*La caricatura hace amigable la incorporación de los individuos menos politizados al debate público.

Por Carlos Tercero
La caricatura política ocupa un lugar privilegiado en el universo de las expresiones que integran la libertad de prensa y el derecho a la libertad de expresión, en un género gráfico que combina el arte visual con la crítica social y política, y que históricamente ha sido una herramienta poderosa para cuestionar al poder, señalar incongruencias y convocar a la reflexión de la opinión pública. Su fuerza radica no solo en su capacidad de sintetizar, en un trazo o imagen, situaciones complejas de la realidad social, sino también en su habilidad para hacerlo accesible a públicos diversos, valiéndose del humor, la sátira y la exageración como mecanismos de comunicación efectiva. Es parte integral de un ejercicio periodístico que se encuentra amparado en la Constitución y marcos normativos que garantizan la libertad de expresión propia de nuestra joven democracia; sin embargo, no está exenta de tensiones y controversia. La semana pasada una de las Salas Regionales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, resolvió precisamente que “la caricatura política se encuentra dentro del amparo del ejercicio de la libertad de expresión y del ejercicio periodístico”, revocando una resolución dictada por un Tribunal Electoral estatal en contra del reconocido reportero gráfico y maestro caricaturista Alberto Morales García mejor conocido como “Beto Gato” o “Cat Morales”, quien tuvo que promover un Juicio para la Protección de los Derechos Político-Electorales, impugnando la resolución de dicho Tribunal Electoral, que cedió a la presión de lo que se percibió como políticamente correcto.

Tras los relevantes logros sociales alcanzados en la última década respecto a la igualdad; la paridad; la lucha contra la violencia políticay la discriminación; han llegado algunos casos, los menos, que abusando de dichas acciones afirmativas y mostrando una hipersensibilidad política cuya fragilidad es antagónica a los atributos requeridos para adentrarse en la vida pública, pretenden escudarse en dichos mecanismos de legítima defensa y protección democrática, distorsionándolos y convirtiéndolos, irónicamente, en una caricatura. Es de reconocer que, hasta hoy, los órganos jurisdiccionales cuentan con diversas instancias que permiten la administración de justicia, ratificando la pertinencia de contar con estructuras garantes de las leyes y normas, respetuosas en primer término del Estado de derecho, pero también de la división y equilibrio de poderes, como características obligadas de una democracia.

La caricatura política no solo contribuye de manera significativa a la formación de una opinión pública más crítica, sino que, al invocar al sentido del humor, el caricaturista facilita y hace amigable la incorporación de los individuos menos politizados o distantes del acontecer social al debate público, permite que audiencias de diversas edades y niveles educativos accedan a la crítica política de una forma lúdica y a la vez incisiva. No se trata de una trivialización de los problemas, sino de una forma más digerible, fomentando la reflexión y, eventualmente, la acción ciudadana fundamental para la transformación social y política que ya no se limita a la publicación tradicional en la prensa escrita, sino que hoy es parte integral de la difusión digital a través de las distintas plataformas multimedios.

El talento y la sagacidad de los profesionales de la caricatura periodística o política requieren de protección y garantías. Defender su derecho a expresarse sin represión o represalias es esencial para que su labor persista como expresión de arte crítico comprometido con su tiempo, como herramienta de transformación social, que permita observar, comprender y —sobre todo— no olvidar que el poder, en cualquier forma que adopte, debe siempre ser observado con atención y, cuando sea necesario, con cierta irreverencia en el ejercicio pleno del libre pensamiento, gritando con imágenes lo que las palabras a veces no alcanzan a decir, captando y reflejando los valores, las creencias y las actitudes dominantes en un momento determinado del acontecer cotidiano, revelando al imaginario colectivo, los miedos y alegrías, las aspiraciones y frustraciones,cuestionando una realidad nacional en constante evolución.

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