Por Leticia Villaseñor
Jojutla, Mor., 2 de noviembre.- Aquí en la Emiliano Zapata el Día de Muertos es distinto al resto de los municipios.
En la llamada zona cero los muertos son recibidos con enormes tapetes de aserrín expuestos sobre la calle, y a la mitad hay imágenes de algunas de las víctimas del terremoto del pasado 19 de septiembre.
En ese tapete lucen los retratos de al menos cuatro vecinos de la colonia que perdieron la vida la tarde de aquel martes, cuando sus viviendas se vinieron abajo.
Entre los colonos, que desde hace un mes y medio viven en casas de campañas donadas por una organización judía y del gobierno chino, se organizaron y cooperaron para comprar lo necesario para la ofrenda.
Todo el paisaje es desolador. La pérdida de las vidas humanas del terremoto, las casas de concreto derruidas que fueron “suplidas” por las carpas de color café claro, donde no hay luz ni agua ni servicio alguno.
Pero entre los escombros se ven las ofrendas de los vecinos que no perdieron a sus seres queridos en el temblor pero que a pesar de las condiciones precarias en las que habitan actualmente, no dejaron que la tradición se pierda y colocaron sus altares multicolores.
“Esta celebración es la más importante de todas, más que Navidad”, expresa Don Rogelio, quien recogió temprano la ofrenda que colocó para sus “viejos”, quienes llegaron temprano porque no les estaba desvelarse, dijo con una sonrisa picaresca.
Luego dio una mirada a su alrededor seguido de un profundo suspiro. “Nos quieren echar de aquí, esa es la intención del gobierno pero no los vamos a dejar, si hace 50 años llegamos sin nada y levantamos esta colonia, ahora volveremos a hacer lo mismo”, dijo convencido.
Destrozos en panteones por sismo
Un panorama similar se observó en los cementerios de la ciudad. El llamado panteón viejo vio su calzada llena de vendedores de flores, antojitos y todo lo que una ofrenda requiere, copal, incensario, pan de muerto.
La vieja puerta del panteón fue cubierta con un par de policías estatales que sólo vieron el tiempo pasar. Adentro al menos una veintena de criptas se vinieron abajo con el movimiento telúrico pero sólo una de ellas fue reparada. Las demás lucieron abandonadas, con sus floreros desquebrajados, las cruces de piedra sobre el cuerpo de la tumba, rietas que abrieron de lado a lado las losas.
Pero cientos de creyentes, católicos en su mayoría, caminaron entre los escombros, los pusieron a un lado para que no entorpecieran el paso, y se dedicaron a arrelar las tumbas de aquellosque los precedieron en el camino.