Por Leticia Villaseñor

Tlatizapán, Mor., 21 de septiembre.- Un olor a ceniza penetró el ambiente, sombrío y de abandono. El hogar de Maricela se vino abajo, no hay esperanza, Protección Civil colocó ya la leyenda «Peligro» y su casa será derruida.

Maricela es madre de tres jóvenes, una enfermera, y dos adolescentes de secundaria. Su marido tiene un brazo en cabestrillo pero con la mano que tiene buena jala bolsas y artículos no muy pesados.

Su casa está al fondo del callejón Felipe Flores, en el centro de Ticumán, municipio de Tlaltizapán, contiguo a Jojutla. Ahí por lo menos tres casas de la veintena que se ubican en la zona fueron catalogadas de peligro.

En el mismo terreno donde Maricela tiene su casa hay otras viviendas, humildes, de tabicón sin repellar, otras aún en obra negra. Los costados de la casa se fracturaron de extremo a extremo, sobre el piso hay escombros, dentro, en la cocina una cuarteadura inicia a la mitad de la construcción y se detiene en el techo.

En la planta superior sólo quedaron tres paredes, el ventanal que hizo de fachada se vino abajo y las columnas que lo sostuvieron se hicieron añicos.

El patio de tierra que comparten las cinco familias está lleno de gente apenas calzada con unas sandalias de plástico, short y camiseta, el calor apremiante de unos 40 grados no permite usar más prendas.

Entre las familias y los vecinos no se habla de otra cosa más que de las afectaciones, que si bien no alcanzan la gravedad de Jojutla, donde prácticamente el 70 por ciento de las construcciones del centro están dañadas, el peligro de que sus viviendas se vengan abajo es el mismo.

Maricela sale de la casa y va al final, a la vivienda marcada con el número 19. Su comadre Lilia prepara sendos garrafones de agua de Jamaica, manda a uno de los hijos de Maricela por hielo, mientras unos 15 hombres trabajan en el derribo de su casa. La mayoría se distingue por una playera blanca con letras naranjas del SNTE sección 14 de Guerrero.

La casa de Lilia, con más 45 años y de una sola planta está partida por la mitad, el techo se vino abajo y un cobertizo en el patio sobre el lavadero también debe echarse abajo, los castillos están fracturados.

En plena labor un grito sorprende a la cuadrilla, «la casa de Irma está por venirse abajo». Un tanto incrédulos porque han pasado al menos tres sustos iguales, los hombres salen sin prisa de la última casa hacia el inicio del callejón, un crujido hace correr hasta el más valiente.

Repuestos del susto se organizan y sacan todas las pertenencias de doña Irma, quien llora desconsolada. «Me vine del norte para darles una mejor vida a mis hijos… ahora no tenemos casa», dice mientras el marido la reprime con un seco «ya vieja».

En cuestión de minutos todo se sube a una camioneta negra, detrás, en una camioneta azul van Irma y su marido con la mirada perdida mientras el chófer intenta seguir el paso. salen a la carretera que conduce hacia Tlaquiltenango en dirección sur, y hacia Yautepec en dirección al oriente. Van hacia Yautepec así que deciden tomar el puente de Las Estacas pero el paso es cercado por unas vallas plásticas naranjas, preguntan a la oficial de la Policía Vial quien les advierte que el puente se cuarteó, crujió y al menos cuatro placas de concreto se hundieron unos 30 centímetros. La vibración y el peso lo echarán abajo. Regresan un par de kilómetros y toman la desviación hacia el Puente Fierros en espera de contar con más suerte.

Maricela se queda con su numerosa familia en el terreno que comparten mientras Lilia, una mujer entrda en años pero con una energía que contrasta con su calma, cuida de su hermana.

Pero Ticumán no es la única población afectada de Tlaltizapán, Huatecalco, una comunidad que apenas sobrepasa los 3 mil habitantes, también está afectada. En el pleno centro, la constante de los municipios afectados, el pequeño quisco recién construido sufrió daños en todas sus columnas. Detrás hay un terreno con la leyenda «Derribar interior». Construcciones hechas en distintas epocas y estilos. La más antigua data de unos 50 años, es de dos cuartos y el tlecuil (fogón) con una enramada que se colgó. Al entrar a casa de Don Pedro, un señor retirado de 65 años, muestra los restos del tirol en el piso y sobre todas sus cosas. un fractura recorre todo el inmueble como una cicatriz.

Detrás de su casa, una de sus hijas acababa de echar un aplanado. Los cuatro castillos y el techo están tan ladeados que es fácil alcanzarlos si se estira la mano.Sólo la casa del hermano mayor quedó en pie, tendrá un par de años que la terminó pero aún está sin repellar. Es la única construcción de concreto sin mayores afectaciones. En la esquina derecha una équeña casa de lámina se muestra «orgullosa». Pertenece a la hija menor de Don Pedro quien dice que prefiere vivir en su pequeña casa de lámina que estar bajo el miedo constante de que el techo de concreto se venga abajo.