Por Aranzazú Ayala Martínez / ladobe.com

@aranhera

El señor José P. escuchó un disparo en la madrugada. No se asomó por miedo, no fuera a tocarle una bala a él también, no fuera a quedarse en un fuego cruzado sólo por andar de curioso. La bala que lo despertó entró en la cabeza de Ricardo Cadena Becerra, un muchacho de 18 años que vivía en Momoxpan, en la ciudad de Puebla.

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El sábado 2 de mayo fue la esperada pelea de box entre Manny Pacquiao y Floyd Mayweather. El bar familiar “El recuerdo” del barrio de Santiago, en San Pedro Cholula, estaba lleno. Cuando terminó la pelea, el ambiente festivo continuó entre las mesas. Cerca de las dos de la mañana Ricardo Cadena, su hermano Jonathan, de 15 años, y su amigo Heriberto salieron y caminaron hacia la carretera. Dos camionetas de la policía municipal se les acercaron. Los muchachos dijeron que se asustaron y corrieron. Jonathan regresó al bar pero en cuestión de segundos dos policías entraron por él. No puso resistencia ni discutió, levantó las manos y se dejó llevar. Lo subieron a uno de los vehículos donde una policía le pegó y lo insultó. De pronto escuchó un disparo y luego la voz de la mujer: “Ese pendejo ya hizo sus mamadas”.

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Mientras Jonathan corría en dirección al bar, Heriberto y Ricardo lo hicieron hacia la calle Luis N. Morones, que pasa a un costado del bar. Los policías los siguieron. En algún momento Heriberto quedó detrás de Ricardo y del policía, y pudo ver cómo éste le disparó a su amigo: el oficial no le dijo que se detuviera, simplemente le apuntó y le disparó. Su amigo cayó al piso y él pudo escapar porque no lo vieron. Fue a su casa, se cambió de ropa y regresó a buscar a su amigo, tirado en la calle el domingo 3 de mayo en la madrugada.

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Jonathan no sabía por qué estaba detenido y golpeado en la camioneta de policía ni por qué fue llevado a las instalaciones de Seguridad Pública de Cholula. Poco después de las tres de la mañana su papá, Fernando Cadena Hernández, recibió una llamada en la que le decían que su hijo menor estaba detenido. Primero le pidieron que pagara una multa de mil 500 pesos, aunque después llegó un licenciado, nervioso, a decirles que ya no era necesario. Hasta ese momento ni él, ni su esposa, ni Jonathan sabían algo de Ricardo.

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El cuerpo de Ricardo se quedó tirado en la calle Luis N. Morones, afuera de una casa particular y frente a un negocio de impresiones y computación y un taller mecánico. El empleado del negocio no escuchó nada porque fue a ver la pelea, estaba tomando y se durmió. Nada de nada. El mecánico, José P., tuvo temor de asomarse cuando la bala le espantó el sueño en la madrugada.

Pasaron varias horas hasta que, cerca de las cuatro o cinco de la mañana, comenzó el ajetreo del levantamiento del cuerpo.

Este lunes todavía se ven las manchas de sangre sobre el asfalto. El mecánico José P. dice que las cubrió con tierra porque ya estaban llegando los perros a olerla.

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Fernando Cadena Foto: Marlene Martínez
Fernando Cadena
Foto: Marlene Martínez

El señor Fernando estuvo llamando al número de Ricardo para saber dónde estaba. Finalmente, alrededor de las cinco de la mañana, le contestó una persona que no se identificó y le dijo que fuera al Complejo de Seguridad de San Andrés Cholula, que había un asunto delicado con su hijo.

Pasadas las cinco de la mañana, el padre de Ricardo llegó al Complejo, donde le mostraron las cosas de su hijo y le pidieron que las reconociera. La persona que lo atendió le dijo “lo lamento mucho pero a su hijo le dieron un balazo en la cabeza”.

Por falta de personal, papeleo y cambio de turno, le pidieron que regresara hasta las nueve de la mañana. Cuando lo hizo fue enviado al anfiteatro de La Magdalena de Cholula para reconocer a su hijo. Después de que Jonathan y Heriberto, testigos de lo ocurrido, declararan, pasadas las siete de la noche le entregaron el oficio para poder recoger el cuerpo de Ricardo. Entre las prisas olvidó pedir la copia de las declaraciones, y al regresar por ella le dijeron que ya no estaba ahí, que la habían enviado a las instalaciones de laProcuraduría General de Justicia (PGJ), a homicidios, y no quisieron darle una copia.

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El policía que mató a Ricardo se llama Jair Mothe Hernández y era Subdirector de Seguridad Pública de San Pedro Cholula. Este lunes 4 de mayo se entregó a las autoridades ministeriales. Dijo que el disparo fue accidental, a causa de un forcejeo.

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San Pedro Cholula está entre los cien municipios más violentos del país según el informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, publicado este año.

En un comunicado oficial, el Ayuntamiento cholulteca aseguró que “los elementos municipales de seguridad -en el marco de esta administración, en los procesos de selección y permanencia laboral-, cumplen con todas las normas del Sistema Nacional de Seguridad Pública”.

La administración municipal dijo estar abierta para que las investigaciones que permitan esclarecer la muerte de Ricardo Cadena, una vez que el presunto responsable de los hechos.

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El papá de Ricardo dice que las autoridades ya están buscando cambiar la declaración, ocultando el hecho aludiendo a un supuesto forcejeo y justificando la agresión del policía acusando a sus hijos de andar grafiteando. Entre las posesiones de Jonathan y Ricardo no se encontró algo que sugiriera que lo estaban haciendo.

A principios de marzo fue aprobada en Puebla una reforma al Código Penal que establece condenas de hasta cuatro años de cárcel a cualquier persona que sea sorprendida pintando inmuebles públicos e históricos. La iniciativa, conocida como Ley Graffiti, ha sido cuestionada tanto por artistas urbanos como por académicos y especialistas por criminalizar dicha actividad.

Foto: Marlene Martínez
Foto: Marlene Martínez

Hasta ahora ninguna autoridad se ha acercado a la familia a explicarle cómo va la investigación, tampoco la Comisión de Derechos Humanos ha mostrado interés en el caso.

El señor Fernando pide justicia para su hijo mientras a unos metros, su esposa abraza la foto sobre el ataúd de Ricardo, desconsolada.

Las puertas de la casa de Ricardo están abiertas. Hace mucho sol y al fondo, resguardados bajo una lona azul, un grupo de muchachos que están con Jonathan escuchan hip hop y escriben en una libreta. Sus rostros son serios. Aunque hay mucha gente lo que invade es el silencio, quizás el silencio de la espera de 24 horas para que Ricardo sea enterrado. Jonathan dice que lo más difícil es saber que nunca volverá a verlo, y guarda silencio, contiene el llanto.