Por Oswald Alonso

Si por alguna razón del destino mi madre doña Irma –mamá de cinco chamacos más-, hubiera dado a luz una mujer en lugar de este reportero, no cabe duda que a estas alturas ya habría creado el Partido de las Mujeres de México (PMM). Sería la primera fuerza política del país con el control en la Cámara de Diputados y Senadores, con mayoría de las gubernaturas, y ayuntamientos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) son más mujeres que hombres los que votan en México.

Para darnos un panorama del poder que tienen las mujeres, aquí unos datos: el 43.8% de las personas ocupadas registradas en la economía nacional, fueron mujeres. En 2014, las mujeres conformaron el 11.0% del total de personal ocupado en el sector construcción.

Del total del personal ocupado en las industrias manufactureras en el año 2014, las mujeres participaron con el 34.5%. En 2014, en el sector comercio al por menor la fuerza laboral femenina aporta el 51.3% del personal ocupado total. En el comercio al por mayor la participación de la mujer alcanza una de cada cuatro personas empleadas.

En 2014, las mujeres participaron con el 47.9% del personal ocupado total en los servicios privados no financieros, tales como restaurantes, hoteles, contabilidad y auditoría, escuelas del sector privado, servicios legales y médicos, entre otros. Esto representa casi la mitad del total del personal ocupado en estos sectores.

En ese mismo año, las mujeres participaron con 13.0% del total del personal ocupado en los diferentes modos de transporte. El valor del trabajo no remunerado en las labores domésticas y de cuidados fue el equivalente al 18.0% del Producto Interno Bruto.

Por cada 10 horas de carga total de trabajo remunerado y no remunerado realizadas por las mujeres, los hombres realizan 8.3 horas.

Esta radiografía del poder económico que representan las mujeres en nuestros días, nos dice también que viven adormecidas  en su participación social, política  y económica. Tratándose de la mayoría de la población votante, la que define las elecciones es incomprensible que su voto sea machista, votan por los candidatos hombres en lugar de solidarizarse con sus compañeras de sexo.

El panorama en números también nos sugiere que si bien la participación de la mujer en la toma de decisiones en la política mexicana  ha crecido, también nos obliga a decir que una reforma política  les dio sin esfuerzo, en muchos casos, acceso a cargos de representación popular.

Es el caso de la pasada elección donde una reforma legal obligó a los  partidos políticos a registrar igual numero de mujeres candidatas que de hombres.  El cambio a la legislación electoral legó a los tribunales porque en la interpretación de las mujeres que participaron en la elección el Congreso local debió haberse integrado por 15 diputadas y 15 diputados, así se cumplía la paridad de género, cuestionaron.

Para los tribunales esa interpretación fue errónea al considerar que la paridad se cumplió cuando los partidos registraron igual número de candidatos hombres que mujeres. Con esta experiencia será interesante saber cuál es la lección que les deja a las mujeres una reforma aún cuestionada pero además saber su reto en los próximos años. Lo decimos en razón de que parece que entre ellas nunca se podrán poner de acuerdo, menos definir el rumbo de un país cuando podrían hacerlo sin remordimiento. Odio este adormecimiento de las mujeres.