Por Oswald Alonso

Desde hace meses, muchos, se ha insistido que la incidencia delictiva bajó considerablemente, que Morelos dejó de ser el paraíso del secuestro, que los ciudadanos ya vivimos más seguros;  que los turistas y capitales ya regresan al territorio de ganadores ”, como diría el polémico exfutbolista ahora edil electo de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco.

Si bajó la incidencia delictiva como nos asegura en el gobierno, ¿por qué sentimos miedo los morelenses? Tiene una explicación estadística.

El comisionado de seguridad, Jesús Alberto Capella Ibarra, aceptó el pasado lunes, por primera vez desde que llegó como responsable de la seguridad que, en tres años de la administración del gobernador Graco Ramírez, sólo han bajado 7 por ciento el número de delitos que se cometen en Morelos.

La estrategia, admitió, es bajar los delitos cinco puntos por año, si ocurriera lo programado entonces el sexenio lo cerrarán con 22 por ciento menos de delitos que en el sexenio pasado del gobernador panista Marco Adame.

El dato que hizo público Alberto Capella es grave y peligroso. Grave porque nos han hecho creer que los delitos de alto impacto, como lo es el secuestro la extorsión y las ejecuciones, disminuyeron en un 30%, así lo dijo el gobernador en la última visita que realizó el presidente a la zona sur de la entidad para inaugurar el nuevo cuartel militar en el municipio de Jojutla.

También nos dijeron que, particularmente el secuestro disminuyó casi un 80% «somos el ejemplo nacional», presumieron. También que los homicidios dolosos (ejecuciones) bajaron un 35%.

Estas últimas cifras son ciertas, las creemos, más aún cuando la versión más exacta es que al tratarse de los delitos de alto impacto, hicieron una clasificación estadística por separado de las cifras generales lo que nos da un resultado que parece espectacular pero engañosa.

Engañosa porque en la estadística general del total de los delitos resulta de que los delitos de alto impacto son los menos. Así se explica que los ciudadanos no perciben la disminución “considerable” de la que nos hablan los servidores públicos. Más aun porque no todos tenemos el perfil de secuestrable o ejecutable.

Capella Ibarra esta vez dijo la verdad, 7.1% disminuyeron los delitos en tres años. Pero de las declaraciones surgen más preocupaciones: el comisionado de Seguridad dijo que las estadísticas sobre la incidencia delictiva no son manipuladas, sino que son corregidas de los errores graves cometidos por funcionarios de tercer nivel que no siguieron procedimientos y ni manuales.

Prácticamente reconoció que la estadística durante años ha sido errónea lo que ha colocado por ejemplo a Cuernavaca como una de las ciudades más inseguras en el país, sin que necesariamente lo sea.

Si esta versión oficial es auténtica, llena de verdad, entonces tenemos que estar más aterrorizados: la estrategia de seguridad fue montada en una estadística ficticia, entonces, los polígonos de crisis que se basaron en la estadística delictiva por colonia es un fracaso al igual que los programas.

Esta hipótesis periodística basada en la explicación que dio el propio comisionado, cobra más fuerza cuando especifica que la estadística basada en carpetas de investigación no corresponde a la realidad, entre otras cosas porque detectaron que un porcentaje importante de carpetas no se registraron en el lugar donde ocurrieron los hechos, es decir, los registraron en un municipio diferente; el registro no incluye la colonia donde ocurrió el delito, menos la calle, así lo reconoció Capella Ibarra.

Entonces, ¿cómo es que fueron estructurados los polígonos de crisis, base de los programas sociales?

Le creo al responsable de la Seguridad en Morelos.