Por Oswald Alonso

Los estudiosos de las democracias en el mundo, saben muy bien –porque lo han podido constatar en los hechos- que, entre más absoluto es el poder (sin control) que ejercen los gobernantes, la tentación de las dictaduras está más cerca  de quienes las combatieron y rechazaron (demócratas de izquierda).

México es un ejemplo de que ninguna de sus alternancias,  por la que hemos experimentado con dolor, ha dejado sanas experiencias, por el contrario, nos han dado muestra los partidos mexicanos de que las malas prácticas se heredan, se corrigen y se lanzan nuevas y más sofisticadas formas de presión  a los ciudadanos (grupos) que demandan cambios verdaderos.

Luis Carlos Ugalde, excosejero del desaparecido Instituto federal Eelectoral, ahora en una fase de analista y estudioso de la democracia desde la consultoria, recientemente escribió un ensayo donde nos muestra que mayor democracia en México significa mayor corrupción.

“Una teoría implícita de la vida democrática es que a mayor democracia menor corrupción. La ecuación funcionaría así: más democracia significa más pluralismo; el pluralismo estimula los pesos y contrapesos entre poderes de gobierno; asimismo, el pluralismo se acompaña de mayor participación ciudadana y de mayores libertades, entre ellas la de expresión que sirve para denunciar casos de corrupción y fomentar su castigo.

“La ecuación tiene sustento empírico: hay una correlación negativa entre niveles de democracia y niveles de corrupción”, cita el texto publicado en la revista nexos, cuyo análisis también fue presentado recientemente por el autor en la universidad de Morelos. Su conclusión es que en México a diferencia de otros países la democracia no significó  menos corrupción,  por el contrario; plantea que el pluralismo no funciona y cada gobernador hace lo que quiere al igual que el Congreso de la Unión.

Morelos, es un ejemplo de lo que no debe de ocurrir en México. Tenemos como gobernador –por  lo menos su historia política conocida nos da un perfil de izquierda- que nos acostumbró a verlo gritar del lado de grupos afectados por la inseguridad. Nos vendió una imagen del incorruptible, demócrata que no aceptaba, siquiera, la sola insinuación de corrupción

Pensábamos –nos equivocamos- que con un hombre así, permitiría los contrapesos como una forma de gobernador que le demandaba la sociedad que voto por el en el año 2012, que le permitió arribar a la gubernatura.

Lejos de mostrarse como aquel demócrata, se ha dejado ver como los gobernantes de los peores tiempos. No solo no dejó que fluyeran esos contrapesos necesarios sino que los acaparó. Y no se entiende viniendo de un hombre formado en el parlamento (contrapeso) cuya cultura de debate le permitió curtirse en el argumento.

Tiene el control del Poder Legislativo, tiene el control -con todo lo que se diga y niegue- del Poder Judicial; ahora mismo tiene el control vía su hijo (Rodrigo Gayossso) del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Este poder desmedido que ha logrado  es peligroso, es un riesgo para los ciudadanos. No quiere contrapesos. Más riesgoso es lo que pretende vía su compañero de control Jorge Messeguer Guillen, candidato registrado del PRD a la alcaldía de la capital. Ahora, busca por todos los medios gobernar la capital, en estos momentos gobernada por el PRI. Quiere todo, sin contrapesos.

Para que sirven los contrapesos? Es muy sencilla la respuesta,  porque de haberlos por ejemplo, desde el Legislativo se vigilaría que no ocurrieran malos manejos de las finanzas, no hubiera desvío de recursos a las campañas políticas,  habría mejores controles en el ejercicio de poder. Desafortunadamente, al contar con el control esto pasa a ser una falsa ilusión.

Por qué necesitamos contrapesos en el Poder Judicial? Desde ahí se aplicaría la ley a quienes incurran en actos de deshonestidad, pero al estar cooptado por el gobernador, la impunidad se convierte en una herramienta de gobierno que lo único que fomenta es la creciente corrupción.

Estamos frente a un callejón sin salida. Por un lado, el legislativo que se supone es el contrapeso del Ejecutivo, ha sido pervertido al igual que el otro contrapeso natural del Judicial. Los medios de comunicación que tendrían también que ser un contrapoder están más corrompidos que nunca, no es gratis el segundo lugar nacional  en medios de comunicación corruptos, en que nos coloca una encuesta de percepción del INEGI.