Leticia Villaseñor

Emiliano Zapata, Mor., 13 de julio.- Juan Mena era un hombre entrado en años, piel morena, deportista. Gustaba de hacer ciclismo de montaña en su querido pueblo Emiliano Zapata. Su hijo, quien ostentaba el mismo nombre, también salió deportista pero a él le gustaba el futbol. “Era de los mejores”, dicen sus amigos.

La vida de ambos fue cegada de una forma dramática. El miércoles un socavón en el Paso Express, que conecta a la Ciudad de México con el estado de Guerrero, y que tiene su punto medio en la ciudad de Cuernavaca, se abrió  cuando ellos circulaban a la altura de la colonia Chipitlán, ahí donde vecinos del lugar hicieron protestas, manifestaciones, bloqueos y escritos al destituido delegado José Luis Alarcón Ezeta, de la Secretaría de comunicaciones y Transportes, por las deficiencias con que se construyó la vialidad.

Los dos hombres quedaron enterrados bajo toneladas de tierra y concreto. Los cuerpos de rescate tardaron alrededor de 9 horas en rescatar el vehículo que quedó reducido a la mitad por el peso de los escombros.

La tarde y noche del miércoles transcurrieron entre trámites y declaraciones de las autoridades de la instancia federal que responsabilizaron a las lluvias, a la basura, al drenaje pluvial, hubo incluso quien responsabilizó a los automovilistas del incidente en el lugar, que tan sólo hace tres meses fue inaugurado por el propio presidente Enrique Peña Nieto.

Por la madrugada padre e hijo llegaron en dos cajas de madera a la colonia el Capiri de Emiliano Zapata, una colonia de bajos recursos. La de Juan padre era en tono caoba, sobrio; la de su hijo era en un color claro.

La mañana descubrió los rostros hinchados, con el dolor atravesado. Adela, la esposa, la madre, apenas veía a la gente a su alrededor.

Los asistentes al velorio eran atendidos en la calle, donde se colocó un tendido y sobre la calle sin pavimentar varias sillas.

Al filo de las 11:00 horas los familiares hablaron con la prensa. Sonia, quien perdió a su padre y a su hermano, pidió a los medios respeto para vivir su duelo, para asimilar la partida. Se sobrepuso un poco a las lágrimas que quebraron su voz y aclaró que contrario a lo declarado por el titular de la SCT, Gerardo Ruiz Esparza, “no aceptamos dinero, queremos justicia por la negligencia que les arrebató la vida a mi padre y a mi hermanos, quienes eran el principal sustento de esta casa”, dijo.

Mañana empezaremos a escuchar las voces que quieren resarcir un daño irreparable, mañana escucharemos a las personas que quieran justificar la incapacidad y tapar sus irresponsabilidades… pero de eso hablaremos mañana. Hoy queremos agradecer que respeten nuestro duelo», pidió.

Después los féretros fueron llevados por la pequeña casa a modo de despedida. Luego los colocaron en dos carrozas y el cortejo partió hacia la capilla ‘Espíritu Santo’ de la localidad.

La banda de viento entonó “Cruz de olvido” y los asistentes caminaron detrás de los carros fúnebres con sus flores en una mano y la sombrilla en la otra, ya que el sol inclemente y el calor apabullante de la zona no dio tregua.

Una vez colocados los dos ataúdes, una pequeña perrita criolla negra y café se sentó en medio de la pequeña iglesia con sus patas cruzadas como custodiando las almas de los integrantes de la familia Mena.

El padre expresó a los deudos su pesar y su apoyo; ‘no están solos’, comentó en su homilía, ‘la comunidad está con ustedes’.

Al término del oficio religioso el cortejo partió a un pequeño cementerio, a un par de cuadras de distancia.

Los dos hoyos cavados en la tierra esperaban a sus ocupantes. La banda acalló los lamentos, las palabras de dolor y de consuelo.

Primero fue colocado el ataúd del padre mientras la banda tocaba “Dueño de ti”, del cantante venezolano José Luis Rodríguez “El Puma”, famoso en la década de los 80.

Su hijo “esperaba” mientras su familia, sus dos pequeños, su exesposa y su actual pareja colocaban su uniforme sobre la madre clara. La playera azul rey con el número y el apellido Mena y el pantalón corto blanco se fueron con él.

Mientras bajaban su ataúd, familiares y amigos echaron porras y dedicaron aplausos a los dos Juanes, las dos víctimas del socavón del Paso Express.