Por de10.com.mx

Elizabeth Blackwell nació el 3 de febrero de 1821 en la ciudad de Bristol, al suroeste de Inglaterra. Fue la tercera hija del matrimonio formado por Samuel y Hannah Blackwell. Se graduó en el Geneva Medical College en Nueva York, convirtiéndose en la primera mujer que estudió y ejerció la medicina en Estados Unidos tras obtener un título.

Hacemos esta aclaración, porque hay pruebas de que antes de ella hubo otra mujer médico, que para poder estudiar y ejercer, durante toda su vida tuvo que fingir que era un hombre. Al parecer, su nombre era Margaret Ann Bulkley, pero en el mundo médico fue conocida como el doctor James Barry.

Pero regresando a Elizabeth, tanto ella como sus hermanos se criaron en un ambiente estable donde la formación académica era constante y sus padres le dieron la libertad de elegir su propio camino en la vida, lo que la ayudó a elegir la vocación médica.

La familia Blackwell se vio obligada a abandonar la ciudad de Bristol luego de las revueltas de 1830, y tomaron rumbo hacia Estados Unidos en 1832. Al igual que en su país, su padre fue un activo participante en la reforma social. Su implicación con el abolicionismo lo llevó a tener una amistad con William Lloyd Garrison. Pero sus proyectos empresariales no tuvieron éxito, por lo que se mudaron de Nueva York a Nueva Jersey y luego a Cincinnati, donde murió dejando a la familia sin dinero.

Una dura etapa

Elizabeth, junto a sus hermanas Ann y Marian, y su madre, abrieron una escuela privada para salir de sus apuros económicos, a la cual bautizaron como “The Cincinnati English and French Academy for Young Ladies”, y aunque no ganaban una fortuna les ayudaba a cubrir sus imprevistos.

Es en esta etapa cuando le surge la curiosidad por la medicina y comienza a buscar oportunidades. Luego de que su solicitud fuera rechazada en diez universidades, en octubre de 1847 logró ser admitida en Geneva Medical College, en Nueva York. Pero no fue fácil, ya que se preguntó a los estudiantes si estaban de acuerdo con su admisión, ellos, al pensar que era una broma, dijeron que sí.

Cuando se dieron cuenta que hablaba en serio, los alumnos y la gente del pueblo se escandalizaron. Al principio se le prohibió asistir a las demostraciones médicas de clase, porque decían que no eran apropiadas para una mujer. Sin embargo, sus compañeros fueron volviéndose más amables con ella, luego de ver su habilidad y persistencia.

Elizabeth se graduó como la primera en su clase en enero de 1849, convirtiéndose así en la primera mujer en graduarse de la escuela de medicina, la primera mujer médico de la era moderna en Estados Unidos. El día de la graduación la prensa local asistió para cubrir la noticia, y el decano el Dr. Charles Lee, le entregó su diploma y se inclinó ante ella.

Un sueño roto

Ella decidió seguir con sus estudios y después de convertirse en ciudadana de Estados Unidos, decidió regresar a Europa para ejercer. Las universidades de aquel continente no concebían la idea de que una mujer trabajara en hospitales, por lo que fue rechazada. Logró ingresar al hospital “La Maternité”, en París, pero en noviembre de 1849, mientras atendía a un recién nacido afectado con conjuntivitis neonatal, parte del fluido infeccioso dañó e hizo que perdiera su ojo izquierdo, por lo que tuvo que abandonar el sueño de convertirse en cirujana.

Después se trasladó a Inglaterra donde conoció a la enfermera Florence Nightingale, pero al regresar a Estados Unidos, los hospitales y dispensarios se negaron a contratarla, incluso no quisieron darle una oficina para dar consulta privada, por lo que tuvo que comprar una casa para tales fines.

Junto a su hermana Emily fundó una Escuela de Enfermería para mujeres. El estallido de la Guerra de Secesión las dio a conocer a ellas y a sus primeras discípulas. Además escribió tratados para difundir entre la población femenina, consejos y recomendaciones para mejorar su higiene y salud.

En 1859 Elizabeth fue la primera mujer incorporada al Registro de Médicos de Gran Bretaña. Ejerció la cátedra de ginecología y dio conferencias a los obreros de Londres. Combinó la práctica médica con su cruzada moral contra la prostitución y a favor de la educación sexual de los jóvenes. En 1868 se unió a la Escuela de Medicina para mujeres, donde tuvo como colaboradora a la Dra. Rebecca J. Cole (1846-1922), la segunda mujer negra que se graduó en medicina en 1867.

La inevitable partida

En los últimos años de su vida escribió una obra autobiográfica: “Pioneer Work in Opening the Medical Profession to Women”, pero solamente vendió unas 500 copias. Poco a poco se fue alejando de la vida pública, hasta que el 31 de mayo de 1910 murió a causa de un derrame cerebral, en su casa de Hastings, Sussex, en Inglaterra, a la edad de 89 años.

Su cuerpo fue incinerado y enterrado en la parroquia de St Munn’s Parish Church, Kilmun, en Escocia. Ella nunca se casó y tampoco tuvo hijos, pero adoptó a una niña huérfana de nombre Kitty; se mantuvo fiel a sus principios y se consagró a la medicina.