Por Uzziel Becerra

Una vez que la epidemia del Covid-19 desatada en Wuhan, propagada en Asia y Europa ha sido declarada por la Organización Mundial de la Salud como pandemia al tocar territorio latinoamericano, los efectos que tiene la propagación del virus se observan tanto en el sector salud de los países afectados como en la economía, la política, y las conductas sociales de la población, lo que es muestra de un mundo globalizado y complejo. A pesar de lo anterior, en México pareciera que hacemos de la irresponsabilidad una estrategia a seguir, una política que no responde a la pandemia que va en aumento a lo largo del país, promovida por el presidente y replicada por la ciudadanía.

Aunque en el país hay 61 casos confirmados de covid-19 (cifra que se actualizará y cambiará constantemente), todavía nos encontramos en la primera fase de propagación del coronavirus, la cual corresponde a los casos importados, casi todos por contacto en Europa, que deben ser aislados y se deben buscar sus posibles contactos para evitar el inicio de la segunda fase, que corresponde a la transmisión local. En esta etapa de transmisión local se reportarían cientos de casos a los cuales se aplicarían medidas de contención focalizada; los números y estadísticas arrojan que no nos encontramos muy lejos de llegar a esta fase. Y por último la fase tres de, propagación extensa, en la que existiese registro de miles de contagios que requiriesen medidas drásticas como la suspensión de todas las actividades del país, como sucedió en China.

Dichas fases forman parte de la lucha de los gobiernos alrededor del mundo contra la propagación del Covid-19, consistente en retrasar su propagación y tratar de contenerlo, buscando aplanar la “curva epidémica”, ralentizando la propagación del virus para evitar escenarios como los de Italia y España (aumentando mil casos por día). China logró estabilizar la curva epidémica gracias a la militarización del territorio, imponiendo a sus ciudadanos medidas extremas que incluyeron la retención de la libertad por la fuerza (pues en un régimen autoritario el poder político está por encima de los derechos y libertades de los ciudadanos). En Italia, gracias a los decretos del Presidente del Consejo de Ministros, se cancelaron las actividades ordinarias estableciendo lineamientos específicos para salir del hogar en busca de provisiones, por motivos de salud y sustento económico. En México la política sanitaria no es clara ni transparente; los dichos del presidente imperan sobre las acciones del gobierno federal, teniendo como consecuencia que la ciudadanía se relaje en cuanto a las medidas recomendadas, actuando con total irresponsabilidad.

La Constitución establece en su artículo 73 fracción XVI que dependerá directamente del Presidente de la República a través del Consejo de Salubridad General lo relacionado con las estrategias de salud pública, sin intervención de ninguna Secretaría de Estado, y sus disposiciones generales serán obligatorias en el país. Asimismo, y en el caso particular de epidemias de carácter grave o peligro de invasión de enfermedades exóticas en el país, la Secretaría de Salud tendrá la obligación de dictar inmediatamente las medidas preventivas indispensables para su contención y atención, a reserva de ser después sancionadas por el Presidente de la República.

Sin embargo el órgano colegiado ha quedado marginal en los hechos a disposición del presidente, quedando el criterio respecto de la toma de decisiones para responder a la expansión del coronavirus a cargo del Subsecretario de Salud, Dr. Hugo López-Gatell, a quien hemos visto de forma ininterrumpida las últimas semanas en conferencia mañanera. No hay duda de que su currículum y experiencia profesional lo deben colocar en el primer círculo de expertos en la materia, sin embargo es necesario que López Obrador, como Jefe de Estado, asuma su responsabilidad como la principal figura pública del país, dando ejemplo de las medidas recomendadas por la OMS y el propio gobierno que encabeza.

Y es que ha sido precisamente el presidente el primero en incumplir con las disposiciones recomendadas para evitar la propagación del virus. Mantiene el desarrollo de sus giras alrededor de la república, abrazando multitudes, besando a señoras y niñas, aglutinando a las masas para continuar fortaleciendo la legitimidad de su mandato con las personas. Durante la visita de Obrador a la comunidad de Marquelia, Guerrero, participando en un diálogo entre pueblos indígenas, mixtecos y tlapanecos, señaló que la pandemia no haría daño al país: “Tengo mucha fe de que vamos a sacar a nuestro querido México adelante, no nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias, nada de eso, vamos a sacar adelante a nuestro país, porque cuando no hay corrupción el presupuesto rinde, alcanza”.

El pronunciamiento del Presidente busca contener y retener, no la propagación del virus, sino los ánimos sociales; fortalecer la narrativa de que todo está bajo control mientras él siga al frente combatiendo la corrupción. Incluso se pretende dar certeza a la población de que, aunque el presidente pueda contraer la enfermedad, éste saldría prácticamente recuperado pese a su edad y sus conocidos problemas de salud. El mal ejemplo del presidente, minimizando los efectos de la pandemia y actuando como si no existiera un problema que atender, ha mostrados su efectos en la ciudadanía este puente.

Ciudades turísticas como Acapulco, Taxco e Ixtapa-Zihuatanejo han registrado la ocupación hotelera en un 90 por ciento gracias a los turistas, aun contra todas las indicaciones que se han difundido, desde la OMS como los propios gobiernos locales. En efecto, como lo mencionó López-Gattel, “la fuerza del presidente es moral”, los mecanismos comunicacionales creados por su gobierno han hecho que lo que haga y diga el presidente sea replicado por una gran cantidad de personas sin la menor búsqueda de verificación de la información. Si el presidente abraza y besa multitudes sin el menor cuidado, ¿qué incentivos tiene el ciudadano para prevenirse ante una pandemia con riesgos inminentes? Mientras las personas vacacionan este puente se ha confirmado el primer caso de coronavirus en Acapulco. Las consecuencias son previsibles.

La polarización de la sociedad ha creado un ambiente bipolar, por un lado están los ciudadanos que vacacionan con toda tranquilidad, confiando en los dichos del Ejecutivo Federal y en que el virus es un tema controlado, mientras que, por otro lado, están las personas que observamos realizando compras de pánico, siendo seducidas por las teorías de la conspiración que circulan en redes sociales, presas del miedo y del consumo irracional de productos que no protegen a las personas del contagio, en total escepticismo a las indicaciones de las autoridades sanitarias del país. Ambas reacciones son consecuencia de la prolongación de conflicto social y político impulsado por López Obrador; otra vez de la irresponsabilidad.

Contrario a lo anterior, han sido precisamente los ciudadanos informados, la masa crítica de la sociedad, quienes se han mostrado en oposición a la estrategia gubernamental de desatención. El Tecnológico de Monterrey y la Universidad Nacional Autónoma de México fueron las primeras universidades en comunicar a sus comunidades académicas la suspensión temporal de toda clase de actividades (académicas, culturales, sociales y recreativas) como una medida de prevención para salvaguardar la integridad de las personas que desarrollan de manera ordinaria su vida en dichos centros de estudios. Las diversas universidades autónomas como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos han replicado dicha medida.

El gobierno federal fue el primero en criticar tal situación, argumentando que propagaban el temor entre la ciudadanía, contrario al objetivo gubernamental. No obstante, la presión de la sociedad civil y de la academia obligó al gobierno federal, al menos a la Secretaría de Educación Pública, a decretar el adelanto y extensión de las vacaciones de semana santa, comenzando el 20 de marzo y concluyendo el 20 de abril, pues el interés superior de las niñas, niños y adolescentes exigía la tutela de la integridad física de los menores, a pesar de la resistencia desde Presidencia de la República.

De esa forma, la responsabilidad de retener y contener la expansión del covid-19 corresponde en primer lugar al gobierno federal y de forma lateral a la ciudadanía, puesto que las características del virus y de la forma de contagio hacen probable que continuar con las actividades ordinarias, asistir a eventos multitudinarios o salir a vacacionar sean una mala decisión con respecto a este objetivo. Esperemos que el gobierno asuma la responsabilidad de prevenir antes de que lamentemos entrar oficialmente a la fase 2 y que la ciudadanía atienda los llamados de las diversas autoridades sanitarias, contribuyendo a que el país no atraviese una crisis sanitaria, económica y sociopolítica que puede evitarse con el compromiso de su población.

* Consejero Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias sociales. Secretario de Asuntos Políticos del Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Publica Sección Morelos. Representante del CEA de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas en Morelos.