Por Moisés Sánchez
Cuernavaca, Mor., 5 de septiembre. – La infancia de Tito Quiroz no fue la que todo niño espera porque cuando regresaba a casa, luego de varias horas de trabajar, su padre, siempre molesto, le apagaba cigarros en cualquier parte del cuerpo.
En las evocaciones de Tito aparece un violín cuyo instrumento lo ayudó a aliviar la crisis emocional y lograr su salvación. Ahora anda siempre con su violín a cuestas y una sonrisa en la cara, tratando de ayudar a niños que atraviesan la misma situación que vivió.
Al parecer la vida de Tito está destinada a ser complicada porque hace 14 era indocumentado en Estados Unidos Hace, hace siete años lavaba autos y boleaba zapatos, hace uno lo secuestraron y le detectaron un tumor que, supuestamente, sólo le permitiría vivir 10 años más, pero todo eso, asegura, lo hizo más fuerte.
Tito, con su actitud alegre y su sonrisa que nunca desaparece, acepta que aunque se tituló de la licenciatura de Derecho su vida la ha dedicado a ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad a través de la música. Ha estado en Baja California, Hermosillo, Sonora, Monterrey, Colombia y Estados Unidos, además, hace dos años, a los 28, ganó el premio nacional de la juventud.
Hace cinco semanas Tito Quiroz, un joven pero exitoso músico de 30 años, se encontraba cómodo, con su familia, en su natal Ensenada, Baja California, pero optó por dejarlo todo y venir a Morelos para meterse en una de las colonias más conflictivas y peligrosas de Cuernavaca, donde la venta de droga es el subsidio de algunas personas: Patios de la estación.
En ese lugar será el director de la escuela de Música de Patios de la estación. Un reto que, sabe de antemano, será complicado.
Sin embargo, dice, está dispuesto a morir en Patios de la estación «sobre todo porque quiero ver a los niños teniendo sueños y expectativas en su vida. Me enamoré de gente y mi corazón está con ellos”, indicó.
“Yo nunca he visto que alguien cambie por medio de la crítica, pero sí por un abrazo, el amor, el cariño la nobleza y la amistad”, dijo. Su lema es “amor y servicio”, pero admite con una carcajada que se lo acaba de inventar. Nunca lo había pensado.
Hasta el momento son 350 niños los que están inscritos en la escuela que suplirá a la antigua estación de trenes que hace cuatro años casi desaparece por un incendio. El 20 de septiembre la escuela abrirá sus puertas y contará con 150 instrumentos, entre pianos, violines, violas y contrabajos, provenientes de Nueva York y Los Ángeles. Se impartirán clases de orquesta, ensamble y mariachi.