Por Carlos Tercero
De manera cada vez más frecuente, escuchamos o leemos la expresión Nearshoring en el diálogo de los temas públicos y que, en términos prácticos, se define como la acción o decisión por criterios de rentabilidad empresarial, de transferir operaciones industriales a sedes menos costosas (mano de obra, insumos, electricidad, combustibles, e incluso impuestos) y geográficamente más cercanas.
Para el nuevo país sede, en este caso México, significa un refuerzo macroeconómico importante, resultado de la captación de inversión extranjera directa, el fortalecimiento y desarrollo de infraestructura y, sobre todo, un impacto social relevante por la generación de empleo, como parte de dicha subcontratación de procesos.
Ligado y similar al Nearshoring, está presente el Offshoring, que consiste en la contratación de proveeduría o fabricación previamente establecida por terceros, cuyo resultado consiste en un producto final de menor costo, sin que en ello se considere el criterio de cercanía geográfica.
Ante la acelerada y dinámica globalización económica, ambos conceptos son parte natural de la vida comercial e industrial de México y que de acuerdo con nuestra posición geográfica nos ubica como una gran alternativa de nearshoring para los Estados Unidos y Canadá, que tradicionalmente operaban a través del offshoring sobre todo en China; en lo que tal vez el caso más conocido tanto por su impacto mediático como económico con una inversión de más de cinco mil millones de dólares, es la determinación de Tesla de instalar una planta de producción en Nuevo León y que puede detonar a nuestro país como el centro de producción de vehículos eléctricos de Latinoamérica, desplazando a Brasil; pues unos de los sectores que más se ha fortalecido con la firma del T-MEC en nuestro país, es precisamente el de la industria automotriz.
La cercanía y enorme frontera que compartimos con la economía y mercado de consumo más grande del mundo nos abre la oportunidad de detonar una nueva circunstancia económica, en lo que el Gobierno de México habrá de ser sensible y no perder de vista que, el desarrollo económico y tecnológico, no se puede desentender del desarrollo social, pues de poco sirve la generación de riqueza si ello no implica la disminución de la pobreza y un bienestar que alcance a cada uno de los actores y sectores de la sociedad; pues incluso, otra arista de los beneficios a considerar, es la de revertir la migración de nuestros connacionales que podrían encontrar nuevas oportunidades ante el arribo de mayores flujos de manufactura de otras partes del mundo hacia México.