Por Justino Miranda
CUERNAVACA, Mor.- Esa carcajada que amaga con romper el vidrio del cuadro cautiva la mirada de la muñeca surgida de las historietas japoneses, conocidos como manga. Su compañera de aventuras, una esbelta muñeca con vestido diminuto, parece bailar con timidez frente al retrato de su dueño, cuya imagen quedó atrapada en esa fotografía antes de que se lo llevaran un grupo armado en diciembre de 2011.
Fiel “otaku” -llamado así por su afición al anime -, Alan Israel Cerón Moreno, de entonces 20 años de edad, invirtió sus ahorros para comprar seis muñecas surgidas de las historietas orientales.
Esas piezas de plástico, los cómics, una camisa y el retrato que atrapó su enorme sonrisa, son los objetos más custodiados por su madre Rosa María Moreno que desde entonces clama justicia contra quienes se llevaron a su hijo, lo mataron y sepultaron de manera clandestina en el estado de Guerrero.
Junto a ellos evoca los recuerdos de Alan antes de esa tarde-noche del 24 de diciembre del 2011 cuando gustaba de revisar sus “mangas” y divertirse como los chicos de su edad.
El rapto, asesinato e inhumación de Alan pegó con tanta fuerza en Rosa María Moreno que su cuerpo lo resintió y después de dos años de exigir justicia fue diagnosticada con cáncer de mama. Su seno derecho fue extirpado pero el cáncer mantuvo su presencia y desde entonces Rosa María lleva tratamiento con quimioterapia. Suma 15 sesiones, le falta tres y después recibirá 15 radioterapias.
Pero su demanda no cesa y este lunes planea iniciar una caminata hasta la Secretaría de Gobernación para pedir al gobierno federal continuar con las investigaciones sobre el secuestro, homicidio e inhumación clandestina de su hijo.
Demanda que se finquen responsabilidades sobre autoridades del Ministerio Público de Chilpancingo, Guerrero, que, de acuerdo con las investigaciones, participaron en la desaparición de su hijo. Exige asimismo apoyo de las autoridades para su tratamiento contra el cáncer porque sus viajes a la ciudad de México resultan complicadas y difícil de cumplir, debido a su carestía económica.
“No tengo dinero para mi tratamiento. Lo que si tengo son dolores de cabeza, nauseas, malestares de estomago, calor intenso y debilitamiento”, lamenta.
El rapto
Alan cumpliría 23 años el 7 de mayo venidero y su cuarto guarda ese retrato cuya imagen a carcajadas arranca suspiros y lágrimas de su madre. Es un cuadro cuyo lema ha sido leído y fotografiado constantemente por la prensa: “Alan, no debiste morir”.
Rosa María cubre su cabeza para ocultar los daños de la quimioterapia pero no puede olvidar el drama que inició esa tarde-noche de invierno de 2011 cuando un convoy de ocho vehículos irrumpió en el campo de fútbol “El Olímpico” de la colonia Alta Vista, al norte de Cuernavaca.
Los hombres que bajaron portaban rifles de asalto y vestían ropa oscura. Buscaban a un hombre de apellido Reza, presidente de la Liga de Fútbol, quien, después se supo, lideraba la venta de enervantes en esa zona.
Alan y dos de sus amigos estaban en el campo cuando fueron interrogados sobre el paradero de Reza, cuyo domicilio negaron pero con los golpes recibidos aportaron la dirección. Enseguida los hombres armados balancearon la casa de Reza y se llevaron a cuatro personas, entre ellos a Alan.
El muchacho estuvo desaparecido durante dos días hasta que la tarde del 26 de diciembre sus padres recibieron una llamada telefónica de un hombre para informar que Alan estaba en el Ministerio Público del Distrito Judicial de Los Bravo, en Chilpancingo, Guerrero. Le dijeron que su hijo había escapado de sus secuestradores.
Al otro día acudieron a la agencia ministerial pero uno de los abogados, Juan Falcón, les dijo que su hijo desesperó y se fue. Las investigaciones refieren que Alan y una mujer fueron encontrados en calles de Chilpancingo; estaban maniatados y golpeados.
Ambos fueron auxiliados por policías municipales y llevados al Ministerio Público para presentar la denuncia, pero de ahí desaparecieron. Las versiones aseguran que las propias autoridades entregaron al joven al crimen organizado porque desde entonces el narcotráfico tenía infiltrado a la fiscalía de Chilpancingo.
Los restos de Alan fueron localizados en mayo de 2012 en una fosa clandestina pero la Procuraduría de Justicia de Guerrero no ha realizado investigaciones para castigar a los servidores públicos que participaron en la entrega de Alan al crimen organizado. La mayoría de ellos continúan en la Procuraduría.
Con esos antecedentes en su memoria, Rosa María afirma que caminará a la Secretaría de Gobernación para pedir justicia y aunque dice que su hijo no volverá, considera necesario detener la impunidad que priva en la Procuraduría de Justicia de Chilpancingo.
“Haga de cuenta que también estoy mutilada, ya no puedo trabajar”, dice Rosa María mientras el Cristo que pende sobre una pared también exhibe la mutilación de sus dos brazos.
Foto: Tony Rivera / ciudadanosMX