Foto: Máximo Cerdio

Por Leticia Villaseñor

Su cuerpo quedó tendido en una banqueta del centro de la ciudad algunos comerciantes colocaron veladoras para el buen camino de su alma pero cuando uno quiso escribir el nombre del difunto, de unos 50 años, nadie supo cómo se llamaba, sólo que le decían “El Pavarotti”.

La escueta ficha del levantamiento que envió la Fiscalía general del Estado expuso que la persona no estaba identificada, las causas de su muerte “a determinar” pero cuidó de escribir que la persona en condición de indigencia lo apodaban “El Pavarotti”.

Héctor Monreal, su verdadero nombre, era un prominente carnicero en el mercado Adolfo López Mateos pero el abandono de su esposa lo hundió en una depresión severa, se refugió en el alcohol e hizo de las calles del centro de Cuernavaca su vida y su hogar.

Murió durante la madrugada aparentemente solo y mientras dormía. Varios ciudadanos se organizaron y reclamaron los restos del indigente que gustaba de leer. Cooperaron para pagar su ataúd y lo enterraron en un panteón muy apartado del municipio de Temixco.

Entre los escasos asistentes hubo dos que lo despidieron con cantos aunque ninguno se animó a interpretar alguna de las canciones que hizo famoso el tenor italiano.

Pero “El Pavarotti” es el único de los ocho indigentes de quien se conoce su verdadera identidad y que fue reclamado por alguien para evitar que sus restos no quedaran en una fosa común en total anonimato.

En diciembre el cuerpo de un hombre quedó tendido sobre bulevar Juárez. La autoridad no difundió ni su nombre, ni edad ni causa de muerte, sólo que al “parecer” era un indigente y que su cuerpo no estaba maltrecho.

El mismo día un hombre en silla de ruedas murió sin que nadie supiera las causas. Fue encontrado en las escaleras que conducen a la oficina de la administración del mercado Adolfo López Mateos. En la ficha de levantamiento, la Fiscalía expuso que no era conocido en el lugar.

Un par de semanas antes, otro hombre perdió la vida al ser arrollado por un automovilista en la ciudad de Cuautla. “Por versión de testigos se conoció que el hoy occiso, el cual vivía en indigencia, intentó cruzar de manera imprudente y fue arrollado por el conductor de un auto Nissan tipo Tsuru, persona que quedó a disposición del Ministerio Público”.

Es lo único que se difundió de la víctima. De nueva cuenta su identidad, edad o cualquier raso físico que pudiera conectar con sus familiares quedó en el olvido.

En abril pasado Salvador de 58 años murió en las calles de Jojutla, era un personaje urbano a quien se le extrañó cuando murió pero del que nadie se hizo cargo en vida.

El centro de Cuernavaca, refugio de indigentes

Desde hace varios años, por el centro histórico de la capital morelense deambulan varias personas en situación de calle sin que ninguna autoridad atienda sus necesidades.

Los discursos oficiales son que el estado no tiene porque hacerse cargo de ellos ya que son responsabilidad de cada municipio. A su vez, los titulares del Sistema DIF de cada localidad se excusan al decir que los indigentes no quieren estar en un refugio, que son agresivos o adictos a drogas, alcohol u otras sustancias.

Por lo tanto es común que en los portales de Palacio de gobierno, sede del Ejecutivo estatal, media docena de personas en condición de calle pasen la noche, o bien en una de las bancas del zócalo, justo frente al Palacio.

Sobre la calle de Comonfort, un joven encontró una plácida “cama” con cartones justo en la entrada de un edificio, en plena vía pública. Un policía lo despertó para que no obstaculizara el paso y el joven recogió sus cartones y buscó otra entrada, lejos de la vista del oficial.

En la calle de Hidalgo, la que conduce a la catedral de Cuernavaca, es habitual ver al menos unos tres o cuatro indigentes que aprovechan el pasillo techado para cubrirse un poco de las inclemencias del clima. Algunos llevan al menos un par de años así.

En septiembre pasado los locatarios de una plaza de artesanías enclavada en pleno centro de Cuernavaca descubrieron el cadáver de un hombre, sin lesiones. Por su aspecto presumieron que era un indigente.

Durante la primavera un joven identificado sólo como Francisco cayó a la barranca de Amanalco, en las inmediaciones del ALM. El parte oficial fue que el joven estaba bajo los influjos de aluna droga lo que hizo que perdiera el equilibrio y por eso cayó al vació.

El reporte dice que varios testigos se dieron cuenta del estado en el que estaba pero no hay indicios de ningún reporte a las autoridades viales o municipales que ayudaran al joven.