Foto: Máximo Cerdio

Por Leticia Villaseñor

Zacatepec, Mor., 19 de octubre.- Sale de un pequeño “vocho” como desenvolviéndose. Su metro 90 de estatura y su extrema delgadez llaman la atención de los transeúntes, eso y que lleva una nariz roja, un chaleco verde fluorescente y un casco blanco con otra nariz roja.

Mario “Yayo” Galíndez Sánchez rompe con su promesa de dejar a su personaje guardado en un baúl. Lo desempolvó y se lo llevó puesto hasta la zona sur, la zona que el sismo del pasado 19 de septiembre causó más estragos en la entidad.

“Yayo” pelea con un agente de tránsito por dar el paso a los automovilistas, que a modo de saludo tocan el claxon. Los niños no ocultan su sorpresa seguida de una sonrisa. Mira mamá, dicen los de una camioneta. Lo señalan y se ríen con él… o de él. Pero esa es la intención del “clown”, arrancar una sonrisa entre tanta desolación.

“Yayo” da pasos largos, es difícil seguirle el ritmo. Un niño en bicicleta lo reta y arman una carrerita hasta el poste. “Yayo” es vencido y el niño se aleja a toda marcha entre risas y con el puño arriba en señal de victoria.

Pero las calles del municipio cañero de Zacatepec no son el destino del “clown”, sino un pequeño campamento de damnificados que perdieron todo después del sismo y que no han recibido ayuda.

La gente lo mira con recelo pero no los niños que de inmediato interactúan con él. Poco a poco “Yayo” vence el recelo, no sólo de la gente sino el propio y por una hora las carcajadas resuenan entre los muros derruidos del viejo casco de la hacienda, que hasta el pasado 19 de septiembre era el hogar de 119 personas y que se vino abajo.

Al final del acto, niños y adultos siguen las locas instrucciones de aquel hombre altísimo, una que otra mujer tiene aún el ceño fruncido por alguna broma gastada, pero aun así mueven sus cuerpos, sus manos, sus piernas cómo él indica, le aplauden y le agradecen.

“Qué bueno que vino, estábamos muy decaídos”, dice Ignacio “N”, un hombre de unos 40 años que fue el patiño del payaso durante toda la función.