. El riesgo de que un gobernante quiera perpetuarse en el poder e imponer un régimen dictatorial, reeligiéndose de forma ilimitada y dañando la democracia, está presente cada vez que se pone sobre la mesa el tema de la reelección, sin embargo, la idea de que la reelección es mala per sé puede ser infundada.

Los Estados Unidos de América, la democracia constitucional más antigua, tiene en el diseño de su sistema político la posibilidad de reelegir al Presidente en una sola ocasión, pero su mandato solamente es de cuatro años. En México el mandato es un sexenio, seis años, sin posibilidad de reelección. En Países latinoamericanos como Argentina, Brasil, República Dominicana, entre otros, también se encuentra la posibilidad de reelección. A su vez ésta puede ser limitada por un periodo o ilimitada, como en el caso de Nicaragua y Venezuela (donde se ha roto el arreglo democrático); consecutiva o no consecutiva.

Al respecto la ciencia política ha demostrado que la reelección limitada funciona como un incentivo para que los gobernantes y legisladores realicen de forma eficiente su gestión, pues sus electores podrían evaluarlos y decidir su continuidad o su dimisión con su voto. Aunado a ello, la reelección puede fortalecer la profesionalización de las labores gubernamentales y legislativas, pues la popularidad o aprobación no es suficiente, sino que debe procurarse que los trabajos en el sector público sean eficientes, eficaces y profesionales.

La reforma político-electoral del año 2014 diseñó la posibilidad de reelegir a nuestros legisladores: los diputados por cuatro periodos consecutivos y los senadores por dos con la condición de que el partido por el cual buscan ser reelegidos sea el mismo con el que se trabajó la legislatura que concluye. Como se mencionó, lo anterior es un incentivo para la profesionalización de las labores legislativas, además pone un candado para evitar la famosa práctica de los “chapulines”, es decir, que un político cambie de partido a otro por conveniencia, persistiendo en los cargos públicos.

Hablar seriamente de reelección del Ejecutivo implicaría que pudiéramos hacer una revisión profunda sobre la conveniencia de los periodos de mandato y la implementación de la reelección. Para no dañar nuestra democracia constitucional, toda reforma político-electoral debe hacerse al menos 90 días antes de celebrarse las elecciones, tanto cambios en el periodo del mandato como la posibilidad de reelección limitada, nunca con posterioridad a los comicios. Lo que no se debe olvidar es que, cualquier cambio en las reglas del juego como en el diseño de las instituciones políticas debe corresponder con la cultura política de un país, factor determinante para la eficacia de cualquier cambio en el sistema político. ¿La ciudadanía en México estará preparada para deliberar la posibilidad de reelección del Ejecutivo?

Lo que sí sabemos es que la ciudadanía espera de sus gobernantes buenos resultados: mayor crecimiento y desarrollo económico, seguridad, la garantía de sus derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, aunado a una gestión pública a la altura de las necesidades sociales. Al respecto, en la coyuntura internacional, el gobernador de Puerto Rico Ricardo Rosselló anunció su renuncia tras una semana de intensas manifestaciones de la ciudadanía, por filtrarse conversaciones con sus colaboradores cercanos en las que hubo burlas, amenazas, insultos, a la población. La recesión económica del país, la crisis de la deuda, la corrupción y la ineficiencia gubernamental tuvieron su punto de inflexión y los ciudadanos respondieron para exigir la dimisión del Ejecutivo. Al final la reelección y la revocación de mandato están supeditadas a la eficiencia gubernamental y la garantía de derechos, es decir, a la legitimidad de ejercicio. Por lo tanto, es más sensato deliberar sobre la forma, los métodos y las estrategias adecuadas para dar los resultados que la ciudadanía espera de la clase política. Hasta no alcanzar ese umbral, la deliberación sobre la reelección del Ejecutivo será estéril.