Por Oswald Alonso

Matías Nazario, es un personaje -inicialmente- surgido de la administración pública, después la rebasó para cómodamente instalarse en la política local de Morelos. Lo conocí a principios del gobierno del general Jorge Carrillo Olea, desde entonces ya se hablaba de su perversidad y compra de voluntades por medio de actos de corrupción sobre todo con los reporteros y empresas de comunicación. Pagaba bien -dicen los beneficiarios- de los recursos públicos pero también cobraba con absoluto silencio para que no se difundieran las malas prácticas de un gobierno caracterizado por los secuestros perpetrados desde una estructura oficial.

Compraba reporteros, los presionaba, llamaba a las redacciones y para ser claros, ordenaba a los directores de medios con convenios de publicidad gubernamental, no acatar lo mandatado merecía el cierre del medio, cancelación del contrato y ser desterrado del mapa oficial.

Al salir el general del gobierno por orden presidencial, también Matías lo hizo. Con el costal lleno de acusaciones por la manera cómo denigró la función pública y sometió a las empresas con los billetes en las manos.

Presumió ser hábil en el manejo de las relaciones públicas, al grado de presumir trabajar o tener una empresa dedicada al tema.

Ya en el sexenio de Marco Adame Castillo, volvió a reaparecer como aquellos malos de la películas de dibujos animados que de la nada aparecen para seguir haciendo mal a los buenos de las historias. Sí lo hizo.

Era el momento más álgido de las protesta de maestros que cerraban carreteras y cerraron la ciudad ganándose el repudio de los ciudadanos que vieron afectadas sus labores diarias por casi tres meses.

Entonces, el duende Matías apareció y empezó otra vez a operar lo que le sale muy bien: Comprar conciencias, presionar con billetes en mano y ofertarse como el rescatador de los estúpidos que no saben resolver los conflictos.

Matías, recuerdo, habló conmigo para explicar que era el enviado de la maestra Elba Esther Gordillo, que lo había enviado para ayudar a resolver el conflicto con el gobierno pero sobre todo a manejar la imagen del perverso sindicato que nos tenía a todos secuestrados. Entonces volvió a utilizar los contratos de publicidad para que se difundiera una organización sindical como de otro país, otro planeta, muy diferente al que veíamos los ciudadanos de a pie. Desde luego que para muchas empresas era un cliente conocido.

Ahora, con una amnesia permanente, ya no recuerda quién era su jefa, la que presumía y exaltaba como una gran mujer de cúpulas nacionales del poder público, duela del Partido Nueva Alianza.

Sí es hábil, logró trascender a lo político, ahora es diputado local disfrazado de ciudadano comprometido con la seguridad y la defensa de los derechos humanos. Del tema sabe mucho. En el gobierno en el que participó, la inseguridad fue una de los pilares pero también su tumba. Las acusaciones y evidencia de las múltiples violaciones a los derechos humanos de las policías sobre todo del grupo antisecuestro. Cuando él habla del tema lo hace con conocimiento de causa ya que sus jefes de la policía están en la cárcel al haberse instalado en la procuraduría la base de la más grande banda de plagiarios conformada por policías.

Hoy con el traje de diputado se escuda en defensor del pueblo pero surge un acto de corrupción político.

Cuenta la legisladora del PRI, Rosalina Mazari Espin, que aspiró legítimamente a la coordinación de la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso local, hizo su trabajo, cabildeo con sus compañeros y parecía avanzar pero, supo de un acuerdo firmado desde hace un año atrás para que Juan Carlos Rivera, fuera el coordinador para este último año parlamentario.

El pacto se habría firmado luego de que los legisladores del PRI, la mayoría, menos Rosalina Mazari, acordaron que Isaac Pimentel Rivas fuera el coordinador con la condición de que para el siguiente lo fuera su compañero Juan Carlos. El acuerdo existe, se firmó pero ahora todos lo niegan, incluido Matías Nazario.

El nombre surgió otra vez este miércoles luego de que la diputada Mazari explicó que  una pieza importante en la farsa para elegir mediante un proceso “democrático! al nuevo coordinador, fue Matías.

Mazari asegura haber preguntado en varias ocasiones a Matías del acuerdo firmado y lo negó siempre pero otros legisladores le confirmaron  su existencia.

Matías dijo ser el operador del triste candidato perdedor al gobierno de Morelos, Amado Orihuela. Impulsar a Juan Carlos, pupilo de Amado. Así se entiende que mintiera en un proceso donde todos, incluida Rosalina, podrían participar legítimamente. No ocurrió.

Aquí el problema no es la misoginia que acusa la única diputada del PRI. El gran problema es que las malas prácticas políticas imponen los grupos de poder. No se quiere cambiar a pesar de los avances democráticos impulsados desde los ciudadanos. Más cuando un acuerdo cupular considera la repartición de las comisiones más importantes como lo es la de Hacienda y Cuenta Pública, utilizada históricamente para extorsionar a los ayuntamientos y los gobiernos estatales.

También considera la repartición económica de los recursos destinados a la fracción parlamentaria para las campañas políticas del próximo año. Es un gran negocio la complicidad política, no cabe duda.