Por Uzziel Becerra

Después de un año de mandato efectivo del presidente Andrés Manuel López Obrador, convocó a una celebración en el Zócalo capitalino para exponer los avances de la “4t” y, frente a quienes llamó sus “ángeles de la guarda”, ante el pueblo bueno, el presidente solicitó un año más para establecer las bases de una “patria nueva” en la cual sería “imposible regresar a la época de oprobio del período neoliberal o neoporfirista”.

El mensaje que duró aproximadamente una hora y media enumeró 89 de 100 compromisos cumplidos durante este primer año de mandato, en el cual reconoce que “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”. Pero lo que caracterizó realmente al discurso del presidente López Obrador fue el contraste, la división y la polarización social entre el pueblo o sus ángeles de la guardia y los conservadores disfrazados de ciudadanos.

Lo anterior puesto que, paralelamente a la celebración del zócalo capitalino, miles de personas de diversas ciudades del país se concentraron en el Ángel de la Independencia para llegar al Monumento a la Revolución, realizando una marcha para protestar contra Obrador, así como exigir que se rectifiquen las políticas en materia económica y de seguridad pública.

La marcha contó con simpatizantes del PAN, PRD, (por obviedad al ser oposición) y de integrantes de organizaciones de la sociedad civil, sumando a los activistas Julián y Adrián LeBarón, familiares de las víctimas asesinadas por el crimen organizado en Sonora. Las exigencias se concentraron en los temas de seguridad pública, economía y de defensa a los organismos públicos autónomos como el INE, INAI, CNDH, así como la independencia de la Suprema Corte de Justicia.

En la conferencia mañanera posterior, el presidente aseguró que las personas concentradas en ese lugar eran solamente simpatizantes de los partidos conservadores disfrazados de ciudadanos, declarando que ahora se están quitando la máscara y que queda en evidencia de dónde se manifiestan, menospreciando las expresiones y exigencias vertidas en esa concentración de ciudadanos, tan legítimas como cualquier otras.

Y es que en los hechos, el primer año de López Obrador ha sido controversial: en materia de ciencia y tecnología, el gobierno no ha cumplido su promesa de invertir el 1% del PIB, como fue acordado, al contrario, se han observado recortes presupuestales que ponen en riesgo a las investigaciones de los diversos Centros Públicos de Investigación, así como el desinterés por la innovación tecnológica, indispensable para el progreso y avance científicos. Los organismos públicos autónomos han visto reducido su presupuesto, han sido objeto de ataques y descalificaciones por parte del presidente, aunado a las intenciones de los legisladores de intromisión de sus decisiones, su independencia y autonomía.

En materia de seguridad no hace falta argumentar: ha sido el año más violento de la historia moderna de nuestro país, con registro de casi 29 mil homicidios, aunado a que en la estrategia de seguridad, la constitución de la Guardia Nacional, no ha respondido a las necesidades en la materia. Respecto a la economía, se ha diagnosticado recesión técnica y la baja en los indicadores del PIB por parte de diversas agencias financieras y del propio Banco de México, ubicando al crecimiento en 0.01% y con una tasa de desempleo más alta desde el 2016. A pesar de que el presidente afirme que ahora existe mejor distribución de la riqueza, no hay parámetros ni indicadores serios que prueben sus dichos.

En cuanto a transparencia gubernamental, de acuerdo con la información obtenida por Animal Político, a lo largo de un año de gobierno, la administración pública federal ha declarado la figura de “inexistencia de documentos” al menos 14 mil 801 veces según las estadísticas del INAI al recibir solicitudes de información. Y ello es así puesto que la ciudadanía se ha encargado de solicitar la información de los dichos del presidente en sus conferencias matutinas, en sus conferencias públicas y en las manifestaciones que ha realizado a lo largo de su administración, observando la incongruencia entre las palabras y los hechos.

De esa forma, la “4t” impulsada por López Obrador tiene como característica el menosprecio de la transparencia y la obstaculización de la información pública, mintiendo en público de forma reiterada e inventando datos, cifras y estadísticas, incluso descalificando a la institución garante del derecho a la información, circunstancias que han decepcionado a diversos sectores de la población que hoy observan de forma crítica las decisiones del Ejecutivo federal.

Con este contexto, el gobierno de López Obrador parece tener un objetivo específico: la alta polarización de la sociedad, al dividir de manera frecuente entre liberales y conservadores, pueblo bueno y conservadores disfrazados de ciudadanos, entre gente honesta y gente fifi, entre ángeles y demonios.

Cuando el presidente expresa que en 12 meses consolidarán las bases para la creación de un nuevo régimen y de una nueva patria, haciendo imposible que los conservadores puedan modificarlo, no aclara los métodos, los medios o las formas para lograr dicho objetivo, lo único que nos queda (en cuanto al análisis político) es la lectura entre líneas del discurso y de las acciones, es decir, el análisis de los hechos. Por lo anterior, la división social que provoca el presidente López Obrador es el principal elemento articulador de la “4t”. La actualización de la relación amigo-enemigo schmittiana, que ha tenido repercusiones sociales y políticas como la persecución y el exterminio, encabezado por los gobiernos autoritarios y totalitarios del siglo XX.

Además, no es nueva la intención de los gobiernos de recrear masas o colectivos amplios de personas económicamente dependientes del gobierno para su subsistencia, con el fin de conservar sus números de votantes fieles e incondicionales, como fue en la época de la política de masas y del corporativismo mexicano. Aunado a ello, el adoctrinamiento y las excesivas posiciones ideológicas vertidas en cada conferencia y en cada evento público incentivan la división por motivos raciales, económicos e ideológico-partidistas. Cuando eso sucede, no hay lugar para la pluralidad, para la convivencia armónica y para el ejercicio de la política con prácticas democráticas.

En efecto, la llegada al poder de Obrador se debió gracias al voto mayoritario, expresando la amplia legitimidad social de su mandato. Sin embargo, mientras que un sector de la población informada, es decir de ciudadanos críticos, ha podido distinguir la incongruencia entre los hechos y las palabras, en parte gracias a la diversidad de fuentes de información, otro sector de la población, la que pudiera no tiene acceso a otras fuentes de información, que ahora es beneficiaria directa de las políticas sociales, de los incentivos políticos o de su incorporación en el servicio público, celebran la posibilidad de instaurar una nueva patria y un nuevo régimen político sin entender a plenitud las consecuencias profundas que acarrea dicha posibilidad en el contexto de la polarización social.

Si no se articula una oposición funcional y responsable, capaz de recuperar la legitimidad social y de ofrecer alternativas de organización política, las repercusiones de la división en la población mexicana cobrarán factura para todos. En cuanto a los ciudadanos, se debe insistir en recuperar la tradición republicana de ser vigilantes permanentes del poder público, sea del color y de la ideología que fuere, pues si no lo hiciéremos así compartiremos la responsabilidad de las consecuencias.