Redacción SL
NEXPA, Mor.- Una tarde calurosa, limpia de nubes, acompañó el cortejo fúnebre de Mario Nicolás, el morelense de 78 años de edad que murió bajo el tiroteo del estadounidense Robert Eugene Crimo, de 21 años, el pasado 4 de julio en una celebración del día de la independencia en Highland Park, Chicago, y cuyas balas mataron a siete personas e hirieron a otras 46.
El cuerpo de Nicolás fue recibido la noche del sábado por sus familiares en su natal Nexpa, municipio de Tlaquiltenango, sur del estado, y desde ese momento fue cobijado por sus paisanos, vecinos, familiares y amigos para pasar sus últimos momentos en esa casa cercada de arboles de limón y naranja; con montones de agave cortado.
Con el amanecer del domingo repicaron las campanas y gran parte del pueblo se alistó para acompañar a Mario hasta su última morada. Llegaron adornos florales, coronas, ramos y distintas dedicatorias lamentando la muerte del hombre que trascendió como una persona compartida, noble y solidaria con sus paisanos.
Martina, hermana de Mario, contó que en una ocasión su hermano bajó al campo, a vigilar sus vacas y de regreso cazó un venado cerca del río.
“Cazaba para comer, nunca vendió las piezas y por el contrario regalaba carne a sus vecinos y amistades. Le gustaba ser compartido con la gente, y cuando llegaba la temporada de cosecha de elotes invitaba a sus vecinos a subir a las milpas por elotes o calabazas.
“Tal vez por eso Dios le dio tanto porque además sembraba grandes extensiones de algodón que pagaba por fumigación mediante avionetas. Fue muy trabajador, pero un día decidió irse a Estados Unidos, le siguieron sus hijos y ahí llevó a su familia. Lamentablemente ahí también perdió la vida”, dijo Martina, dos años menor que Mario y segunda de una docena de hijos que tuvo el matrimonio Toledo Zaragoza.
Su hijo de Nicolás, Francisco Toledo Díaz, uno de ocho hijos procreados por Mario y Petra, contó que su padre fue de carácter duro y a la distancia lo agradece porque de esa forma ayudó a sus hijos a madurar, valorar las cosas y trabajar honestamente.
El último adiós
Cerca de las 15:00 horas, el féretro metálico, color azul claro y fuertemente sellado estaba rodeado de amigos y familiares. Anunciaron que partirían al panteón local y algunos voluntarios intentaron cargar la caja, pero fue inútil porque estaba demasiado pesada, dijeron. Optaron por subirla a una camioneta y caminar lentamente hacia el panteón.
Ya descansa en su natal Nexpa, comentaron sus amigos. Aquí hizo todo lo que estuvo a su alcance para subsistir. Cultivó tierras con su padre, se trasladó a Cuernavaca para cuidar una quinta, compró ganado y siguió con la siembra de granos básicos, pero no fue suficiente y una tarde de hace más de 25 años Mario Nicolás Toledo Zaragoza decidió cruzar la frontera para aliviar su necesidad económica.
Su hijo Francisco Toledo Díaz, lamentó el deceso de su padre.
“Ya era de Dios, porque imagínese habiendo tanto gente, el desfile era tan largo, tres kilómetros que se hace allá, creo. Gracias a Dios no pasó nada más grave aunque hubo otros tres heridos de la familia no de gravedad, pero ahí estaban mis nietas, mis hermanas y sobrinas”, cuenta Francisco, quien trabajo 20 años en suelo norteamericano.
Nunca le gustó y al terminar la construcción de su casa regresó a Morelos, sin embargo, dice que le queda la satisfacción de haber compartido lo suficiente con su padre.
“Allá también estuvimos juntos con mi papá. Allá se jubiló hace unos 10 años y esta vez se fue por visitar a su hijos y renovar algunos papeles, pero desafortunadamente se encontró con lo que nadie queríamos”, dijo.