Por Uzziel Becerra

El martes 3 de noviembre se celebrarán elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América, por lo que los ciudadanos norteamericanos deberán elegir entre Joe Biden, candidato del Partido Demócrata, y el actual presidente Donald Trump, por el Partido Republicano. Pero ¿cuál es el procedimiento electoral en Estados Unidos? ¿Por qué es una democracia indirecta? ¿Cuáles son los escenarios previsibles?

Debemos iniciar entendiendo que en Estados Unidos el periodo presidencial es de cuatro años, con posibilidad de reelegirse un periodo inmediato, circunstancia en la que se encuentra Donald Trump. En la elección presidencial se elige tanto a la Presidencia como Vicepresidencia, pero no son elegidos por el voto popular directo, sino que es un sistema de votación indirecto. Quienes tienen capacidad de votar son los electores de un órgano llamado Colegio Electoral, conformado por 538 delegados o votantes reales, provenientes de todos los estados, más Washington D.C., y que son ciudadanos elegidos por los partidos políticos.

En ese sentido, se debe precisar que los residentes en Puerto Rico y Guam no votan en las elecciones presidenciales, y por lo tanto no tienen representación en el Colegio Electoral.El número de electores en cada estado es proporcional al tamaño de su población, y cada estado tiene tantos electores como miembros del Congreso norteamericano, es decir, de la Cámara de Senadores y Cámara de Representantes. De esa forma, los estados más grandes, California y Texas, que son los más poblados en Estados Unidos, eligen 55 y 38 electores o delegados, mientras que los menos poblados, Wyoming, Montana y Dakota del Sur, solo eligen 3 cada uno.

Pese a lo anterior, debemos precisar que los ciudadanos norteamericanos sí votan por algún candidato, pero son los votos del Colegio Electoral los que finalmente cuentan. Así, el ganador en los votos totales asegura la totalidad de los votantes del Colegio Electoral. Para que un candidato presidencial tenga posibilidades de ganar requiere al menos 270 votos de los electores, es decir, la mitad más uno de los delegados en el Colegio Electoral, independientemente de los votos populares que se hubiesen escrutado. En este sentido, debemos resaltar que existen estados que son históricamente leales a un partido político determinado: los estados de Misisipi, Alabama, Idaho y Kansas son proclives al Partido Republicano, mientras que los estados de Oregon, Maryland, Michigan y Massachusetts son leales al Partido Demócrata. Son el voto duro de los partidos y sus consecuentes delegados.

Respecto de la fecha en que se celebran elecciones, la tradición norteamericana instituye que sea el martes después del primer lunes de noviembre, pues en los primeros años como país independiente la fecha favorecía a los electores a acudir a las urnas. Sin embargo, existe la posibilidad de votar por correo, una forma de votación que ha sido cuestionada por supuestos problemas de irregularidades, pero que permite a los electores pronunciar su voto incluso antes de llegada la fecha correspondiente al 3 de noviembre. Asimismo, debemos recordar que el 3 de noviembre también se vota por la renovación total de la Cámara de Representantes y por un tercio de la Cámara de Senadores, por lo que no solo estará en juego la investidura presidencial, sino su principal contrapeso o aliado, el Congreso.

En la mayoría de los casos, es posible que se proyecte a un ganador la misma noche de las elecciones de noviembre, concluyendo con la etapa de conteo de la votación popular. No obstante, la votación el Colegio Electoral tendrá lugar a mediados de diciembre, determinando oficialmente a quien tendrá a cargo el mandato presidencial y vicepresidencial en Estados Unidos. Recordemos que el ejercicio electoral pasado de 2016, Hillary Clinton se habría pronunciado ganadora por votos populares, sin embargo, no fue electa por el Colegio Electoral; Clinton llevó la delantera por casi 3 millones de votos, pero los delegados favorecieron a Trump. En efecto, un delegado puede votar discrecionalmente, pese a que los ciudadanos que represente hayan favorecido a un candidato específico.

Este sistema electoral norteamericano fue diseñado en un contexto en el que la democracia fue problematizada como un sistema lleno de vicios, por la visión de la tiranía de las mayorías, que observó Alexis de Tocqueville, y la visión federalista de Hamilton, Madison y Jay, en el que la virtud republicana es más valiosa que la expresión directa de todos los ciudadanos, así como la perspectiva de los padres fundadores como Thomas Paine. El diseño persiste por la necesidad de mantener un sistema político estable y certero para los ciudadanos norteamericanos, al punto que, presumiblemente, Estados Unidos es la democracia moderna más antigua del mundo. Sus instituciones políticas y sus diseños de elección son respetados y valorados como una condición sine qua non de esa estabilidad.

Los escenarios sobre la elección presidencial tienen una especial importancia para México, puesto que el gobierno mexicano está muy comprometido con la administración de Trump, y se han dado muestras de apoyo recíproco. Prueba de lo anterior es el acuerdo con el gobierno de Estados Unidos sobre el conflicto del agua en Chihuahua. “Agradecer al presidente Trump, al secretario de Estado, el señor Pompeo, porque tuvimos algunas dificultades para el cumplimiento de este acuerdo. Ellos entendieron la circunstancia especial, la actitud poco responsable del gobierno de Chihuahua… Con el compromiso del gobierno estadounidense de que si necesitamos el agua para el consumo humano, ellos van a proporcionar y si tenemos una situación de sequía severa también la van a proporcionar…Se evitó una sanción, un conflicto”, expresó en conferencia de prensa López Obrador.

Asimismo, hubo un conflicto en el que congresistas estadounidenses enviaron una carta a Donald Trump acusando al gobierno mexicano de violar el espíritu del Tratado de libre comercio (T-MEC) al denunciar que se le da trato preferencial a Pemex y a la CFE al interior de México, dejando de lado a las empresas de Estados Unidos, y cancelando contratos con sus empresas energéticas. La respuesta del gobierno de Estados Unidos fue ignorar las exigencias de los senadores John Cornyn y Ted Cruz, haciendo previsible que Trump respalde el posicionamiento en México, dada la buena relación entre ambos mandatarios.

De esa manera, el escenario más favorable para el gobierno mexicano es el triunfo de Donald Trump, para mantener vigentes los acuerdos y negociaciones que se han construido en la presente administración, sobre todo en lo relativo al T-MEC. Sin embargo, la permanencia de Trump en el poder presidencial permitirá mantener vigentes las violaciones a derechos de los migrantes, una narrativa preponderantemente racista y supremacista, así como el despliegue de una guerra comercial con China, el debilitamiento institucional de las relaciones internacionales, entre muchos otros tópicos que se pueden calificar de reprobables de parte del gobierno norteamericano.

Pese a que Trump va por debajo de Biden en las encuestas, lo cierto es que el actual presidente cuenta aún con la institución presidencial y la experiencia de haber contendido y vencido frente a todo pronóstico, Por lo tanto, no hay un planteamiento certero sobre el futuro de Estados Unidos y de la relación con México. De esa manera habremos de esperar casi a finales de año para conocer si Trump continúa o si Biden logra arrebatarle la presidencia, ambos con sus respectivas consecuencias para ambos países y para la correlación de fuerzas de occidente. Definitivamente, la elección de noviembre definirá el rumbo de la región y las condiciones de cooperación política en el mundo.

 

*Consejero Universitario Alumno de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAEM. Representante del CEA de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas en Morelos. Secretario de Asuntos Políticos en el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública Sección Morelos. Representante de Morelos en el Congreso Nacional Universitario.

Por