Por Fátima Peña y José Luis Sanz del faro.net
A Daniel Lizárraga lo despidieron por hacer bien su trabajo. Junto al resto del equipo de Aristegui Noticias, dirigido por la periodista Carmen Aristegui, investigó y denunció que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, había recibido de un contratista gubernamental una casa valorada en 7 millones de dólares —la popular “Casa Blanca”— a cambio de un multimillonario contrato para la construcción de una red de trenes de alta velocidad. Y por eso lo echaron de MVS Radio. A él y, en un polémico proceso que se convirtió en un escándalo internacional y está a punto de llegar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), al resto del equipo, incluida Aristegui.
Periodista sosegado, meticuloso, de los que hablan con cadencia de profesor y dejan que sean sus hallazgos afilados los que griten por él, Lizárraga habla del periodismo como servicio a los ciudadanos y de un México que se descompone. Que se deteriora no solo por el narcotráfico, azote histórico y poder paralelo en buena parte del país, sino también por la corrupción institucionalizada en la cúpula del Estado, la implicación constante de los cuerpos de seguridad en asesinatos y desapariciones —Ayotzinapa, Tlatlaya…— y el creciente cerco a la crítica, por todas las vías, en las formas más sutiles y en las más brutales. Más de 80 periodistas mexicanos han sido asesinados en los últimos años. La organización de derechos humanos Artículo XIX afirma que México es un “Estado de censura”.
Y pese al trabajo de Lizárraga y decenas de periodistas tenaces y arriesgados como él, al presidente de ese país, al presidente que recibió una casa de lujo a cambio de favores, nunca se le despeina el tupé.
En un contexto trágico, el presidente Peña Nieto se ha vuelto un chiste en México. Un día se le pide su renuncia, otro se vuelven virales en internet las burlas sobre él. ¿Qué es lo que todavía lo sostiene?
Lo que pasa es muy complejo. Pensemos que el partido que está en el poder en México está formado por los cachorros de los dinosaurios. Es decir, son las nuevas generaciones de un partido que dominó el poder presidencial durante más de 70 años. Incluso, en regiones de México como en Veracruz nunca han perdido el poder. ¡Tienen casi 100 años en el poder! México es un país que, como dijo Vargas Llosa, tuvo durante muchos años una dictadura perfecta. Y esa dictadura perfecta retornó al poder después de 12 años de fracaso estrepitoso de la derecha y ha empezado a construir los cimientos de un nuevo régimen. Están levantando los cimientos para volver a quedarse no sé cuánto tiempo más. No sé si mi generación o las que siguen volverán a ver un cambio. México no es el mismo, desde luego cambió en esos 12 años, pero el PRI está adaptando esos cimientos a las nuevas características del país…
Lo que sugiere es que Peña Nieto es en realidad el rostro, pero no el proyecto.
Exacto. El proyecto es todo el grupo político del PRI, y lo que pasa en Facebook y en las redes sociales se queda ahí, no sale de las redes sociales. El gobierno tiene oficinas especializadas que controlan las redes sociales. Tiene una especialista en redes que se llama Alejandra Lagunez, que trabaja en Los Pinos, que tiene una oficina muy grande. No sé cuántas personas trabajan con ella. Monitorean las redes sociales y están preocupados, porque ahí están los enemigos del presidente, pero la protesta social feisbuquera, o lo que pasa en Twitter, no se derrama hacia el resto de la sociedad.
¿Y qué hay de los movimientos sociales que se desencadenaron después de Ayotzinapa?
Bueno, hay momentos en los que sí, se desparrama, pero no se generaliza. No es que todo el país esté hirviendo. Algunos podrán decir “sí, debería de estarlo”, pero Facebook y Twitter no reflejan el tamaño real de la protesta social y del enojo en contra de Peña Nieto.
¿Ni siquiera en un país en el que se fuga El Chapo?
Antes de la fuga del Chapo ya todo mundo decía que el presidente era el peor calificado en mucho tiempo, y en las elecciones federales de junio el PRI ganó la mayoría de diputados en la cámara y ganó la gobernación en los estados más importantes. ¿Cómo te explicas eso? La gente sigue saliendo a votar por el PRI porque la maquinaria está echada a andar para eso. Las protestas son de élites, y a lo mejor de gente que nos preocupamos por Ayotzinapa, por Tlatlaya, por los migrantes, pero apenas somos oenegés, algunos medios de comunicación… Además, hay un problema fundamental: en este momento en México la oposición no existe ¿Qué es lo que te nivela una democracia? La oposición y los medios. Y en este momento el PRI tiene un control casi absoluto de los medios de comunicación por medio de la publicidad, como en el viejo régimen. La mayoría de medios están controlados porque viven de la publicidad estatal. La gran discusión de los medios en todo el continente es repensar el modelo de negocios, pero en general nos tienen apergollados por la publicidad.
Y por otro lado tienes a una oposición que no existe. ¿Qué candidato podría en este momento hacer contrapeso real al PRI en las elecciones presidenciales de 2018? Absolutamente ninguno. Andrés Manuel López Obrador, que es el de la izquierda, está muy disminuido. Su radio de incidencia hasta el momento es muy fuerte: solo en la ciudad de México y alrededor de la ciudad de México. Andrés Manuel y su movimiento no pesan, en porcentajes de votación, en el norte del país. Y tampoco en el sur. Y la derecha, el PAN, está hecha pedazos por sus pleitos internos y por los 12 años de fracaso de sus presidentes. No hay quien haga contrapeso al presidente.
¿Dónde queda el peso de la empresa privada que sustentó al PAN y lo llevó al poder?
Se mueven por intereses. No es tan importante quién esté en el poder como la forma en la que les pueda favorecer. Yo creo que gran parte del enojo, que ya lo han controlado medianamente, con lo del asunto que sacamos de la Casa Blanca era el gran presidente, el joven mexicano que se atrevió a hacer lo que no habían hecho otros presidentes. Yo en lo particular no me rasgo las vestiduras por la soberanía del petróleo y esas cosas. Yo siempre tuve mis dudas y quería analizar qué tan bueno era que se abriera, que escuchara opciones…
Cuando dice que Peña Nieto se atrevió a hacer lo que no hicieron otros, ¿a qué se refiere?
A los cambios estructurales para que se abriera la industria petrolera, por ejemplo, como lo hace Noruega, como lo hace Brasil. Yo dije: “Vamos a ver qué propuesta hay”, porque tampoco se trata de sentarse en el piso si el mundo va para otro lado. “Vamos a ver cómo lo piensan instrumentar”. Pero la duda que siempre me quedó en la cabeza es quién conducía esa reforma. Es decir, estamos hablando del PRI, no estamos hablando de Alemania; no hablamos de un sistema con clara rendición de cuentas y cero corrupción, sino de un país, un régimen y una historia llenos de claroscuros, de corrupción, de pocos mecanismos de control. Y evidentemente: uno de los grandes proyectos, que era el tren de alta velocidad en México, se lo dieron a su amigo, que le ha hecho una casa de 7 millones de dólares.
¿Y ese halo reformista sostiene a Peña Nieto?
No, no, lo sostiene que no hay oposición real. El asunto de la Casa Blanca era para que alguien con tres pizcas de frente, en la oposición, se lo reventara al PRI en las elecciones. Pero no hubo un solo spot de radio o televisión, ni una sola manifestación fuerte de la izquierda o de la derecha en contra de esto.
Y los medios ridiculizan a Peña Nieto, juegan con su figura, pero en realidad no hacen trabajo de fondo…
Lo que pasa es que los medios tampoco reflejan la efervescencia que hay en las redes sociales, no lo incorporan a sus líneas editoriales. Quienes sí son muy críticos, en general, son los caricaturistas, pero pocos medios tienen articulistas críticos. El Reforma, algunos de El Universal, aunque otros en este periódico son completamente oficialistas, y básicamente La Jornada, Proceso… y ya.
Su despido, el caso de Carmen Aristegui, tuvieron trascendencia internacional, se convirtieron en un símbolo. Pero el ataque al periodismo en México está alcanzando unas cotas sorprendentes. Cuando en México a un periodista le envían un tuit amenazante no es un loco insultándole, sino el comienzo de una cadena que sabés que puede terminar en asesinato. O que cuando un político dice que tu periódico es basura y que hay que ignorarlo, en realidad es una amenaza velada. ¿Cómo se ha llegado hasta esto?
México es un país muy grande. Hay muchos Méxicos. Y esta crisis nos ha cogido con el gremio periodístico muy desunido. Estamos muy lejos de tener un Consejo de Redacción de Colombia; ni soñando tenemos un Abraji de Brasil, o un FOPEA de Argentina. Apenas —y están haciendo un gran trabajo— tenemos a Marcela Turati y a su (organización) Periodistas de a Pie. Tradicionalmente, todas las asociaciones de periodistas que habían surgido en México eran para robar. El gremio periodístico solo se unía para pedir dinero, para pedir prevendas, que le pagaran hoteles , viajes, para pedir publicidad para periódicos chiquitos de pueblo. No hay una solidaridad fuerte.
A mí me espantan dos cosas: una, que los asesinatos son ya tan frecuentes que nos estamos acostumbrando. “¿Que ya mataron a otro?” “¿Dónde?” “¿Quién?” Y otra, que van más de 80 compañeros muertos y en la gran mayoría de casos no sabemos qué pasó. Te acercás a un funcionario y te dicen: “Ay, es que vivía en una comunidad donde a lo mejor estaba recibiendo dinero del narcotráfico; la situación era muy compleja”. Y puede ser. El problema es que no lo sabemos. Suponiendo, sin conceder, que ese fuera el caso, pues que lo prueben, no que lo filtren. El problema de fondo es la impunidad. No sabemos por qué los mataron.
En México ejercer el periodismo depende de la zona donde vives. A mí, en general, cuando me invitan a hablar de lo que nos pasó en Aristegui Noticias, tengo mucho cuidado porque no me gusta tirarme al piso y hacer pataletas. Teniendo en cuenta que hay compañeros muertos y amenazados, yo no voy a lloriquear porque me corrieron. Vivir en la ciudad de México es diferente que vivir en el norte, donde dominan los cárteles de la droga. Allá no te corren, allá te meten un balazo en la espalda y se acabó, o te cortan la cabeza y se acabó.
Con ese panorama, ¿para qué sirve en México investigar o denunciar corrupción?
A diferencia de cuando estudiaba, creo que hay que dejar de hacer periodismo de trinchera. A ver, como alguna vez me dijo una consejera de nuestro instituto de transparencia, María Marván… Siempre la cito porque me encanta la frase: “Gobernar con ciudadanos informados es más complicado para cualquier gobierno, no importa si es de derecha, de centro derecha, de centro izquierda, de la tendencia que tú quieras”. En nuestra región, desde México hasta Argentina, a los gobiernos les conviene que la ciudadanía no esté informada. Eso es lo que pasa en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador y lo que pasa en México. Y ahí es donde recae nuestra responsabilidad: tenemos que seguir haciendo periodismo profesional.
¿Por qué no pasa algo? Pues porque la sociedad todavía no está lo suficientemente sensibilizada. Nosotros podemos decir ¡estamos hartos!, pero somos 20 contra millones. Tenemos que seguir trabajando para sensibilizar a la gente. Informar de la manera más contundente, no dejar lugar a dudas de lo que estamos denunciando o exhibiendo, que no nos puedan refutar. Para evitar nuestra propia frustración, los periodistas hemos de entender que nuestro papel es informar, no juzgar, no agarrar al funcionario de las orejas y llevarlo al Ministerio Público y sentarlo ante un juez. Ese no es nuestro papel. Si, con lo que nosotros producimos, las autoridades, la oposición, las oenegés, quien sea, lleva a ese señor a un juicio político, a una condena pública, o a un juicio penal, está fuera de nuestras manos. Tú puedes soñar que pase algo, pero no depende de ti.
¿Cómo lograr ese impacto, generar algo más que rabia en las audiencias?
Hay cosas fundamentales: la primera es repensar cómo estamos formando a los profesionales del periodismo en las universidades. Hay un desfase abismal y muchas universidades están cerradas a incorporar las nuevas ideas, todas las nuevas tecnologías, las nuevas tendencias en desarrollo de marcos conceptuales, las nuevas técnicas de investigación… Acabo de estar en la Universidad de Berkeley, en Estados Unidos, y platiqué con el director de la carrera de periodismo, y allí los muchachos de la licenciatura salen con técnicas de investigación más novedosas, con una idea más clara de hacia dónde organizarse. Les están enseñando a formar nuevos medios de comunicación y les han dado insumos para ser jefes de grupo. Salen de la universidad sabiendo que tienen que tener un programador y cómo decirle cómo hacer las cosas; y saben cómo ve el contenido un infografista, o tienen conocimientos básicos en bases de datos… A lo mejor no las dominan, pero saben cuál es su nuevo papel en el periodismo moderno. Eso nos hace falta.
Lo segundo es repensar el modelo de negocios. Un ejemplo clarísimo es El Faro. Necesitamos modelos de negocios que nos den más libertad editorial. La forma tradicional ya no sirve, o no está sirviendo al menos en México. En los grandes medios de comunicación en México, como en el que yo trabajaba, que es MVS, ¿qué es lo que pasa? Que el verdadero negocio del que pone una estación de radio en realidad no es el radio: los propietarios de MVS tienen más de 100 restaurantes en el país, y otros negocios. Y el medio de comunicación es la punta de lanza de esos negocios; lo que hace el medio es picar las costillas a quien conviene para mantener los negocios que están detrás. Lo mismo ocurre en Excélsior: sus dueños, entre otras cosas, son propietarios de cadenas de hoteles y de hospitales privados para la clase media.
Cabe pensar que su cobertura de temas de salud está algo condicionada, jaja…
Algo. Y eso mismo lo vas a encontrar en el pueblo más chiquito de México. En Morelos, donde yo trabajé mucho tiempo, hay un periódico que se llama La Unión de Morelos, cuyos dueños son propietarios de grandes extensiones de terreno y de casi todas las gasolineras que hay en Cuernavaca, así que esos intereses siempre van a terminar acotando. Es un laberinto del que no vamos a salir, porque eso no va a cambiar. Ese modelo capitalista no va a cambiar. No vas a hacer cambiar al dueño de MVS ni al de los hospitales, ni al del pueblo de Morelos. No vas a hacer que de repente se vuelvan paladines de la libertad de expresión y quieran ser como el New York Times o el Washington Post. Ellos son los dueños de la peluca y tienen en la cabeza otra cosa.
¿Y la conexión con la sociedad civil dónde queda? ¿Cómo se relaciona usted con la calle, con la gente a la que en teoría informa?
Me parece que los medios de comunicación que hacen periodismo más crítico son pocos y los pocos que lo hacen, o lo hacemos, estamos muy lejos de las mejores tendencias en este asunto del feedback. No lo están aprovechando y ni siquiera lo están aquilatando. Yo no conozco un solo medio de comunicación, al menos en México, que tenga un sistema de retroalimentación permanente con sus lectores, con sus radioescuchas, ni siquiera por medio de las redes sociales. Yo, honestamente, no estoy en capacidad de decidir eso en ningún lado, pero me parece que es hacia donde tenemos que avanzar.
¿Cree que los ciudadanos, ante un gobierno que les falla, encontrarán en los medios una manera de manifestar su descontento?
Lo que pasa es que en México existe una larga tradición de periodismo de denuncia, pero no hemos dado el salto al periodismo de investigación. En México el periodismo tiene un atraso de 25 años. La gente que te llega a filtrar cosas, a veces quiere y piensa que en cinco minutos va a estar al aire o en la primera plana del otro día. Tenemos que empezar a mostrarle a la sociedad que eso ha de funcionar de manera diferente. Te pongo un ejemplo sencillo: nosotros estábamos en esa plataforma controvertida de MéxicoLeaks, un maravilloso instrumento, y nos llegaron soplos a través de eso, pero estábamos apenas empezando a trabajar el caso y la gente que lo mandó se desesperaba y lo subía a Twitter, a Facebook, a redes sociales. Y ahí se pierde todo. Es decir, lo que pudo haber sido un caso fuerte, terminó ahogado por la prisa o el interés de quien mandó el tip, porque lo que interesa es golpear al funcionario, dar un golpe bajo, sin dar la oportunidad para que se investigue algo muchísimo más de fondo.
Lo que me entusiasma, en todo caso, es encontrarme cada vez a más jóvenes interesados en hacer investigaciones. Me interesa que se empapen de eso y que tengan la capacidad de montar grandes investigaciones, que sean capaces de ver El Faro con otros ojos, capaces de ver Ciper de Chile con otros ojos, que sepan que existen y que traten de imitar esas buenas prácticas.
¿Los ciudadanos apoyan ese tipo de medios, de periodismo crítico?
Sí. Supe que los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, días después de que salimos de MVS, rechazaron una invitación para ser entrevistados por quien nos sustituyó en el noticiario de MVS Radio. Sí hay conciencia en las organizaciones no gubernamentales y en algunos grupos. Pero me parece que todavía es insuficiente, no porque yo quiera que caiga el presidente, sino pensando en otras consecuencias. ¿Qué hubiera pasado si a la mujer de Barack Obama le encuentran una casa de 7 millones de dólares construida por uno de los contratistas principales del gobierno de su esposo? Pensemos por un segundo qué hubiera pasado con un caso como el de la Casa Blanca en Estados Unidos. Qué hubiera pasado en Alemania, en Inglaterra, Francia… Y no porque sean el paraíso terrenal, sino porque sus equilibrios de poder funcionan de otra manera. Acá no pasa nada. Y no hay garantía de que hubiera pasado algo en El Salvador, en Panamá, en Colombia. Por esa falta de controles nuestras democracias no terminan de crecer.
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