Por Luis Hernández Navarro/La Jornada
La rechifla se escuchó fuerte. Cuando la maestra de ceremonias del Encuentro Internacional Virtual Educa México 2015 anunció que Emilio Chuayffet tomaría la palabra, el auditorio estalló en abucheos y pitidos. Por más que los miembros del estrado aplaudieron, las expresiones de enojo se escucharon más fuerte. Nada más tomar la palabra el secretario de Educación, los silbidos recomenzaron. El funcionario volteó a ver al presidente Enrique Peña Nieto y le sonrió.
Apenas cinco días antes, el 16 de junio, en el Club de Industriales, empresarios y la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) lo ovacionaron. Afanosito con los señores del dinero, el licenciado Chuayffet se puso bravucón con los maestros democráticos. En un supuesto Diálogo sobre la reforma educativa en el que nada se dialogó, amenazó: Llueve o truene, habrá evaluación. Seguirá habiendo evaluación en México. Quien piense lo contrario ofende al presidente Peña.
Injurioso y ultrajante, dijo en alusión a la CNTE: No más plazas espurias, no más plazas vendidas, no más plazas heredadas. Y, haciéndose el chistoso, añadió: “Cuando se acercan por aquí y dicen ‘queremos un plan de estudio revolucionario’, yo le cambiaría dos letritas para decir: ‘queremos un plan de estudio robolucionario’.
Las amenazas, mentiras e insultos de Chuayffet no surtieron efecto. Y eso que lo suyo no fueron sólo palabras. Varias sedes del examen fueron resguardadas por la policía. En Chiapas y en Durango, por ejemplo, los opositores a esta evaluación fueron reprimidos.
Su intimidación fracasó, a pesar de las características de esta primera examinación. En ella participó una cantidad reducida de mentores: los que aspiran a ocupar puestos directivos de educación básica. El número de cargos sujetos a concurso fueron mil 721 a dirección, mil 3 para supervisión, y 15 mil 141 a asesoría pedagógica. El trabajo de quienes participaron no está en peligro. Presentaron el examen quienes aspiran a un nuevo puesto, sin el riesgo de perder el que ya tienen. Por ello, el rechazo a estas pruebas es mucho menor que el que habrá en la tercera etapa de evaluaciones (en septiembre), en la que estará presente la amenaza de seguir o no frente a grupo.
Pero, a pesar de ello, las expresiones de rechazo a esta evaluación no consensuada con el magisterio no fueron despreciables. La prueba no se efectuó en Oaxaca y Michoacán, y en buena parte de Chiapas y Guerrero. En total, en 17 entidades hubo manifestaciones de protesta, y éstas se han reproducido en otros estados. El triunfalismo de la SEP no tiene sustento.
Por si esto fuera poco, más allá de las protestas de quienes han objetado la evaluación, es de destacarse el gran número de quejas de quienes participaron en ella. El diseño y la aplicación del examen fueron lamentables. Son múltiples los testimonios de quienes lo respondieron y critican su pobre calidad. La prueba fue confusa y tediosa. No dispuso de las características básicas que un ejercicio de esta naturaleza debe tener: confiabilidad, validez, equidad, pertinencia y objetividad. Además, el sistema de cómputo para responderlo fue lento, los maestros debieron esperar mucho tiempo para acceder al examen y el servicio de Internet falló en varias ocasiones. De hecho, a multitud de docentes no se le permitió concluir la prueba porque el tiempo destinado en el sistema para resolverla se había agotado.
Una de las examinadas, la maestra Teresa Rivera, resumió las fallas que encontró en la prueba: faltas de ortografía, errores de redacción, fallas de sintaxis y palabras mal escritas. Su contenido era de una pobreza espectral, carente de fundamento. Las repuestas solicitadas rayaban en la estupidez y, con frecuencia, se formularon varias preguntas con la misma contestación. “Es una ‘evaluación’ –señala la profesora Rivera– que ofende mi inteligencia y la de mis compañeros maestros.”
Sin duda, en la pasada evaluación los evaluadores fueron reprobados, al diseñar y aplicar exámenes que no consideraron lo que los maestros verdaderamente saben y pueden hacer. Su verdadero objetivo consistió en cumplir, mal y de prisa, con un requisito formal, y dejar fuera del camino profesional a miles de maestros.
En el fondo, el fracaso de este examen tiene su origen en un hecho muy grave: la llamada reforma educativa ¡no tiene contenidos educativos! La nueva legislación aborda los asuntos de ingreso, permanencia y promoción en el servicio educativo, y el papel de la examinación en ellas, pero no el proyecto pedagógico que el país requiere. La norma legal puso la carreta delante de los bueyes. ¿Cómo evaluar a un maestro sin saber previamente cuál es el tipo de profesor que hace falta?
Formalmente, la SEP aparentó resolver este problema organizando en 2014 unos Foros para la Revisión del Modelo en Educación Básica. Y hasta nombró un Comité Técnico Asesor para ello. Sin embargo, no fueron más que fuegos de artificio. La consulta fue ignorada. Según Manuel Gil Antón, cuando, después de seis foros regionales, el comité informó del carácter inicial de los foros y de la necesidad de establecer espacios más cercanos a los profesores para expresar sus ideas y propuestas, Chuayffet declaró que ya había seis ejes para la transformación de la educación en México (http://goo.gl/kQh9Jd). Esos ejes (en parte sesgados y poco pertinentes) fueron instaurados de manera arbitraria, por sus pistolas.
Es muy poco probable que hoy en la comparecencia de Emilio Chuayffet los legisladores le pidan cuentas por el fracaso de la evaluación y de una reforma educativa que no es tal.
En cambio, como demuestran los chiflidos y los abucheos que Chuayffet recibió ayer, ante la sociedad, los maestros y los ciudadanos, el secretario está reprobado.
Más aún, como declaró Porfirio Arias Hernández, presidente de Las Abejas: Emilio Chuayffet debería estar en la cárcel, porque es uno de los autores intelectuales de la masacre de 45 indígenas ocurrida en Acteal el 22 de diciembre de 1997.