Por Oswald Alonso

La escena fue más que grotesca: el edil del PAN en el municipio de Huitzilac, José Alfredo Mancilla Rojas sacó los fajos de billetes, se dirigió a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos, extendió su mano y repartió billetes, dicen que eran de 500 pesos.

El edil vivía un momento álgido por las acusaciones en su contra porque además de no transparentar el uso de recursos, falsificaba firmas en las actas de cabildo para tapar decisiones nada democráticas. Así que decidió ir al Congreso local para encarar acusaciones.

De paso frenar las publicaciones negativas con pagos directos a los compañeros trabajadores de empresas editoriales. Cuánto habrá repartido el edil que incluso, cuentan algunos compañeros, pidieron doble ración.

La escena que les describo la redacto porque justo en este momento esta mala práctica se extiende por el territorio estatal, tiene una explicación no justificada: los despidos, falta de pago por la crisis que viven algunas empresas o de plano porque algunas empresas regresaron a antigua práctica de entregar credenciales, el sueldo ellos se encargan de conseguirlo por fuera.

Sí, una crisis es la que genera y mantiene esta mala práctica de la dádiva, insisto, no se justifica pero es un fenómeno que crece en el medio periodístico, en lo local.

Tania Valentina, dirigente del PT en Morelos, es otra de las que promueven esta mala práctica, en cada conferencia de prensa distribuye tres billetes de 100 pesos a algunos que van a darle cobertura a su convocatoria. Deben ser como unos 10 los que reciben este recurso público, pero hay niveles, a otros les da de a 200 pesos.

Los sindicatos no se quedan atrás. Los dirigentes del Nuevo Grupo Sindical (NGS) tienen una relaciones económica perversa con otros trabajadores de medios de comunicación. En cada convocatoria reparte unos 20 sobres amarillos en cuyo interior  están tres billetes de 100 pesos. Es una gratificación al esfuerzo por venir, argumentan cuando los entregan.

José de Jesús Pérez, exsecretario del Trabajo de la administración de Graco Ramírez, era generoso con algunos compañeros. A algunos les encantaba entrevistarlo porque siempre era agradecido, repartía unos cuantos billetes a los muchachos.

A esta mala práctica de recibir dinero de los funcionarios, empresarios, políticos o líderes sindicales le llaman históricamente “chayote”. No creo desaparezca, menos cuando existe una severa crisis en la industria. Alguien me decía, “Oswald, tú qué sabes si tienen que llevar a su casa, si tienen hijos”. Tiene un grado de razón el cuestionamiento pero en respuesta diría que si esto no te retribuye para vivir decorosamente, hay que buscar otras alternativas justas y legales.

Ejemplos existen. Un compañero me autorizó a hacer su historia. Él se paraba temprano, muy temprano, casi de madrugada para irse a trabajar, no a redactar sino al mercado mas grande de la ciudad. Aquí se rentaba como cargador.

Su situación no era tan precaria pero sin duda necesitaba recursos extra así que lo único que encontró como una alternativa sana y justa, fue el mercado. No cuento más pero este caso nos permite entender que existen alternativas éticas. Cuento seis casos así. Son ejemplo para otros.

Todo lo anterior lo escribí porque justo en esta temporada decembrina es cuando algunos compañeros no asalariados aprovechan para solicitar su “aguinaldo”; ayer otra compañera escribió “tenemos que ser dignos”.