Carlos Tercero
La democracia es un fenómeno que evoluciona y se desarrolla con especificidades en cada nación y de manera global mantiene como única constante el cambio; en cada continente, en cada país, los procesos político-democráticos acompañan las transformaciones sociales. Muestra de ello, tenemos recientes casos: a tan solo una semana de la elección presidencial en México, en la que masivamente la voluntad popular refrendo la vía de la izquierda progresista para la transformación del país, llamando la atención a nivel mundial por el arribo de la primera mujer presidenta en América del Norte, se presentó la disolución de la Asamblea Nacional en Francia y con ello, el llamado a nuevas elecciones legislativas que en primera vuelta dieron el triunfo a la extrema derecha y semanas más tarde, el sorprendente triunfo de la coalición de izquierda en segunda vuelta; asimismo, las elecciones en el Reino Unido daban el triunfo contundentemente al partido laborista de centro-izquierda y precisamente en su mensaje, tras convertirse oficialmente en el Primer Ministro, Keir Starmer prometió “devolver la política al servicio público” y “demostrar que puede ser una fuerza para el bien”. Ambas sentencias son eje central y esencia de lo que debe representar la política como bien público y detonante del bienestar de las personas. Devolver la política al servicio público, representa reorientarla hacia la satisfacción de las necesidades y demandas sociales, lo que supone en primer término que la política debe estar al servicio del pueblo y no de forma contraria como lamentablemente sucede en tantas ocasiones, en que el gobierno y sus funcionarios olvidan que trabajan para el bien común y no para intereses particulares o de grupo.
Aterrizar dichos conceptos, implica un cambio radical en la forma pragmática en que se entiende y practica la política, requiere un cambio estructural por parte de los partidos y, por supuesto, de las y los políticos con la oportunidad de asumir cargos en el servicio público y en ello, asumir como reto que su manera personal de entender y ejercer la política, se convierta en un impulso para mejorar la vida pública, es decir, el encargo de gobierno, el espacio legislativo de representación, o bien, de impartición de justicia que les corresponda, dando paso a una mayor participación social en la toma de decisiones y en la definición de las prioridades comunitarias, anteponiendo el interés ciudadano como motivo fundamental de la actividad política y función de las tareas públicas y de gobierno, lo cual solo es posible, cuando verdaderamente se establece la vinculación entre sociedad y gobierno, es decir, promoviendo una cultura de diálogo y colaboración entre la sociedad civil y el Estado, bajo un compromiso ético y político por parte de todos los actores involucrados en la apuesta por la construcción de un proyecto colectivo que ponga en el centro a las personas y sus necesidades, retomando las palabras de Starmer: demostrando que se puede ser una fuerza para el bien común.
La democracia está en evolución constante, igualmente la política. Sin embargo, lo que debe permanecer inalterable en ambos casos, es precisamente su naturaleza de servicio, su carácter de fortaleza a favor del bienestar colectivo, independientemente de las características propias de cada país, su ideología y la manera particular de vivir sus decisiones políticas, la esencia es la misma.
En México, se perciben rasgos de una nueva etapa en la que el poder y el servicio público tendrán como premisa el interés colectivo; seguramente se requerirán ajustes y cambios sobre la marcha, pero las señales de la doctora Sheinbaum como Presidenta Electa, en los anuncios de quienes habrán de integrar el Gabinete Legal, han generado en la gran mayoría de los casos, la certeza de que el mérito y experiencia probada, habrán de prevalecer sobre cualquier otro elemento subjetivo de selección en las mujeres y hombres que tendrán la responsabilidad por los próximos seis años de conducir el rumbo del país y sus instituciones y de la misma manera, conformar en cascada los equipos de trabajo, seguramente con personas de su confianza y especialistas en cada área, reforzados con elementos del Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública Federal; recayendo en todos ellos, la confianza del pueblo de México, de que habrán de dar su mejor esfuerzo por devolver la política al servicio público.