Por JUSTINO MIRANDA
CUERNAVACA, Mor. 15 de mayo.- Aquí no basta con ejercer la docencia. Los profesores deben asumir también funciones de médicos, sicólogos, enfermeras y padres. Invariablemente sus jornadas de ocho horas pueden prologarse hasta altas horas de la noche, tal vez una noche en vela, cuando una de sus “niñas” requieran hospitalización.
En este internado los maestros también deben compartir su lado paternal porque eventualmente las alumnas se sumen en la depresión, la soledad o la tristeza, provocada por la ausencia de sus padres o porque no tienen dinero para la compra del material de apoyo.
Entonces los profesores tienen que levantar el ánimo de las niñas y proveerlas de dinero o material escolar para continuar en el trabajo académico.
El internado Palmira, cuyo predio fue donado por el expresidente Lázaro Cárdenas del Río durante su mandato presidencial, aloja a casi 243 alumnas en internamiento provenientes de Chilpancingo, la sierra de Guerrero, Puebla y Morelos, cuyas familias enfrentan situaciones de carestía económica y alimentaria. Aquí también estudia otro número similar de alumnas pero ellas van a casa.
“Aquí hay niñas externas que duermen con sus papás, pero las que se quedan se bañan en la noche porque en la mañana no habría tiempo para todas. Aquí el problema es que las niñas se enfrentan a la soledad. A veces la tristeza las embargan, si no tienen dinero para el material se deprimen mucho. Se les dice que sólo son tres años”, dice Diana Dlyz Jahen Coronado, Subdirectora del internado que aloja a la Escuela Secundaria Técnica Industrial N° 1.
Jahen Coronado llegó a esta institución en agosto de 2014 pero bastaron unas semanas para identificarse con la situación de las internas, conocer sus historias y compartir su dolor ante hechos lamentables, como sucedió con una de sus alumnas en febrero pasado.
La estudiante partió a su casa un fin de semana pero allá en su pueblo, en el municipio de Chilpancingo, Guerrero, fue blanco de un disparo de arma de fuego.
La violencia que envuelve a Guerrero lastimó severamente a la alumna por lo que fue necesario someterla a terapia intensiva y posteriormente hospitalizarla.
“Fue un momento amargo para nosotros, una provocación extrema de sentimientos. Lo que supimos es que se trató de un accidente horribles. Entonces supe que la suerte de mis niñas me dolía mucho, porque no pude estar con ella, no nos dejaron. Una terrible impotencia me invadió pero finalmente mi niña regresó hace tres semanas, luego de convalecer por más de dos meses”, narró la maestra.
En clase
Con 28 años de servicio, Jahen Coronado se rehusó abrazar la docencia como principal aspiración profesional y decidió estudiar Comercio Internacional, pero al terminar supo que no era lo suyo. No encontró satisfacción en su carrera y entonces volteó los ojos a sus padres, ambos maestros de profesión, y se convenció de seguir sus pasos.
“Me di cuenta de las satisfacciones que obtenía mi mamá como maestra, de su convicción por enseñar, formar y ayudar a niños de escasos recursos. Una mujer con verdadera vocación de servicio. De hecho ella es egresada del Internado Palmira, cuando las generaciones cursaban secundaria y después estudiaban la normal superior.
“Ella me enseñó los valores de la docencia, el compromiso y la lealtad que se debe tener a la instrucción educativa. ‘Nada es fácil, pero aquí encontrarás mayores satisfacciones como en ninguna otra parte’, me dijo. Y tuvo razón ahora estoy convencida de que la tarea del docente va más allá de acudir a las aulas, dictar lecciones y cuidar que los alumnos aprendan. Hay otras tareas que debemos realizar y esas nada lo paga”, expresó.
Su primer día
Trabajaba en la administración del Instituto Estatal de Educación Básica del Estado de Morelos cuando un directivo le pidió apoyo para atender un grupo de tercer año de secundaria. El primer día de clases descubrió que eran niños altos, algunos con bigote; era un grupo con chicos que lucían mayor edad.
La clase corrió con normalidad, conoció a los alumnos, pero al termino de la clase uno de los chicos preguntó a la maestra si era casada o soltera. “Soy casada”, respondió la maestra. “Que lástima”, respondió el alumno, “porque queríamos invitarla a una ‘tocada’. “Eso me dio risa pero también me espanté porque eran alumnos ya muy grandes”, recuerda la maestra.
Años después supo lo que era fundar una escuela en la colonia Satélite, de Cuernavaca, donde le tocó lavar los baños y organizar a los padres de familia para levantar la escuela. Ahora su mayor satisfacción es ser recordada por sus ex alumnos y los padres de familia.
“Cuando se tiene vocación la docencia nos deja mucha satisfacción. Me faltan dos años para jubilarme pero creo que trabajaré otros cuatro años, pienso dejar un proyecto sólido en este internado para atender las necesidades de mis niñas”, dice la maestra.
¿Qué tanto han cambiado los chavos para enseñarles?
Creo que el secreto para que los estudiante vuelvan a ser tranquilos y aspiren a ser alguien en la vida se encuentra en el núcleo familiar, ahí donde se siembran los valores.
En el caso de mis niñas deben sentir que sus padres están con ellas, es el secreto.
“Tiene que ver con los tiempos de calidad, escucharlos y que se den cuenta de que el docente esta para apoyarles, para que sus hijos vuelvan a ser ese tipo de generaciones que teníamos, agradecidos, cumplidos, con ganas de ser alguien”, sostuvo.