Por Leticia Villaseñor

CUERNAVACA, Mor., 03 de junio.- Dany se asume como niña. Actúa y piensa como tal. Esa ha sido su cruz. A sus escasos ocho años sabe lo que quiere en la vida, pero también a su corta edad ha enfrentado ya la homofobia, discriminación y estigmas sociales y religiosos en carne propia.

Dany y su gemelo cursaban el tercer año de primaria en la escuela “Don Bosco”, ubicada en la colonia Carolina de la ciudad de Cuernavaca, instituto a cargo del padre Antonio Sandoval Tajonar, quien también es secretario ejecutivo del Consejo Consultivo Ciudadano para el Desarrollo Social.

Cuando Carmen, madre de  Dany, inscribió el año pasado a sus hijos en dicha escuela, se cuidó de informar las preferencias de su vástago, a sabiendas de la inflexible postura de la iglesia católica en torno a la homosexualidad. “Aquí todos tiene cabida, fue la respuesta”.

Dany siempre ha sentido que es una niña, y nosotros –sus padres-, lo aceptamos y lo aqueremos como es-, explica Carmen.

Los niños ingresaron a la institución, en grupos separados y Dany quedó en el 3-B, a cargo de la maestra Edith “N”, quien muy pronto sentenció al pequeño al silencio y a las lágrimas, como único recurso ante la intolerancia propia y las burlas de sus compañeros.

Era común que sus padres recibieran quejas sobre el comportamiento de Daniel, que iban desde que les jalaba el cabello a sus compañeras –al niño le gusta acariciar el cabello de las niñas, pero a algunas no les gusta, eso bastaba para que el pequeño fuera reprendido o acusado con su maestra, con los padres de las niñas y con los mismos papás de Dany-, jugaba con muñecas o se formaba en la fila de las niñas.

La maestra, aseguran tanto el niño como sus padres, llegó al extremo de silenciar la voz de Daniel, “tú no tienes derecho de hablar, la única que puede hacerlo soy yo”, además de enfrentar las burlas y agresiones de varios compañeros por su decisión a asumirse como niña, las cuales eran ignoradas sistemáticamente por el personal de “Don Bosco”.

A mediados de mayo, Dany fue suspendido de forma indefinida. El niño es muy berrinchudo, no tiene un buen comportamiento e incluso tiene tendencias suicidas, argumentaron docentes y directivos, sin que conste ningún certificado médico o psicológico oficial.

Lo que generó esta situación, relata Carmen fue que una mañana, la maestra Edith sacó del salón de clases a Daniel con todo y su pupitre. “Fue a la dirección a decir que mi hijo quería aventarse”.

Las versiones son diametralmente opuestas, sin embargo, Daniel nunca fue escuchado,  no se le permitió, ni siquiera se le preguntó qué pasó.

 

La voz de la intolerancia

A finales de año, en diciembre de 2013, hubo una reunión con la subdirectora María Guadalupe Ávila Pacheco, la psicóloga de la escuela, la maestra Edith, Fany, Marce, y el profe de inglés (sin nombre).

En hoja membretada de la Fundación Don Bosco, del departamento de Psicopedagogía, se plasmaron problemáticas y acuerdos, que iban en el sentido de “apoyo hacia Daniel en cuanto a su grupo”, petición que hizo José Guadalupe, padre del pequeño, la directora se comprometió a sensibilizar tanto a padres como demás compañeros, y Carmen trabajaría con él sobre “reglas y límites”, sin que se detalle más.

Hubo un compromiso, por escrito, tanto de padres como de docentes, psicóloga y de la misma subdirectora, de trabajar en conjunto en el comportamiento de Dany, inclusive hay un punto que dice: “la psicóloga (Ana Julieta Borja) se compromete a llevar a cabo un taller con los niños   del grupo de Daniel para tratar el tema de la diversidad, complementando el taller para padres que trató el tema de ‘diversidad y educación inclusiva’”. El documento está firmado por todos los anteriormente mencionados y se aprecia la leyenda de que se celebrarían más sesiones para dar seguimiento al proceso de Daniel.

Para el día el día ocho de mayo del presente año, los puntos a tratar fueron su conducta, el trabajo en equipo, ejercicios y socialización.

Los acuerdos fueron que: el pequeño debía aprender a trabajar en equipo, además de que Daniel debería hacer una tarjeta para “acordarse” que no se debía parar… El último punto, dice de forma escueta: la terapeuta sugiere iniciar con una estrategia, pero no se define cuál ni cómo.

Sin embargo, luego de estas reuniones, los padres fueron avisados, el 20 de mayo, que la escuela no podía recibir más a Daniel, por su conducta.

Los padres pidieron la intervención de la Comisión de Derechos Humanos (Cdhem), donde acudieron para iniciar una queja, 393/2014-5, la cual quedó asentada el día 28 de mayo del presente año.

En ella se lee que el día 20 de mayo, el profesor de inglés de la escuela “Don Bosco” habló con Carmen por un “pequeño” problema con Daniel: el niño había subido al segundo piso y amenazaba con aventarse de una ventana.

El padre de Daniel acudió con la subdirectora quien le avisó que el niño estaba suspendido de forma indefinida hasta que hubiera una reunión con los papás, la psicóloga, la subdirectora y el padre Sandoval, pero nunca fueron avisados de cuándo se realizaría dicho encuentro.

Además solicitaron la compañía de un visitador, el día dos de junio, puesto que irían a la escuela para que el pequeño pudiera ingresar a clases, o al menos se definiera la fecha de la reunión.

Un tajante “no” de la escuela fue la respuesta, “ya le dijimos que su hijo no puede estar más aquí”, espetó el profesor de inglés, a pesar de que los padres iban acompañados por el visitador de la Cdhem, Daniel Portugal.

Tanto la subdirectora como el mismo padre Sandoval fueron avisados de las “intenciones” de la familia Figueroa, se apersonaron en el lugar y la respuesta fue inamovible, el niño no puodía ingresar más a clases en dicha escuela.

“Me dijeron que hablara con el padre Toño, que él iba a entender, sin embargo, cuando nos citó, su actitud fue altanera y de reto, le molestó que los hubiéramos ‘acusado’ con la Comisión de Derechos Humanos, y dijo que el no recibir más a mi hijo, a tan solo un mes y  medio de que acabe el ciclo escolar, era por el propio bien de Daniel y de sus compañeros”. Ninguna sugerencia fue admitida, sólo el “no” tuvo cabida.

Además Carmen relata que el padre Antonio Sandoval aseguró que ya había hablado con el personal del Instituto de Educación Básica (Iebem) “y ellos me dan la razón”, dijo.

Le condicionó entonces que contratara un psicólogo sombra para que acompañara a Daniel en todo momento para que pudiera estar en la escuela, o bien, que terminara el ciclo “con trabajos” desde su casa.

“No me pude despedir de mis amigos”, dice Daniel, quien promete que no emitirá palabra alguna ni tocara el cabello de ninguna de sus compañeras con tal de que lo dejen terminar la escuela.

“Él está muy triste, nunca ha tenido oportunidad de ser escuchado ni aceptado en una escuela presidida por un sacerdote, quien debiera dar ejemplo, e inculcar, amor y respeto al semejante”.

Daniel sigue en casa, en espera de que las instituciones oficiales como la Secretaría de Educación, el Iebem, el Dif, Cdhem y la misma escuela “Don Bosco” definan su futuro.

Foto: Tony Rivera / ciudadanos.mx