Por Uzziel Becerra

Aunado a la crisis derivada del coronavirus, otro fenómeno está repercutiendo significativamente en el ecosistema informativo que nos desenvolvemos a través de las redes sociales, que es la proliferación de las noticias falsas. El fenómeno de las fake news ataca tergiversando información, construyendo narrativas de odio, promoviendo el miedo, la confusión y frustración de una población que confía más en lo que circula en las redes que la información derivada de fuentes institucionales o de medios tradicionales. El problema reside en que profundiza la gravedad de la crisis sanitaria al tiempo que evidencia una analfabetización mediática y digital que debe ser cuestionada por los usuarios.

Es común encontrar en redes sociales textos e imágenes como el siguiente: “El Dr. Jordi Pollarín Moreno, el día de hoy falleció después de 6 días sin descanso en el Hospital de la Raza en México, atendiendo a más de 50 personas con coronavirus. Originario de Huamantla, Tlax. Nadie lo compartirá porque no era nadie famoso. QEPD”. Junto al texto se anexa la foto de un joven con una bata blanca, haciendo parecer que es la persona que se describe. En realidad se trataba de un actor de la industria pornográfica, siendo falsos tanto la descripción como la persona aludida.

Nadie está exento de caer en una fake news como la que acabamos de describir, pueden ser persuadidas las personas, los medios e incluso los personajes públicos, tal es el caso de la politóloga Denise Dresser, quien en días recientes compartió precisamente el texto y la imagen que utilizamos como ejemplo de noticia falsa en su cuenta de Twitter, compartiendo información sin verificar su autenticidad o veracidad. Asimismo han caído innumerables políticos a través de sus cuentas personales, siendo objeto de burlas y descalificaciones. Y es que este fenómeno tiene algunas características que lo vuelven convincente de primera mano y difícil de contrastar.

Lamentablemente en ocasiones las fake news pueden ser mortales. Dos jóvenes de Querétaro fueron hospitalizados por hacer gárgaras con cloro y pinol para prevenirse contra el contagio de coronavirus, gracias la información que encontraron en internet. En Perú se registró el asesinato masivo de 300 murciélagos porque la población consideraba que podrían portar el covid-19 por la información que circulaba en sus redes sociales. En Irán murieron más de 200 personas por intoxicación con metanol, pues habría circulado en redes sociales el rumor de que beber alcohol podría ayudar a curarse del covid-19. En España la policía nacional señaló que encontraron más de un millón de cuentas en redes sociales que se dedicaban a difundir noticias falsas para manipular a la opinión pública.

Los ataques al personal médico, enfermeros y auxiliares del sector salud también tiene su origen en las noticias falsas, por la tergiversación de la información sobre la propagación del virus, las formas de contagio, entre otros. Por lo tanto, hay una

correlación entre la circulación de las fake news y la profundización de la ignorancia y del miedo ante la pandemia. Pero las personas confían más en la información de las redes sociales que en la explicación de los científicos o de los expertos por medios oficiales.

Asimismo, las fake new pueden aparecer como teorías conspirativas. Los argumentos en los que se basan contienen toda clase de vicios y falacias, utilizando datos y estadísticas sin sustento metodológico que tienen como resultado la validación errónea de los prejuicios más difundidos sobre el origen del coronavirus, como la idea de que es un arma biológica y un plan para dominar el mundo. La ignorancia sigue venciendo en el terreno de las redes sociales a través de las fake news. Pero, ¿qué son las noticias falsas y cómo las combatimos?

Las fake news o noticias falsas están constituidas por dos elementos mínimos según Ulrich Richter: la tergiversación, manipulación o falseamiento de la verdad y un medio para ser difundida. Se construyen utilizando un nombre reconocible, de alguien o contra alguien, está supuestamente validada por algún medio, institución o es difundida por alguna celebridad, y se apela a las emociones de indignación, odio o miedo para propiciar su circulación. Asimismo, según un estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT), las fake news tienen la particularidad de ser difundidas seis veces más rápido que las noticias verídicas, puesto que una nota informativa conlleva un proceso de investigación, verificación, acercamiento a las fuentes, entre otros elementos que hacen más lenta su producción pero que a su vez hacen del periodismo una actividad profesional.

El hecho de que las fake news viajen con mayor velocidad y amplitud en las redes sociales tiene dos explicaciones que evidencian un ecosistema informativo pernicioso. En primer lugar, el verdadero valor de la información es el tiempo y no la verdad, ya que el negocio informativo de la era digital consiste en que una noticia se haga viral de forma rápida y no en si es verificable o auténtica, puesto que el sistema de paga por publicidad mide la cantidad de clicks o visitas. Por otro lado, la circulación de las fake news corresponde a un estímulo emocional, puesto que muchas de esas noticias falsas utilizan la predisposición de las personas para confirmar sus creencias, sentimientos o necesidades.

El neurólogo Will Storr explica que el cerebro se opone a cambiar de opinión al contrastar sus creencias con información que las pueda contradecir o desdeñar, por lo que es más sencillo buscar y aceptar la información que confirme nuestras creencias u opiniones. En ese sentido, como lo explicó la Revista Proceso en su “manual de desuso”, la industria de las fake news consiste en empatar creencias y prejuicios con una selección de datos, opiniones y reacciones que confirmen el sesgo cognitivo, apoyándose en el deseo de obtener explicaciones sencillas y el sentimiento de “estar en lo correcto”.

Respecto a la clasificación de las fake news, se atiende a los fines de la noticia falsa, puesto que si tiene como objetivo parodiar o satirizar, si son sarcásticas,

humorísticas e inverosímiles se podrían categorizar como lúdicas, como las que publica la plataforma digital “El Deforma”; si tienen como meta generar seguidores, visitas en su contenido pero son falaces, apelan a la evidencia científica de manera irresponsable o despiertan curiosidad de quien la lee, se podría definir como económica o de negocio, como los sitios de ventas de productos “milagrosos”; si su finalidad es manipular e influir en la opinión pública, provocando emociones como enojo, tristeza, rechazo, incitaciones de odio, indignación o apoyo a una persona pública, se categoriza como política o de manipulación mediática, como las noticias que atacan a políticos o personajes públicos con imágenes acusándolos de corruptos o con supuestos vínculos con el narcotráfico.

Pero hay un remedio que a su vez consiste en el gran reto para la vida democrática en la era digital. Consiste en la detección de las noticias falsas que se hace por medio de un proceso de verificación, es decir, corroborar la veracidad de la nota, texto o imagen difundida. Al respecto la UNAM y el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad han elaborado las siguientes recomendaciones para combatir las noticias falsas: 1) no compartir, difundir ni tomar como fuente la noticia hasta tener la certeza de su veracidad, 2) analizar si la noticia tiene sustento argumentativo, 3) examinar si la fuente es seria, tanto el medio como quien suscribe la nota, visitando el portal oficial, 4) tener reservas respecto a medios desconocidos o autores anónimos, incluso los mensajes de voz o texto distribuido vía whatsapp, 5) inspeccionar si las fuentes que emplea el autor son ciertas, dando seguimiento a los URL, 6) reflexionar si habría un interés político o económico que se beneficia con su difusión, 7) buscar el titular de la noticia en algún buscador como Google para confrontar y comparar la información en otro medio, 8) estar atento a las redes sociales en hashtags y seguimiento de la nota, 9) denunciar la información que sea falsa y 10) ejercer el papel de un periodista ciudadano para demostrar la falsedad de la noticia.

El gran reto es entonces la alfabetización mediática y digital de las personas, que consiste en la actitud y disposición del usuario digital para asumir la responsabilidad de verificar, corroborar e identificar la información falsa, parcial o tendenciosa de la real o verdadera en las redes sociales. Sin duda hay muchos puntos finos en ese objetivo, puesto que se requiere un piso mínimo de conocimientos para la constatación de datos, evidencias, fuentes, entre otros, pero es un objetivo que deberá ir cumpliéndose en la medida en que las personas adquieran la conciencia de que la información es un arma de doble fijo, para construir y destruir, una responsabilidad no exclusiva de los comunicadores profesionales.

Ante la crisis sanitaria, es imperioso cobrar conciencia de esta responsabilidad que tenemos los usuarios al compartir información o noticias sobre el covid-19, ya sean los remedios milagrosos o caseros para curar el coronavirus, las historias de las muertes, las formas de contagio, las supuestas investigaciones sobre su origen y sus causas, entre otros. Si no comenzamos a alfabetizarnos mediáticamente correremos el riesgo de contribuir a la profundización del miedo en torno a la crisis,

generando pánico, caos e incluso sirviendo a los intereses políticos de quienes buscan aprovechar la crisis para su beneficio.

*Consejero Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAEM. Secretario de Asuntos Políticos del Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública Sección Morelos. Representante del CEA de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas en Morelos.