Por UAC
Ciudad de México, 17 de noviembre.- Durante el primer encuentro de gobernadores del Caribe, el periodista mexicano Gerardo Albarrán abordó temáticas relacionadas a la ola de violencia creciente en el país azteca, el rol inocuo de la prensa en el proceso evolutivo de la violencia, la relación de los periodistas con los grandes grupos económicos y actores políticos, así como el Estado como un retardador del proceso de democratización.
Como punto de partida, el comunicador contrastó los hechos violentos que se desarrollan en México con los no menos importantes episodios que un contexto de guerra y narcotráfico terminan por configurar la historia colombiana.
“México tiene una prensa que ha vivido de espalda a la sociedad, una prensa que no escribe para la sociedad, que escribe para el poder. Tenemos a una prensa corrupta por naturaleza”, señaló Albarrán, asegurando que en el país centroamericano, para la gran mayoría de los periodistas “su negocio era escribir para el poder como garantía para seguir teniendo acceso a los recursos públicos a través de la publicidad y una serie de negocios extra periodísticos”, que pueden efectuarse para el caso de los dueños de medios masivos aprovechando la relación de poder que tienen con los actores políticos y los grandes grupos económicos.
El periodista recordó el caso de la famosa frase: “Yo no pago para que me peguen”, cuando el entonces presidente de México, José López Portillo, arremetió contra un periódico nacional en el que pautaba por haber publicado una nota que denunciaba algunas irregularidades de su administración.
Además, presentó el caso de la periodista Carmen Aristegui y la manera en la que fueron despedidos de la cadena MVS Noticias, en la que transmitían un programa radial cada mañana, por poner al descubierto en mayo de 2013 una serie de fotos que publicadas en la revista española Hola mostraban la historia de Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto, en la que hacía evidentes los detalles de la lujosa mansión avaluada en unos 7 millones de dólares, donde vivía con su familia, y que se conoció que pertenecía a uno de los principales contratistas del gobierno.
El caso de la destacada periodista, según Albarrán, denota “la vulnerabilidad, frente al poder político, una que es atravesada por la propia vulnerabilidad de los medios y sus dueños, quienes se entregan al poder como una manera para seguirse lucrando”.
De igual forma aseguró que no es extraño que a las afueras de los medios de comunicación en México, puedan ser dejados algunos cadáveres decapitados, con mensajes como: “lo que le puede pasar a quienes trabajan allí dentro”.
Según el comunicador, históricamente el gobierno mexicano ha sido un retardador del proceso de democratización de la sociedad, en vez de ser impulsor de este proceso, en un contexto político en el que la institucionalidad no funciona y en el que de manera simultánea “nadie le exige al gobierno mexicano que resuelva los crímenes que cometen contra los periodistas”, por el contrario priman “el poder empresarial y los poderes fácticos”.
Como acto culminante, leyó el editorialista del Diario de Juárez, medio en el que se retrataban las duras circunstancias en las que se ejerce el periodismo en ese país, y se les pide a los actores armados el respeto por la vida por quienes se dedican al oficio de informar. Gerardo Albarrán concluyó diciendo: “Esto ocurre en mi país, donde el máximo riesgo que corre un periodista, es estar vivo”.
Foto: miquelpellicer/Portal