Por Oswald Alonso
Antes de las 10 de la noche del seis de mayo de este año, sonó el timbre del teléfono celular del rector de la UAEM, Alejandro Vera Jiménez. Contestó, se trataba del secretario de Gobierno, Jorge Messeguer Guillén, quien pidió al rector Vera sostener un encuentro a las 8:00 horas de la mañana siguiente en un restaurante al norte de la ciudad capital.
Colgó, e inmediatamente después pidió a sus colaboradores que localizaran a Javier Sicilia, secretario de Extensión Universitaria. Lo encontraron y comunicaron con el rector. Le pidió que lo acompañara al encuentro con Messeguer Guillén.
Al restaurante «El Faisán», llegó puntual el secretario de Gobierno. Después el rector y Sicilia. Se sentaron en la terraza, no había más público. Pidieron café, antes de servirlo Jorge, fue directo:
-Alejandro, la marcha ya no tiene razón de ser, ya detuvimos a los responsables del asesinato de nuestro amigo Alejandro Chao y su esposa Sara.
-¡No mames!, ¿y el resto de las víctimas de la violencia en la universidad, en la sociedad?, respondió el poeta y activista.
-¡No estoy hablando contigo, Sicilia!, vine a hablar con el rector.
Segundos de silencio en la terraza y Vera Jiménez reaccionó.
-No es la forma de comportarse de un secretario de Gobierno, Jorge. Le estás faltando el respeto al secretario de la UAEM, no te lo voy a permitir, vámonos Javier.
Así como lo pidió el rector, Sicilia, como resorte, se levantó y juntos se enfilaron a la salida del lugar.
-¡Alejandro, espera!, ¡Alex!
Obligado, Jorge prácticamente persiguió a los académicos de la UAEM, cruzaron por completo el restaurante. Jorge pedía a gritos que esperaran para «hablar».
Ya en el estacionamiento del restaurante Jorge, le insistió que la marcha ya no tenía razón que la exigencia de justicia había llegado dos días después de cometido el doble homicidio. Sin convencer, intentó persuadir a Vera, que entonces no encabezara la marcha. La respuesta a las dos peticiones fue un contundente no.
Horas más tarde, casi 20 mil universitarios marcharon con el mensaje de que Morelos era un Estado fallido.
No es la primera ocasión que Messeguer utiliza el recurso “no estoy hablando contigo”, cual niño que pelea en el salón en la primaria.
La primera ocurrió cuando en el Congreso local sostuvieron un encuentro opositores a la termoeléctrica y gasoducto con el mismo Messeguer. Ahí, el secretario de Gobierno dijo a un activista de Puebla: “Contigo no estoy hablando, estoy hablando con los morelenses”. ¡Qué ironía, él tampoco es de Morelos!
Estas formas son la que pusieron una barrera entre la UAEM y el gobierno del estado, fractura que crecerá en la medida que el gobierno así lo decida.