Por Uzziel Becerra

La publicación coincidente que diversos medios de comunicación internacionales realizaron en torno a las incongruencias sobre las cifras de muertes por covid-19 en México llamó la atención del gobierno y provocaron la reacción del Presidente y del Subsecretario de Salud, señalando que dicha coincidencia se explica como una suerte de complot y estrategia para desacreditar al gobierno, pues fueron utilizadas por los liderazgos de oposición nacionales para su beneficio. ¿Existe la posibilidad de un complot internacional? ¿Los medios de comunicación internacionales están interesados en debilitar al gobierno mexicano? ¿Qué papel juegan en esta coyuntura?

Entre el jueves y viernes pasado, The New York Times, The Wall Street Journal, The Washinton Post y El País publicaron en sus diarios y plataformas digitales  notas informativas que cuestionaron los datos producidos por el gobierno mexicano y divulgados por el Subsecretario de Salud Pública, Dr. Hugo López-Gatell. Dicha información fue redactada por los corresponsales de cada periódico que tienen en su encargo el análisis y seguimiento de los acontecimientos en México, y varios de ellos destacaron las condiciones de salud de la capital mexicana, narrando las vivencias de los ciudadanos a través de entrevistas a personas afectadas, expertos en salud y exfuncionarios, así como las críticas de diversos expertos que no coinciden con la metodología que utiliza el gobierno federal para obtener las cifras de casos confirmados y defunciones por coronavirus, advirtiendo que pudieran ser muchas más de las difundidas por las autoridades mexicanas.

Al respecto, el Presidente López Obrador se ha mostrado disgustado por el escrutinio público, tanto por los cuestionamientos que realizan los medios de comunicación nacionales y, con mucha más preocupación ahora, el escrutinio internacional que para efectos de la percepción de su gobierno tiene mayor relevancia que la producción de la opinión pública nacional, a la que ya ha estigmatizado como opositora per se, fifí, neoliberal y conservadora. La idea central de la animadversión del Presidente de México con la prensa (nacional o extranjera) es sencilla: si se aplaude al gobierno o si la información le beneficia, ese periódico es ético, profesional y respetable; si se ejerce la crítica y se cuestionan las decisiones de su administración dicho medio es parcial, antiético, opositor y miembro de la mafia del poder. En realidad al presidente no le agrada el escrutinio público, lo que devela su tenue compromiso con la democracia y sus implicaciones.

El periódico norteamericano The New York Times publicó “Cifras ocultas: México desatiende ola de muertes en la capital”, escrita por el corresponsal Azam Ahmed, señalando que, de acuerdo a los análisis confirmados por el propio diario, la cifra de personas que pudieron haber muerto de covid-19 en la Ciudad de México es tres veces mayor que las muestras presentadas por las autoridades federales, destacando que los datos obtenidos por el gobierno capitalino y los difundidos por el gobierno federal no coinciden, por lo que existe preocupación en la ciudadanía de que se oculten las cifras de los muertos a causa del SARS-CoV-2. “México parece estar subregistrando en gran medida las muertes sospechosas de coronavirus”, escribió el diario, sumando la opinión de la Doctora egresada de Harvard y trabajadora de la UNAM, Laurie Ann Ximénez-Fyvie, quien señaló que hay un buen consenso en la Universidad Nacional sobre la falibilidad del modelo centinela, y que los casos sintomáticos y severos podrían ser significativamente mayores. En el mismo sentido se pronunció el Dr. Nilanjam Chatterjee, profesor del departamento de bioestadística de la Escuela de Salud Pública de Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, señalando para el Times que “el gráfico que están utilizando (en México) es inconsistente con las formas de la curva en otros países”… “La curva tiene una cola larga, y el número de muertes no cae a cero en ningún momento del futuro cercano”.

El País escribió “La magnitud de la epidemia en México”, a través de sus corresponsales Jorge Galindo y Javier Lafuente, haciendo un recuento de las decisiones en materia de salud para contener la crisis sanitaria y destacando que existen varios aspectos que aportan dosis de incertidumbre y confusión sobre el devenir de la pandemia, el número de casos confirmados y defunciones. Asimismo realizan un cuestionamiento sobre el método del sistema centinela para la vigilancia epidemiológica, señalando que las unidades de análisis son demasiado escasas para alcanzar un umbral de muestra representativa válido a nivel federal y sobre el modelo matemático de estimaciones realizadas por los matemáticos del Conacyt para proyectar escenarios de picos epidémicos. “Ante la ausencia de una versión pública del nuevo modelo predictivo territorial, y la discontinuación aparente de las estimaciones basadas en Centinela, se han incrementado las críticas al Gobierno mexicano por la falta de claridad hacia los ciudadanos, que pueden considerar que llevan tres semanas a ciegas con respecto al tamaño estimado del contagio de SARS-CoV-2, mientras las autoridades manejan una información que, hasta el momento, han decidido no compartir, pero que le está sirviendo para navegar el peor momento de la pandemia”… “Es probable en cualquier caso que México esté infraestimando no sólo el número de casos reales con los detectados, sino también el de fallecidos”, señala el texto de El País.

The Wall Street Journal, a través de su corresponsal Juan Montes, escribió “Death Certificates Point to Much Higher Coronavirus Toll in Mexico”, en el que señaló que los certificados de defunción pueden señalar que el número de muertes a causa del coronavirus es mucho más grande de lo que difunde el gobierno mexicano, puesto que muchas de las defunciones no se encuentran en las estadísticas oficiales, a pesar de ser clasificadas como causa del fallecimiento “probable SARS-CoV-2”. Mientras que The Washington Post publicó “Fears grow as coronavirus bears down on Mexico City”, escrito por la corresponsal María Verza, en la que se dedicó a realizar diversas entrevistas y a narrar lo que sufren varias familias mexicanas en la espera de noticias sobre sus familiares hospitalizados y otros fallecidos sin explicaciones claras sobre la causa o motivo de muerte, bajo la sospecha de haber sido víctimas del coronavirus.

La primer respuesta del gobierno la realizó López-Gatell, a través de un video en sus redes sociales, en el que cuestiona la validez de lo publicado por los periódicos internacionales, en defensa de la posición gubernamental, señalando que la posible discrepancia en el número de muertes se debe a que estas no pueden ser completamente identificadas por las condiciones específicas de muerte y la falta de una demostración por laboratorio, por lo que se decretan a través de un diagnóstico por dictaminación, realizado por un Comité Técnico que dictamina si la muerte fue o no por covid-19, lo que retrasa la confirmación de la información para efectos de su incorporación en la estadística nacional. Lo interesante de la reacción del Subsecretario es su extrañeza sobre la aparición sincrónica de las notas y su difusión por miembros de administraciones anteriores, de la industria de la salud y actores políticos de oposición en México, fortaleciendo de alguna forma la narrativa de que existe un complot o estrategia mediática en contra del gobierno por razones meramente políticas. Aunque señaló que no necesariamente podría ser así (y se explica porque el Dr. López-Gatell también se formó profesionalmente en los Estados Unidos) afirmó “llama la atención”.

Lo que inició como un conflicto de carácter técnico, metodológico y científico, que giraba en torno a los modelos estadísticos y epidemiológicos, propiamente sobre el método centinela, la definición del muestreo y producción de los datos que expone el gobierno federal, se ha trasladado a un debate de carácter político y mediático en México, utilizando como plataforma las notas publicadas por los diarios internacionales. Y López-Gatell no pudo resistir la tentación de reaccionar. Mordió el anzuelo de la deliberación pública desde su posición como actor político, subiendo al ring para librar la batalla, no solo contra los pronunciamientos de la ciudadanía inconforme en redes sociales, sino contra los señalamientos de diversos exservidores públicos que acusan la incongruencia e inconsistencia de las cifras que difunde en calidad de Subsecretario de Salud Pública y como el actor político más importante del momento, que dirige la tarea encomendada por el Presidente de gestionar la crisis por covid-19. Aunque no lo prefiera, está pagando el costo de la sobreexposición mediática.

Una prueba de lo anterior fue la insistencia de El Sol de México, al buscar que dos de sus reporteras pidieran que el Subsecretario respondiera a los pronunciamientos y acusaciones del Dr. José Narro Robles, exsecretario de salud y exrector de la UNAM, quien mencionó que “no se le puede creer” al Dr. López-Gatell las cifras presentadas por el gobierno federal, bajo el argumento de que mienten y ocultan la información. “¿Le ha mentido a México, secretario?”, preguntó la primera reportera en alusión a las declaraciones de Narro. “¿No le importa entonces que la gente no le crea?”, “¿Cuál es su opinión al respecto?”, expresó la segunda reportera del diario, buscando la reacción de López-Gatell, quien respondió parcialmente, recordando el pasado priísta del Dr. Narro y los números negativos respecto de la desatención del sector salud durante su administración como servidor público (mordiendo el anzuelo). Sin embargo se mostró flexible y tolerante respecto de la opinión y de las críticas al concluir: “Bienvenida la crítica, bienvenida la opinión, bienvenida la libertad de expresión”.

La segunda reacción a la prensa internacional la realizó López Obrador en conferencia mañanera, señalando que (conforme a la lógica que describimos) “el New York Times es un periódico famoso pero con poca ética, ahora es evidente que no hicieron un buen trabajo”, negando el ocultamiento de las cifras de muertes a causa del coronavirus, al tiempo que trató de construir una relación causal entre los intereses y posiciones de la prensa nacional con lo publicado por los medios internacionales, como si los periódicos más importantes del mundo estuvieran subordinados a los líderes de oposición y periódicos mexicanos, lo cual sería una idea absurda e ingenua en términos de la diversas de fuentes de información y su papel en la construcción de la opinión pública.

Los medios de comunicación tienen como papel fundamental la garantía del derecho a la información, derecho a la verdad, libertad de expresión y  diversidad de fuentes de información, elementos centrales de las democracias consolidadas. Periódicos como el diario español El País han impulsado la agenda de la transición a la democracia durante el franquismo, luchando contra la monopolización de la información y la opinión pública. En términos democráticos, no puede haber democracia en donde solo prevalezca una voz, la voz del gobierno; donde los datos y las cifras provengan solo de una fuente, la oficial; donde la opinión solo sea considerada válida cuando provenga de personajes con afinidad gubernamental; donde los medios de comunicación solo puedan divulgar, publicar y reproducir lo que esté previamente cotejado por el gobierno. La democracia exige heterogeneidad, diversidad de fuentes de información, pluralidad de opiniones y escrutinio de los asuntos públicos en público.

Si bien el gobierno puede llamar a la búsqueda de la confianza ciudadana respecto de las cifras y datos que publica con el sello de “oficial”, en ningún caso debe minar la legitimidad de las diversas investigaciones y declaraciones de funcionarios, expertos o especialistas que discrepen de dicha información. Los gobiernos democráticos deben tolerar la diversidad de opiniones y procesamiento de datos, con la seguridad de que puedan hacer uso de su derecho de réplica para debatir sobre esos asuntos públicos en su defensa. En este caso, el gobierno mexicano prefiere acusar, señalar y atacar a los medios de comunicación en lugar de ejercer su derecho de réplica en favor de la deliberación pública.

La teoría de la campaña internacional contra el gobierno mexicano es insostenible, por la trayectoria de los periódicos, su compromiso con la información y por la naturaleza de las investigaciones realizadas. Coincidimos con el diagnóstico de Zepeda Patterson, los corresponsales de esos diarios no realizan notas por encargo, pero tampoco quiere decir que su trabajo sea infalible. En todo caso, los motivos se pueden vislumbrar por el alarde del Presidente López Obrador de comparar a nuestro país como un modelo internacional, lo cual pone en marcha una suerte de escrutinios por los medios internacionales en términos de la búsqueda de la casuística, comparación y verificación de las decisiones gubernamentales que puedan servir de parámetro a otras naciones, sobre todo en tiempos del SARS-CoV-2 o Covid-19. Esa es la naturaleza de la labor periodística a la que no podrá escapar López-Gatell ni López Obrador, por lo que su reacción ante ella podrá ser proclive a la pluralidad y respecto a la libertad de expresión, como en el caso del Subsecretario, o dirigida al ataque sin reservas, como en el caso del Presidente de México.

* Consejero Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAEM. Auxiliar Jurídico en el Corporativo Jurídico Paredes. Secretario de Asuntos Políticos en el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública Sección Morelos. Representante del CEA de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas en Morelos.