Por Uzziel Becerra
El Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá o T-MEC, cuyo antecedente fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que en lo general evita la imposición de una tarifa arancelaria para productos y servicios en las importaciones y exportaciones que realicen los socios comerciales, está a punto de entrar en vigencia, debido a nuevas negociaciones que, entre otros temas, destacan la revisión de los asuntos laborales.
El T-MEC es la versión actual de tratado comercial tras culminar la temporalidad del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés), que entró en vigencia durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari en 1994, con la intención de hacer un bloque comercial que pudiera hacerle frente al comercio derivado de la Unión Europea y del milagro japonés, eliminando las barreras aduaneras entre los países socios, impidiendo restricciones a la inversión extranjera directa, al comercio con diversos productos, especialmente en el sector automotriz, textil y de agricultura. Asimismo, buscó regularizar lo concerniente a los derechos de propiedad intelectual, como el derecho de patentes, derechos de autos, el copyright, marcas comerciales, entre otros.
Una vez agotado su tiempo de vigencia, el presidente Donald Trump refirió que se debía realizar otro tratado multilateral, debido a que conforme la apreciación de los norteamericanos, este tratado ponía en desventaja a su país en cuanto al abaratamiento de los servicios y de los salarios de trabajadores, generando una competencia desigual, por lo cual su negativa de continuar con el TLCAN abrió la puerta para reformularlo y buscar ser el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, que enfatizó el compromiso en diversos aspectos laborales.
En México el T-MEC fue aprobado por el Senado de la República desde el 19 de junio del presente año, sin embargo, la negativa de la Cámara de Representantes en Estados Unidos, controlada mayoritariamente por el partido Demócrata, la falta de aprobación del Senado y del Parlamento canadiense generó como consecuencia la necesidad de renegociar para que existiera consenso político de las tres naciones.
Las últimas negociaciones para la aprobación del T-MEC fueron realizadas en la Ciudad de México, contando con la presencia de la Viceprimera ministra de Canadá, Chrystia Freeland, el asesor de la Presidencia de Estados Unidos, Jared Kushner, el representante comercial de EUA, Robert Lighthizer, así como la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena y el Jesús Seade, subsecretario para América del Norte y encargado de la negociación trilateral. Lo anterior para afinar los detalles que generaban la indecisión de los Demócratas en EUA, para la ratificación de este instrumento comercial multilateral.
Por otra parte la Secretaria de Economía norteamericana, Graciela Márquez, adelantó a los medios en su país que la firma del tratado podría realizarse antes del 20 de diciembre del presente año, y es que le costó al presidente Trump meses de cabildeo para que las principales organizaciones laborales norteamericanas como la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL) y Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) apoyaran el acuerdo comercial, lo cual era indispensable para lograr el consenso de los demócratas y los gremios sindicales, que forman parte fundamental de su base electoral.
El contenido del T-MEC que primigeniamente fue aprobado fue muy similar al TLCAN, pero sus cambios versan sobre los siguientes puntos: La apertura del mercado de lácteos para Canadá, la inclinación de la fabricación automotriz hasta del 75% de sus partes por uno de los países; la vigencia de 16 años del Tratado para su revisión; la tendencia de contención de una tasa de cambio fija, la homologación de mecanismos de solución de controversias comerciales, entre otros.
Analistas financieros y expertos señalan que el protocolo de enmienda del T-MEC blinda a México de los impulsos proteccionistas del presidente Trump, puesto que sus políticas de comercio exterior han tenido la dinámica de cerrar fronteras, limitar el intercambio comercial y aumentar los aranceles o impuestos. Teniendo este Tratado, se ofrece un terreno de certidumbre para las inversiones extranjeras de largo plazo, atrayendo empresas globales con interés en hacer incursionar sus bienes y servicios.
Sin embargo, el contenido de las nuevas negociaciones no ha sido publicado por el Gobierno mexicano, y no así por los Estados Unidos, dejando ver que los aspectos más relevantes son el laboral y de materiales para el sector automotriz. Como en cualquier negociación, no todo es ganancia. Los aspectos negativos en los que nuestro país cedió ante sus socios comerciales son la explotación inclinada a la exportación del acero y el aluminio para efectos de su utilidad en el sector automotriz norteamericano, la inhibición de los medicamentos biotecnológicos por el agotamiento de patentes, y el establecimiento de verificaciones laborales, que en un inicio pretendían ser realizadas por personal norteamericano y se logró que se llevaran a cabo por un tercero ajeno e imparcial a través de paneles laborales, así como verificaciones en el sitio, posibilitando la imposición de sanciones comerciales que podrían durar hasta que se repare o enmienden los incumplimientos a las normas laborales y disposiciones del T-MEC.
En realidad, la reforma laboral que se aprobó en este año, aunado a la Norma Oficial Mexicana 035 en materia de acoso, hostigamiento y estrés laboral, en parte tuvo como motivación el cumplimiento de las exigencias norteamericanas que tenían como finalidad implementar el sistema de sanciones que se ha señalado ampliamente por la opinión pública. Con el Tratado, las autoridades y los patrones
estarán obligados a cumplir con la Ley Federal del Trabajo y NOM para evitar incurrir en los supuestos del T-MEC.
En ese sentido, tras la publicación de los acuerdos de modificación al T-MEC de las negociaciones realizadas, el Presidente de la Coparmex Gustavo de Hoyos cuestionó las modificaciones, lamentando que no se consultaron con el sector empresarial y reconociendo que México se mostró débil y complaciente en la negociación, señalando los riesgos que tienen para los patrones y empresas mexicanas.
A pesar de que existen inconvenientes y riesgos en diversos sectores por la renegociación, el objetivo final se cumple: generar confianza en cuanto a las inversiones y al intercambio comercial, beneficiando al mercado interno y externo. Y aunado a ello, el instrumento trilateral es tan solo un elemento más en el conjunto de acciones que el gobierno deberá realizar con el fin de mantener una economía dinámica y saludable, lo cual ha dejado de ocurrir por la baja en los pronósticos de crecimiento económico, quedando en el cero por ciento. Esperemos que la ratificación del T-MEC en EUA y Canadá dé como resultado que nuestro país salga de la recesión técnica y genere mayores resultados de crecimiento y posterior desarrollo económicos.