Por Oswald Alonso

Temixco, Mor., 13 de enero.- Desde hace dos años Juanita no deja de visitar el panteón ejidal, aquí está el amor de su vida, el que le dio cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. Ahora está en un dilema frente a la tumba de su marido: otro hombre que dice quererla le propuso matrimonio.

Dos días, dos noches, no ha podido dormir, casi no come y no deja de llorar; desde esa propuesta de matrimonio su vida ha cambiado porque por un lado le ha sido fiel a su marido al que ve casi a diario en el panteón, pero por otro, un nuevo amor asoma a su vida. En el fondo a sus casi 68 años de edad no quiere terminar sola su vida.

No necesita muchas preguntas sobre su presencia en el panteón.

-Mire, mi marino falleció por muerte natural, ahí está, donde mi hijo pinta. Yo vengo a ver a mi esposo porque es el amor de mi vida, aun lo amo. Cuando se fue, me dijo que cuando él ya no existiera entonces que viviera, que si un hombre llegaba a mi vida que fuera feliz.

Ahora está este hombre que me dice que me ama, que necesita de mí, quiere que lo quiera, él quiere amarme. Pero yo todavía pienso en mi esposo, pienso y sueño con él, aun vivo para él, pero sí me siento sola, entonces reacciono y le digo: vete a la fregada déjame sola.

Él insiste, mire, me llama no le he contestado desde que me propuso matrimonio. Me dijo que me vaya a vivir con él, que me va a consentir, que no me va a faltar nada. Me hace sentir bonito. Le pregunté a mis hijos que pensaban, se enojaron y ahora no me hablan porque piensan que le estoy siendo infiel a  su papá, ellos proponen que hasta después de 8 años podré tener otra pareja.

Anguila habla muy segura, mueve sus manos de desesperación por lo que le pasa. Don Juanito, el cuidador del cementerio, callado es testigo del dilema en que se ha metido la mujer que no ha dejado de visitar a su marido desde hace dos  años.

-Mi pretendiente me llamó, dice que se siente triste porque no le contesto, porque no quiero verlo, pero le dije que ahora iba a perder hasta mi familia por él, que ya no llamara, que me dejara en paz. Mis hijos están enojados conmigo, sólo el más pequeño me dice que haga mi vida, que no haga caso de sus hermanos.

Sus ojitos brillan, lagrimas escurren hasta los labios resecos, su rostro se humedece. Sus palabras ya se quebraron, su cuerpo también.

-Ya no sé qué voy a hacer, llevo dos días llorando, ¿usted cree que esto es vida? ¿será que estoy enloqueciendo? Por eso vengo aquí para hablar con mi marido y preguntarle ¿qué voy a hacer?¿si está de acuerdo en que vea otro hombre? De lo que sí estoy segura es que nadie calentará mi cama como mi esposo.

Ya se lo dije a este sujeto, que no lo voy a querer como él quiere, pero insiste. Mis amigas me dicen que soy una pendeja, que tengo que divertirme; fuimos con una a un lugar, me puso a un fulano, nos tomamos unas cervezas, mi amiga ya andaba bien alegre con un hombre. Yo estaba tranquila pero el sujeto me puso la mano en la pierna, que le reclamo; termine aventándole nos billetes para pagar mi cuenta, pienso que por unas cervezas me podía tocar, pues no.

No es lo mío andar en el relajo por eso vengo a ver a este hombre aquí que me diga qué voy a hacer, ya no es lo mismo sin él, yo vivía para el él y él para mí, ya éramos uno, todo lo hacíamos pensando en dos.

En las noches despierto, el otro extremo de la cama está frío, mi pretendiente me dice lo mismo que su cama está bien fría, que no tenemos porqué estar así pero pues ya no le contesto el teléfono. Imagínese que tal si un día me deja este hombre y me quedo sin hijos y sin marido, no es fácil.

Luego, mis hijos dicen que me va a quitar lo que dejó su papa (casa con locales), pero él tiene más que yo, qué me va a estar quitando. Por eso me la paso llorando, yo también estoy triste, me dice que soy una cabrona porque este hombre hasta me llora, me dice que me ama, que viva con él, que me va a dar lo que yo necesite. Mire, me llama pero no le contesto.

Tengo dos días llorando, no sé qué hacer. Don Juanito me consuela, me recomienda que ya no sufra, que se van a arreglar las cosas pero siento bien feo, yo le fui fiel a mi marido hasta la muerte por eso como que me siento sucia cuando pienso en la posibilidad de otra pareja. No me quiero quedar sola pero siento feo por el difunto, aún lo amo.

Sus mejillas siguen húmedas. Don Juanito ya fue y vino. En su mano el bastón marca el final de su jornada con los muertos del cementerio ejidal localizado en Pueblo Viejo, a la orilla del municipio de Temixco. Este cementerio tiene su peculiaridad: Cinco ejidatarios construyeron cuartos para depositar hasta 28 difuntos. Resaltan las construcciones en el lugar.

“Anguila”, finalmente con la mano seca sus mejillas humectadas por las lágrimas. Ve a cuidador del cementerio y concluye:

Bueno, ya me voy, ya nos están corriendo a los vivos donde viven los muertos. Pensará que estoy loca, y sí pues, así me dejó mi marido. No sé qué va  a pasar, ya me voy porque Don Juanito nomás me ve diciendo: a qué hora se va esta vieja, pero es muy paciente, nomás me escucha y me consuela.

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