Por Uzziel Becerra
El domingo 31 de enero se llevó a cabo el proceso interno de votación del Partido Acción Nacional para elegir al candidato que competirá en los comicios de junio por la Presidencia Municipal de Cuernavaca, sin embargo, lejos de ser un proceso ordenado, pacífico y un ejercicio cívico-democrático, estuvo marcado por el acarreo de personas, la manifestación de la violencia y el conflicto por la calidad de militantes de quienes acudían a las urnas panistas a emitir el voto. Lo anterior solo es reflejo de la frágil vida institucional de los partidos políticos locales, es decir, en su toma de decisiones interna, entre militantes, líderes de facciones y líneas partidistas.
Cuando hablamos de la vida interna de los partidos políticos recordamos el texto del francés Maurice Duverger en el que señalaba que cada partido se subdividía en facciones, mismas que eran expresiones de disidencia al interior, cuotas de poder afianzadas en distinciones ideológico-políticas, que no permitía a los partidos operar de manera uniforme. Esa aspiración se pudo realizar y registrar en los regímenes autoritarios, aquellos con partido único, o en el que solo uno o dos son realmente competitivos; partidos-estado que lograron controlar absolutamente la vida pública, el gobierno y los organismos del Estado con una férrea disciplina partidista. La República Popular de China es un ejemplo de este tipo de régimen político.
Sin embargo, con el advenimiento de la democracia moderna, los partidos políticos lograron el protagonismo de la vida pública y su vida interna se hace cada vez más complicada, dejando la uniformidad de sus decisiones con disciplina partidista y abriéndose a la deliberación y “democratización” de su vida interna, es decir, a ser competitiva no solo afuera, frente a partidos distintos, sino en sus relaciones internas, entre dirigentes de facciones, grupos, líneas, familias, entre otras manifestaciones partidistas. México vivió su transición a la democracia con ese fenómeno, trasladándose de un partido hegemónico que controlaba todas las candidaturas y elecciones de manera uniforme a la multiplicidad de partidos como lo conocemos ahora, pero también con los francos problemas de la democracia, la manifestación del conflicto.
En este punto cabe hacer una reflexión sobre la falsa necesidad de consenso. Cuando en el discurso político se manifiestan exigencias de consenso, en realidad se busca eliminar o atenuar el conflicto, circunstancia que en términos reales no existe en ningún régimen democrático. Si bien existen condiciones para que un proceso interno pueda ser civilizado, respetuoso y pacífico, en realidad la pretensión de uniformidad no tiene cabida en una democracia, sino que se emplean mecanismos para que las voluntades mayoritarias tomen decisiones, pero sin vulnerar la esfera de derechos, individuales o colectivos, de las minorías. En el caso de la vida interna de los partidos políticos podríamos señalar que, pese a lo que señalen los críticos, el conflicto es una manifestación de democracia.
Lo anterior solo puede entenderse desde el punto de vista de la democracia liberal, es decir, la democracia que tiene como piso mínimo el respeto por los derechos individuales, la tolerancia y la pluralidad. Sin esos valores y principios ninguna democracia existe en realidad. No obstante, en el análisis del conflicto se puede distinguir entre conflicto por disidencias ideológicas y políticas frente a la necesidad de que los liderazgos políticos desplieguen sus estrategias para romper votaciones, hacer llamados a la violencia verbal y física con la intención de quebrar un proceso al interior del partido, lo cual está absolutamente alejado de prácticas políticas democráticas.
En ese sentido, las manifestaciones violentas en el proceso de elección interno del PAN evidenciaron que el grado de institucionalización del partido es muy bajo, pues no existe un irrestricto apego a las normas fundantes y a los marcos de civilidad necesarios para sostener procesos políticos democráticos, sean externos o internos. Pero los conflictos al interior del partido no son nuevos, es conocido el historial polémico que tiene el Partido Acción Nacional en Morelos por la apropiación familiar del partido, pues la “sagrada familia” fue desplazada por el grupo Terrazas en elecciones pasadas, situación que hoy busca revertirse con el impulso de Juan Pablo Adame.
Aunado a lo anterior, la decisión de que la candidatura pudiera ser encabezada por un externo, por un actor político que no fuera militante del partido, preocupó a la militancia al ser un hecho inédito que demostró pragmatismo y estrategia política. En efecto, José Luis Urióstegui es un “eterno candidato” que ha sido abanderado por muchos partidos políticos locales: PRD, PT, Movimiento Ciudadano, PRI, PSD, e incluso como candidato independiente. En ese sentido, hay una justificación legítima de los militantes para manifestarse en contra de abanderar a un candidato pragmático y sin vida institucional al interior de su partido. El grado de inconformidad de los militantes (o supuestos militantes) logró rebasar la violencia verbal por la violencia física, dejando registro de golpes, empujones, entre otros acontecimientos al momento de formarse para votar a quien será el candidato oficial del partido.
Tras los hechos violentos y la clara falta a los protocolos sanitarios, elementos de la Coordinación Estatal de Protección Civil del ayuntamiento de Cuernavaca clausuraron temporalmente el salón de fiestas en el que se llevaba a cabo la votación, lo anterior de acuerdo con una advertencia que Protección Civil habría realizado al dirigente estatal del PAN, Juan Carlos Martínez Terrazas, en la que se puntualizó que la concentración masiva de personas violaría la disposición sanitaria durante el semáforo epidemiológico en rojo, razón suficiente para clausurar dicho evento público. Sin embargo, la votación no se detuvo.
Finalmente, José Luis Urióstegui fue elegido por la militancia del PAN como el candidato que competirá la alcaldía de Cuernavaca, al obtener la mayoría de votos en la votación interna que organizo la Comisión Organizadora de Elecciones del Comité Ejecutivo Nacional del partido, pese a que Juan Pablo Adame buscará impugnarla. De acuerdo con la dirigencia estatal, el triunfo de Urióstegui se dio con más de 371 votos contra 261 votos para Juan Pablo Adame Alemán, al tiempo en que se manifestó un respaldo expreso por las aspiraciones de su hermano, Daniel Martínez Terrazas, para ocupar la candidatura de diputado federal por el primer distrito, así como a Ángel Adame Jiménez, como candidato al segundo distrito. En esta carrera por la Presidencia Municipal de Cuernavaca aún faltan muchos capítulos por observar, en la vida interna y entre los propios partidos. Atentos.
*Consejero Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Secretario de Asuntos Políticos en el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública Sección Morelos.