Por Carlos Tercero
Tras dos siglos de República en México, el libro de Norberto Bobbio “Entre dos Repúblicas: en los orígenes de la democracia italiana”, es buen acompañante en la reflexión de temas relevantes como la política, los partidos, la ideología, el federalismo, el gobierno y la sociedad, entre otros, que Bobbio ubica en dos etapas: una posterior al fascismo y la otra cincuenta años más tarde, a través de hilo conductor de su pensamiento liberal y democrático, con una claridad de conceptos que no solo trasciende a la realidad italiana sino a su tiempo. De ahí este ejercicio que transcribe una selección de citas y frases de esta obra, que señala la aversión a los partidos-persona y la degradación de la actividad política a un instrumento de los buenos o malos negocios personales de cada quien. Designa al federalismo como el principio más profundamente innovador de la época contemporánea por su capacidad de revestir a la sociedad civil en su totalidad y transformarla bajo la forma de un estado que garantiza mejor que cualquier otra, la libertad de los ciudadanos, asegurando que tengan una participación más amplia y directa en el poder y promueve con mayor celo sus intereses, sustrayendo lo más posible de una burocracia distante e incompetente el cuidado de los asuntos públicos.
Advierte como la lucha política se va transformando en una guerra de religión dado que las ideologías dividen a los hombres más que los intereses, pues los intereses a veces convergen en un punto de encuentro común, por la lógica misma de la utilidad y al mismo tiempo critica el apoliticismo, pues este indica por lo menos dos situaciones muy diferentes: los que no se ocupan de política, y los que no tienen ideas políticas; donde los primeros, carecen de conciencia; los segundos, adolecen de capacidad intelectual.
Asigna un peso específico importante a las instituciones sobre las personas, advirtiendo la opinión falsa e ingenua de que la política es el arte sumamente sencillo de poner a los buenos en lugar de los malos, señalando que el verdadero contraste entre lo mejor y lo peor no es entre los hombres, sino entre las instituciones, sin dejar de considerar que, con una institución mala incluso los mejores hombres no tienen otro remedio que gobernar mal y administrar peor. Las buenas instituciones, democráticas, son las que convocan al mayor número posible de ciudadanos a la responsabilidad del poder sin atarlos a este, las que mediante la ampliación del sufragio, la participación y la vigilancia, impiden que unos pocos transformen el estado en un bastión de privilegios y que se atribuyan todos los beneficios del poder quitándose de encima todas sus responsabilidades.
Aborda el tema de la política laica y al respecto nos dice que la consecuencia del espíritu teológico trasladado a la política no es la elevación de los intereses, sino la degradación de los principios. Todos luchan por sus propios intereses y levantan la bandera de los principios. Todos discuten de principios y trabajan por sus propios intereses.
Convoca a los partidos hacia su propio deber de formar conciencias, no de violarlas, de hacer que surjan convicciones, no de imponerlas ya totalmente formadas, de educar ciudadanos libres, no fabricar electores, de disipar las desconfianzas efímeras, no provocar otras más duraderas; expresa que el único partido de masa del pueblo, es el partido de los sin partido, en lo que prevalece el descontento con aquel descontento que es propio de los que no saben lo que quieren y se enfrascan no en una disputa de ideas o de intereses, de la que pueda derivar o bien un desarrollo ideológico o una conciliación útil de fuerzas, si no, es un desacuerdo de gustos, una discrepancia de estados de ánimo, haciéndole creer a los hombres que son libres solamente porque no están dispuestos a tolerar ninguna disciplina.
Apunta que en un partido de gobierno, la aprobación que pide la pide más en nombre de los hombres que de las ideas y, que su fuerza radica en la mayoría parlamentaria, que es el producto más formidable y más perfecto de la organización de los partidos políticos.
Estos extractos del pensamiento de Bobbio, con plena vigencia política e intelectual, sirven muy bien al propósito de reflexionar sobre nuestra República.