Por Juan Pablo Proal; @juanpabloproal
CIUDAD DE MÉXICO, 07 de julio.- ¿Por qué la mayoría de los políticos gays no sale del clóset? Jean Wyllys, el primer diputado brasileño en reconocer su homosexualidad, lo responde así: “Porque saben que viven en una cultura homofóbica, y por lo tanto, si salen del armario, no serán electos”.
-Pero la clase política de por sí está muy desprestigiada, ¿les importa qué dirá el electorado? -le pregunto mientras conversamos en un hotel del centro de la ciudad de México.
-Los políticos no caen en paracaídas, tienen que ser elegidos, necesariamente se tienen que preocupar de lo que piensan las personas que los van a elegir.
Escudriñar sobre la orientación sexual de una persona siempre despierta morbo y leyendas negras. La clase política y las figuras públicas no están exentas de los comentarios en los pasillos y de la mirada expectante de la sociedad. En internet hay cientos de sitios que se dedican a publicar si un artista, futbolista, gobernante o famoso es homosexual o no.
A pesar de los avances en ciertas partes del mundo y Latinoamérica para legislar a favor de la inclusión y la no discriminación, lo cierto es que la sociedad predominantemente sigue siendo homófoba, a tal grado que sus gobernantes prefieren mantener a escondidas su orientación e incluso presentan ante el público matrimonios heterosexuales falsos.
México, por ejemplo, es un país con alto índice de crímenes por homofobia, el segundo lugar en Latinoamérica, de acuerdo con el Informe de Crímenes de Odio por Homofobia elaborado por la organización civil Letra S. Entre enero de 1995 y junio de 2009, en el país se cometieron 705 crímenes de odio por homofobia, según dicha organización.
Lo grave es que la clase política, homófoba desde sus entrañas, es la responsable de promulgar las legislaciones y políticas públicas, y generalmente proyectan sus prejuicios, temores y vergüenzas. Un caso representativo es el ex senador del estado de California, Estados Unidos, Roy Ashburn, quien durante su carrera sistemáticamente votó en contra de legislaciones a favor de la diversidad sexual. Sin embargo, tras ser arrestado por conducir en estado de ebriedad después de salir de un antro gay, a los 55 años de edad y con cuatro hijos, se vio obligado a reconocer su homosexualidad.
Es opuesta la historia del brasileño Jean Wyllys. Este político nacido en 1974 ha sido amenazado de muerte en varias ocasiones por sus propuestas a favor de la diversidad sexual en su país, primordialmente homófobo. Periodista de profesión y ganador de la quinta temporada del reality show “Big Brother” en Brasil, Wyllys se ha caracterizado por defender las causas de las minorías, desde personas que padecen enfermedades extrañas, hasta indígenas y la diversidad sexual.
“La homofobia está reproducida en la televisión, en el periodismo, y desde hace más de tres mil años predomina, está incrustada en los corazones y las mentes”, sostiene. Y profundiza: “Desde la década de los 60 hay grandes transformaciones, pero también permanencias y una de ellas es la dominación masculina. Los distintos movimientos de reivindicación de derechos, feministas, negros y los pueblos originarios, levantaron reivindicaciones muy fuertes pero provocaron una respuesta, una reacción violenta delos grupos de derecha, principalmente de la derecha cristiana”.
Cuando Wyllys comenzó sus trabajos parlamentarios, continuamente era ridiculizado por sus colegas. En tono burlón, legisladores e incluso periodistas le preguntaban cómo decoraría su oficina y de qué color usaría su corbata. Pero Wyllys es un hombre serio, culto, con un trabajo que lo respalda al grado tal de ser visto como el equivalente en Latinoamérica del mítico Harvey Milk, el primer hombre abiertamente homosexual en ser elegido para un cargo público en Estados Unidos y asesinado en 1978.
Wyllys cuida en extremo su vida privada: “Cualquier exceso que me sea atribuido a mí personalmente va a ser generalizado a esa representación que yo ejerzo del movimiento, eso inclusive me limita en lo personal en cuestiones en las que yo tendría derecho a mi privacidad, como salidas recreativas o vida nocturna. Debo tener muchos cuidados en mi vida privada para que nada pueda ser utilizado para difamarme o para perjudicarme como representante de toda esa comunidad”.
Recién comenzó la defensa parlamentaria de grupos de la diversidad sexual, en su teléfono celular y redes sociales sufrió amenazas de muerte. Incluso los sectores más reaccionarios de Brasil crearon un sitio en Facebook para describir las formas en las que debía ser asesinado.
La violencia contra los líderes sociales que defienden la diversidad sexual ha estado presente en la historia de la humanidad. Además del representativo caso del californiano Harvey Milk, el cinco de octubre de 2002, cuando salía de ofrecer una entrevista, el político Bertrand Delanoë, del Partido Socialista Francés, fue agredido junto a su pareja, Víctor Botella.
El odio social y el temor a perder en el juego electoral someten presión a los políticos que permanecen en el clóset. Y no es el único sector, por ejemplo los deportistas y particularmente los futbolistas son reacios a defender su libertad sexual. En Brasil, por ejemplo, no existe un caso documentado de un futbolista que haya salido del clóset. Así lo explica Wyllys:
“El futbol es un medio en el que está presente la dominación masculina de una forma mucho más contundente. El futbol, así como el Ejército, así como el rugby, así como el futbol americano, son sociedades masculinas que se afirman a partir del rechazo a la homosexualidad”.
Wyllys estima que de los 503 diputados de Brasil, aproximadamente 30 son gays de clóset.
Si bien es cierto que cada uno de nosotros tenemos el derecho de mantener nuestra vida privada en reserva, en la clase política se presenta un elemento diferente: ellos son quienes escriben las leyes y velan por la seguridad de los ciudadanos. Si este sector permanece avergonzado de su sexualidad, reproduciendo el odio de las calles, no hará más que prolongar el reinado de la sociedad homófoba.
Son necesarios más Jean Wyllys y Harveys Milks que se armen de valor y comiencen a defender en los congresos de los estados el matrimonio entre las personas del mismo sexo, el primer paso para que el Estado deje de criminalizar uno de los derechos más preciados del ser humano: la libertad sexual.