Por Oswald Alonso
CUERNAVACA, Mor., 29 de octubre.- El Atlas de la Violencia, instrumento científico en el que concluyeron investigadores sociales del fenómeno criminal, de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), y organizaciones civiles, es claro y exacto: el diagnóstico y plan de acción del gobernador Graco Ramírez, sobre el prometido Corredor Seguro, se desvaneció y con ello quedo intacta la franja de la violencia donde ocurren más del 90 por ciento de los secuestros.
Este miércoles, el rector Alejandro Vera Jiménez, presentará el Atlas de la Violencia, un estudio de las estadísticas históricas del comportamiento de los delitos desde 1997 al 2013, sobre todo de los delitos de alto impacto (secuestro, extorsión y homicidio doloso).
En uno de sus capítulos titulado Del Corredor Seguro al Corredor de la Violencia, Análisis de una Franja en Morelos, el investigador Rodrígo Peña González, interpreta los números del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP) de la Secretaria de Gobernación (SEGOB), revisa las promesas de campaña del entonces candidato Graco Ramírez y con puntualidad, analiza su cumplimiento, sobre todo la de crear un Corredor Seguro, donde se involucrarían los Estados de México, Guerrero y por supuesto Morelos, aunque al final se incluyó a Puebla.
Con autorización de la UAEM, reproducimos partes del ensayo, incluido en el Atlas de la Violencia.
Se argumenta que los municipios morelenses por los que cruza la carretera federal 95 (que corre entre la Ciudad de México y Acapulco) así como la carretera libre (paralelas entre sí), son parte de un circuito nacional e, incluso, transnacional de ilegalidad, cuya real dimensión puede y merece investigarse con más detalle en trabajos posteriores. Por ahora, sin embargo, se trata de documentar el papel de una franja al poniente del Morelos particularmente violenta por la incidencia de casos de delitos de alto impacto en relación al resto del estado y del país. La franja, vertical, va de norte a sur y se puede rastrear desde el puerto de Acapulco (hacia el sur) y rumbo a Estados Unidos a través del Estado de México (hacia el norte).
Son 14 de los 33 municipios del estado, y juntos forman la que se ha denominado franja de la violencia por las razones expuestas. En esa franja se concentra una mayoría determinante de los delitos violentos que han ocurrido en Morelos. En términos absolutos, 86.1% de los homicidios dolosos, 91.9% de los secuestros, 89% de las extorsiones y 96.3% de los robos con violencia.
El que la violencia en carreteras se concentre en esta ruta sugiere que la violencia ocurre en ellas, pero también que éstas funcionan como vehículo de fenómenos de violencia asociados al crimen. Asimismo, es difícil suponer que ese vehículo de fenómenos y actos de violencia finalice o se enclaustre en las fronteras de un estado o un país, tal y como las carreteras y rutas no terminan ni se enclaustran en las fronteras del mismo estado o país.
Tal pareciera que el diagnóstico de la franja violenta ha sido compartido por autoridades en algún momento. Destaca el reconocimiento que han hecho esos funcionarios de gobierno de las zonas donde la violencia criminal es mayormente acentuada en Morelos. A comienzos de mayo de 2012, el entonces Secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, hacía un diagnóstico somero pero concreto sobre las condiciones de violencia y criminalidad en Morelos. Lo hizo a través de declaraciones a la prensa en el marco del lanzamiento del programa Morelos Seguro –basado esencialmente en patrullajes militares en la entidad–. En términos generales, y sin ahondar en particularidades, Poiré precisó geográficamente los puntos rojos en el estado: 1) la colindancia al norte –con el Distrito Federal– y al sur –con Guerrero–, y 2) municipios pertenecientes a las zonas conurbadas de Cuernavaca y Cuautla. Se refería, sobre todo, a delitos de alto impacto y que suelen tener mayores formas de violencia asociada. No era coincidencia que los municipios donde se aplicara el Morelos Seguro coincidieran con los de la franja.
El diagnóstico tenía un reconocimiento importante: Morelos se inserta dinámicas de ilegalidad que no terminan en las fronteras del estado, por lo que requiere de respuestas sensibles a ese hecho. Producto de la participación en ese circuito con potencial global, Morelos se involucra con actores y prácticas locales en una dinámica –incluso transnacional– de ilegalidad que detona fenómenos de violencia criminal, a la que se suma violencia estatal a partir de violación de derechos humanos y abusos de autoridad en general, por mencionar sólo algunas formas de ésta.
De manera interesante, el diagnóstico parecía compartido por el entonces candidato a la gubernatura de Morelos, Graco Ramírez. Durante el debate entre candidatos al puesto de elección, realizado a finales del mismo mayo de 2012, el candidato por la coalición Nueva Visión Progresista y a la postre ganador de la elección propuso la creación de un “Corredor seguro”, que iría desde Guerrero hasta la capital del país e incluyendo, naturalmente, a Morelos. Además invitó al gobierno del Estado de México a sumarse a la iniciativa.[1] Un mes más tarde, los candidatos Orihuela Trejo (PRI) y Graco Ramírez contestaron a una pregunta infranqueable durante una entrevista con el diario Reforma, a saber, ¿cuál será su estrategia en materia de inseguridad? Graco Ramírez hizo una propuesta y lo acompañó de un diagnóstico más completo:
El problema de inseguridad que vive Morelos es producto de 3 factores históricos: llegada de la delincuencia organizada en tiempo de [Jorge] Carrillo Olea, omisión de los gobiernos panistas ante su presencia, y colusión de mandos policiacos estatales y municipales con ella. Es un problema grave que voy a resolver en forma integral: estableceré 5 zonas metropolitanas en el estado, coordinadas con los municipios y bajo un mando único; haré uso de la más alta tecnología de videovigilancia y bases de datos criminalísticas, compartidas con el D. F., para crear el “Corredor seguro”; reforzaré la estructura de formación policial y elevaré los niveles de reclutamiento para Los cuerpos policiales. Lo más importante, invertiré en educación, ciencia y cultura para sacar a 80 mil jóvenes de las calles.
La idea del “Corredor seguro” era un diagnóstico sugerente por las ideas que se han relatado anteriormente. Adicionalmente, reconocía que la violencia morelense no sólo es de Morelos, sino parte de las dinámicas de los fenómenos violentos. También implicaba apreciar la coincidencia entre una franja con altos índices de violencia y una ruta que atravesaba el estado. Desde ese punto de vista, resulta extraño que la propuesta no sólo no fructificara, sino que mutara en una propuesta con otro sentido A finales de enero de 2013, a pocos meses de haber asumido el cargo de gobernador y de haber planteado la idea del “Corredor seguro”, Graco Ramírez anunció la implementación de siete “Corredores turísticos seguros”.
Se trataba de operativos implementados en zonas de gran concurrencia turística y en donde habría patrullajes por parte de elementos del Mando Único, Ejército Mexicano y la Policía Federal.[2] A la par de esta propuesta se diluyó el tema del “Corredor seguro” planteado en los términos descritos anteriormente. Es difícil establecer si una propuesta suplantó, se derivó o adaptó a la otra; lo cierto es que el corredor inicial, como diagnóstico, dejó de estar presente en el discurso político estatal y desapareció como proyecto de política pública o como plataforma de coordinación institucional para reducir la violencia en el estado y la región.
Morelos es, ciertamente, una entidad con altos índices de población turística, ya sea a través de personas que suelen visitar la entidad itinerantemente y con fines de descanso o diversión, o como parte de una población que transita el estado rumbo a un destinos turísticos en las playas mexicanas del Pacífico mexicano. Adicionalmente, el diagnósitico de los “Corredores turísticos seguros” tenían como objetivo bares, antros y centros nocturnos en general, donde los fenómenos de violencia pueden estar presentes al menos potencialmente. En ese sentido, es difícil descartar este nuevo proyecto y sus acciones de antemano, pero sí es importante cuestionar en qué sentido o bajo qué argumento se desvaneció el anterior.
Así como los individuos no son estáticos, así tampoco los procesos sociales en los que se involucran y a los que dan contenido son inmóviles. Antes bien, están en un proceso de continuidad que se explica en función de las condiciones de contexto. La violencia no es la excepción. La franja de violencia en Morelos es sólo un indicativo, posible de mapear, sobre el fenómeno criminal en el estado. A ello puede y deben adicionarse elementos analíticos e informativos que redondeen explicaciones acerca del caso de la franja de violencia, pues aun y cuando la carretera, en este caso, es un conducto de flujos a través de los cuales “corre” la violencia, también es cierto que ésta se maximiza, potencia, acelera o agrava en zonas particulares por fenómenos que sólo pueden explicarse a través del estudio de cada caso. Un ejemplo de lo anterior se ubica en otra suerte de franja de la violencia adicional, también en Morelos, y sobre la cual vale la pena poner atención: se trata de un corredor horizontal entre Cuernavaca y Cuautla en donde los índices delictivos son, cuando menos, similares a los de la franja vertical descrita en este artículo. En este caso, también están conectados por una carretera (a saber, la que conecta ambas ciudades).
Sin embargo, las características son diferentes en puntos centrales, como que condensan grandes poblaciones urbanas debido a la concentración de las dos zonas metropolitanas morelenses que se forman en torno a esos dos municipios. Ahí, por ejemplo, resta por explorar a qué lógica responde este otro fenómeno, aunque por lo pronto vale la pena dejar asentada la observación del caso y señalar la necesidad de investigarlo con mayor detalle. Por ahora, basta con apuntar 1) la existencia de una región de Morelos particularmente violenta que 2) coincide con la carretera entre el Distrito Federal y Guerrero; para este fenómeno 3) parecía haber un diagnóstico y un plan de acción sugerente al menos por la forma en que se comprendió el fenómeno y que, a la postre, 4) se desvanecería, al menos, del discurso público y tomara fuerza uno nuevo pero con diferentes directrices: el “Corredor de la violencia” pasó a ser “Corredores turísticos seguros”. Con ello quedó intacta la franja de la violencia en Morelos.