Moisés Sánchez

Cuernavaca, Mor., 21 de junio.- El campo fue la herencia de sus padres y por eso Matilde García no conoce otra vida. Desde pequeño aprendió a ganarse la vida sembrando y en la actualidad es el encargado del comisariado de bienes comunales en Nepopualco, municipio de Totolapan, pero sus ganas de seguir viviendo del campo cada vez son menos.

Su comunidad, escondida en los altos de Morelos cada vez tiene menos jóvenes que quieren trabajar la tierra, prefieren emigrar a Estados Unidos y probar suerte. Él, dijo, haría lo mismo si fuera más joven, a sus 40 y tantos años no puede irse, “no sé hacer otra cosa más que ser campesino, además acá tengo una esposa y tres hijos”.

Matilde tiene ojos color café, pequeños, y de cuando en cuando surcan el suelo. Parece una forma de reflexionar porque enseguida levanta la mirada y afirma que sus ganancias no son las de antes. “Hace cuatro o tres años me alcanzaba hasta para comprar ropa y zapatos a mi familia para la fiesta del pueblo, ahora nada de eso, ni la inversión recupera uno. Ya no sale, no vale la pena, la verdad es que ya me estoy rajando. Uno se llega a conformar con frijoles y un agua fresca; en ocasiones ni para eso alcanza”, lamenta.

Le gusta la vida del campo, considera que es bonita pero estos últimos meses la idea de vender sus terrenos y poner un negocio de tamales y atoles no lo deja en paz.

“Puede que sea más seguro, en el campo vas al día, al día, al día, eso cansa. Uno quisiera vivir de la tierra pero el cuidar el cultivo cuesta. Me he endeudado con créditos y préstamos, hasta ahora no he vendido mis terrenos porque no sé hacer otra cosa, no soy profesionista, pero de vez en cuando pienso en que sería mejor dedicarme a otra cosa”, dice.

Matilde afirma que su situación es complicada pues este año no abonó su siembra. Necesitaba contratar ayudantes, comprar abono e insecticidas, para eso precisaba de 36 mil pesos, los cuales no consiguió.

En temporada de colecta, comerciantes de la Ciudad de México, Querétaro y Monterrey acuden a Nopopualco, a comprar nopal, por el que ofrecen muy poco dinero.

“Nos pagan lo que quieren, eso nos afecta mucho, nos dan 15 pesos por caja, lo peor es que tenemos que acceder, debido a que no podemos vender en otros lados, yo lo intenté en varios sitios y los vendedores me corrieron”.

Matilde acudió hoy a las oficinas de la Confederación Nacional Campesina en Cuernavaca, para recibir un paquete de fertilizantes y herbicidas que otorgó el Gobierno estatal. “Su ayuda no está mal, pero no alcanza, en esta ocasión si nos entregaron los beneficios en las manos, a veces sólo se los entregan a los líderes, y estos se los roban”, acusa.

Toca su sombrero, cruza las manos, mira de nuevo al cielo y entonces lanza un lamento triste al decir que es de los pocos en su pueblo que no abandono el campo en los últimos años, pero puede que no tarde mucho en ceder. Sus hijos y su esposa viven de lo mismo y lamenta que entre sus opciones esté buscar otra forma de vivir.