O’Malley y Baker, proponen una serie de herramientas y técnicas para cultivar un enfoque artístico del liderazgo, una de ellas es el «ritual de liderazgo», que es una práctica regular en la que los líderes reflexionan sobre su papel…
Por Carlos Tercero
O’Malley y Baker, proponen una serie de herramientas y técnicas para cultivar un enfoque artístico del liderazgo, una de ellas es el “ritual de liderazgo”, que es una práctica regular en la que los líderes reflexionan sobre su papel…
El liderazgo es una habilidad clave para guiar a un grupo de personas hacia un objetivo común, ya sea en el ámbito social, en los negocios o en la política, que comúnmente es atribuible más a una capacidad técnica que artística, hecho interesantemente contrastado en el libro “Every Leader is an Artist” (Cada líder es un artista), en el que Michael O’Malley y William Baker exponen y argumentan que el liderazgo es, en realidad, un arte que se puede aprender y desarrollar. Ambos autores hacen una distinción entre el liderazgo técnico y el liderazgo artístico: el técnico, se centra en la gestión y la eficiencia; mientras que el artístico, se centra en la creatividad, la expresión y la inspiración, lo cual le hace más efectivo y certero, dado que permite a los líderes, conectar con sus equipos de una manera más profunda, emotiva y significativa.
Ello, explica el porqué del éxito de algunos de los liderazgos que, en diversos momentos de la historia en nuestro país, han logrado como verdaderos redentores, ser seguidos, obedecidos masivamente con una devoción que trasciende a la razón, para la consecución de causas sociales y políticas en las que el destino nacional, el destino de las masas, queda en manos de su líder, así como de las minorías rectoras que conforman su primer círculo y entorno de poder.
O’Malley y Baker, proponen una serie de herramientas y técnicas para cultivar un enfoque artístico del liderazgo, una de ellas es el “ritual de liderazgo”, que es una práctica regular en la que los líderes reflexionan sobre su papel y su impacto en el equipo, otra, es el “mapa de la historia”, en el que los líderes exploran la historia y las experiencias de su equipo para crear un sentido de identidad y propósito compartidos; así mismo, proponen el uso de metáforas y símbolos para transmitir la visión y los valores del equipo, por ejemplo: “navegar por aguas turbulentas” para describir los desafíos que el equipo enfrenta y cómo superarlos; e igualmente, el uso de símbolos, como un estandarte o un lema, para unir al equipo y darle sentido de pertenencia y propósito.
Además de estas herramientas, enfatizan la importancia de la empatía y la escucha activa en el liderazgo artístico, por lo que los líderes deben ser capaces de ponerse en el lugar de los demás y entender sus perspectivas y necesidades, lo que implica prestar atención completa y sin prejuicios a los demás, pues es crucial para crear un ambiente de confianza y colaboración en el equipo, bajo la premisa de que los líderes, deben ser capaces de conectar con sus equipos de una manera más humana y auténtica y que, al adoptar una mentalidad artística, pueden ser más creativos, expresivos y efectivos en la conducción de sus equipos hacia el éxito.
Este enfoque también puede ayudar a los líderes a superar algunos de los desafíos más comunes, como la resistencia al cambio y la falta de motivación del equipo. Al utilizar herramientas artísticas como metáforas y símbolos, los líderes pueden transmitir su visión de una manera más emocional y persuasiva, lo que puede inspirar a los miembros del equipo a trabajar juntos hacia objetivos comunes, desafiando las convenciones del liderazgo técnico.
Bajo este contexto, queda claro que el liderazgo es un arte y que cada líder es un artista. Luego entonces y en este símil, queda igualmente claro que, como existen distintos tipos de arte, los hay de liderazgo y, tan diversos existen los artistas como los líderes; siendo prerrogativa social y ciudadana, el elegir al que más guste, al que más convenga; y en lo que es fundamental que como sociedad, como electorado, reconozcamos que ningún bien hace al país el establecimiento de una ineptocracia, de una clase política ignorante y dogmática para gobernarle; ni mucho menos un pueblo cuya apatía, por un lado, o resentimiento social por el otro, le determine a ser la causa del líder, cuando, por el contrario, la causa nos pertenece a cada ciudadana, a cada ciudadano, causa común llamada México.