Por Moisés Sánchez

Jiutepec, Mor., 28 de septiembre. – Gran parte de la Unidad Habitacional El Pochotal, en Jiutepec, se transformó desde el sismo del 19 de septiembre en un campamento. Las grietas en los edificios hicieron que en los estacionamientos los autos cedieran su lugar a casas de acampar. Los vecinos montan guardia frente a sus casas, no quieren estar ahí, pero no tienen a dónde ir y temen que se roben sus pertenencias.

Aníbal Rivera vigila sus pertenencias desde hace 9 días, su casa está en el edificio 3 A, cuya fachada cuenta con grietas, y asegura que ese daño, según una minuta del 23 de septiembre de Protección Civil del municipio, no es grave; tiene solución, sin embargo, en tanto no se repare es inhabitable.

El 19 de septiembre, a las 13:14 horas un sismo de magnitud tuvo su epicentro en Axochiapan, y causó estragos en todo el centro del país. Las cifras oficiales aún están por determinarse, pero los números preliminares del gobierno estatal indican que murieron 74 personas, se dañaros más de 10 mil viviendas y hay casi 7 mil morelenses en albergues.

Momentos después del temblor empezaron a conocerse los estragos que se habían generado. El Pochotal fue una de las zonas perjudicadas, dos edificios resultaron con afectaciones irreparables y muchos con afectaciones leves y moderados, la gente salió de sus casas, pero no sabía la gravedad del asunto.

Aníbal recordó cómo fueron los días subsecuentes. Contó que unos días después Protección Civil los visitó, pero trató con poco profesionalismo la situación. Aseguró que la gente tuvo el aviso de que debían desalojar las viviendas en menos de 48 horas, por posibles colapsos. La población corría, sacaba sus pertenencias para marcharse, “sembraron el pánico. Era un éxodo, parecía Siria”, contó.

Las casas de acampar están regadas por toda la unidad, algunos edificios están cercados con cintas amarillas o rojas que dicen “peligro”, la gente, en su mayoría amas de casa o adultos de la tercera edad, se reúne en grupo, platican, toman café y siguen hablando del miedo que colectivo, en un intento de regresar a la normalidad.

Sin embargo, Aníbal reconoce que el tiempo para regresar a cotidianidad será largo, “no sólo somos nosotros, somos un montón de gente afectada. Hay que tranquilizarnos, es to va pa’ largo y tenemos que vivir con eso”, sostuvo resignado.

Y sentada junto a Aníbal, la vecina del 302 del 3 A, Yolanda Melgar, una señora de la tercera edad, agrega con un tono de decepción que estarán ahí hasta les den una solución, aunque ésta pueda tardar meses.