Por la Redacción

Cuernavaca, Mor., 3 de noviembre.- Al pasar frente a la Parroquia “Nuestra Señora de los Milagros” de Tlaltenango, en la avenida Morelos, recibió el primer aviso que una de las llantas de su automóvil estaba a punto de colapsar.

Cuatro ciudadanos más le previnieron sobre lo mismo y entonces detuvo su marcha. Enseguida se acercó un buen ‘samaritano’ para ofrecerle ayuda y aceptó a pesar de que su voz interna le dictó lo contrario. Lejos estaba de imaginar que estos hombres forman, presuntamente, una banda de estafadores.

Cuatro hombres con uniforme de la transnacional empresa Nissan, los mismos que le previnieron de la anomalía, se acercaron a Ramón Castro Castro, jerarca de la iglesia católica en Morelos.

Con ese pretexto lograron que el obispo se adentrara en una calle semidesierta. Uno de ellos simuló revisar el auto, incluso se metió bajo el auto con un diagnóstico fatal: la llanta estaba fuera del eje.

Como buenos hijos de dios ofrecieron ayudarlo ya que, ‘por coincidencia’, el taller se encontraba justo en esa calle pero nunca llegaron al lugar. La supuesta compostura se realizó in situ. La ayuda “sólo” ascendió a 35 mil pesos.

Castro Castro tocó su alzacuellos y negó portar el efectivo para tal fin, aunque entregó mil 500 pesos. Les dijo que si lo acompañaban al banco o a la diócesis, en la Catedral, les entregaría el monto requerido pero previno que para fines prácticos, sólo fuera uno de los presuntos mecánicos.

Subió a su auto escoltado por uno de los hombres y se dirigieron entonces a Catedral, en el centro histórico de la capital morelense. Una vez dentro del recinto fue orientado para llevar el automotor a la agencia.

Los presuntos cómplices se quedaron en las inmediaciones de la antigua iglesia de Tlaltenango.

El presunto mecánico permaneció en el automóvil a la espera del religioso. Ramón Castro regresó con el presunto estafador, se acercó con su teléfono celular en mano, tomó una imagen de éste y le pidió fueran a la agencia para verificar el cambio de las piezas, sólo entonces pagaría el resto. El vivales bajó del coche y se esfumó.

El obispo se dirigió a la agencia donde el personal le advirtió de la suerte que corrió ya que otras víctimas han sido golpeadas e incluso heridas.

El hecho lo difundió el pasado jueves a través de su cuenta de twitter, instantes después de la estafa de la que fue objeto, en la que incluso afirmó que la banda de delincuentes eran peruanos.

“Trabajé seis años en Sudamérica y conozco perfectamente los acentos”, explicó y escribió “¡con astucia… y mala!”. Luego divulgó la imagen del presunto delincuente.

Al día siguiente interpuso su denuncia ante la Fiscalía General del Estado donde engrosó la lista de víctimas.

Este tipo de bandas delincuenciales proliferan desde hace años en la Ciudad de México pero es la primera ocasión que se tiene conocimiento de su incursión en la capital morelense.

 

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